José Miguel López-Astilleros
Desde que en 1988 apareciera la primera traducción al español de Trenes rigurosamente vigilados, se ha venido traduciendo y editando la obra de Hrabal, que además ha tenido desde entonces muy buena acogida entre los lectores. Tierno bárbaro es la primera vez que se publica en España, damos por ello la bienvenida a una obra que sin duda contribuirá a completar el conocimiento de este gran autor checo. Fue escrita en 1973, cuando el régimen soviético lo había apartado de la vida civil y vivía en su casa del bosque de Kersko, su publicación por tanto tendría que esperar, pues sus obras estuvieron prohibidas hasta los años sesenta, y vueltas a prohibir tras la Primavera de Praga (1968).
Todo el libro es un alegato a favor de la amistad que compartió con su amigo, el poeta y pintor Vladimir Boudnik, con quien tuvo muy estrecha relación, hasta que este se suicidó meses después de que los tanques soviéticos entraran en Praga. Así pues, el protagonista principal es Vladimir, acompañado frecuentemente por el mismo narrador, trasunto del mismo Hrabal, y el filósofo y también poeta underground Egon Bondy. De todos modos, en la personalidad recreada de Vladimir Boudmik atisbamos muchos rasgos de la del autor, de hecho hay un momento en que el narrador dice que ambos son como los dos epicentros de una misma elipsis. En cambio, Bondy, marxista crítico con el poder reinante, ofrecerá un punto de vista que oficiará de contrarréplica a distintos hechos y pensamientos de Vladimir. Aparecen otros muchos personajes como artistas, cineastas y sobre todo personajes humildes, muy queridos tanto por Boudnik como por Hrabal.
La estructura narrativa consiste en ir dando cuenta de unas anécdotas o hechos vitales, que, convenientemente amalgamados, van dibujando el perfil artístico y humano tanto del protagonista como de su peculiar manera de estar en la vida. No hay un hilo argumental cronológico claro en esta obra, lo cual la dota, a nuestro parecer, de frescura y veracidad, hasta parecer casi una improvisación, a semejanza de algunos recuerdos, que suelen salir a borbotones emocionales, sin clasificaciones temporales entre ellos, aunque no por ello estemos ante un texto caótico de difícil lectura, ni mucho menos, como tampoco ante un biografía.
Si la melancolía, el humor, la tragedia y la sensualidad son rasgos de la literatura checa, este libro encarna todas esas características, que son tanto las del escritor como las de su carácter personal. Habría que añadir la ternura que aparece en el mismo título, una ternura que el protagonista esparce sobre cada objeto de su mirada, sea material, animal o humano, nada escapa a esa candidez, a ese deseo de regresar a los orígenes maternales, intrauterinos. Vladimir siempre encuentra el lado artístico en todo lo que hace, dice y piensa, se podría decir que convierte su propia vida en arte. El narrador dice sobre él «…en todo el mundo nadie te perdona que quieras vivir en paz y a costa de la ebriedad, y por tanto del universo…» (pág. 35), lo cual quiere decir que es un disidente vital, en abierta pugna contra la mediocridad y la grisura del ambiente. Frente a este vitalismo, encontramos el suicidio como tema recurrente, en Vladimir y en Hrabal, recordemos que este último también se suicidó, o se cayó desde la habitación del hospital donde estaba internado, según la interpretación oficial. Son varios los personajes que flirtean con el suicidio, hasta el punto de convertirlo incluso en algo grotesco, pero que acaba en tragedia.
Uno de las características más sobresalientes es la ironía y el humor, negro en muchas ocasiones, que llega a la carcajada desternillante y grotesca a menudo, como cuando un pintor de paredes se acerca a ellos en una taberna y les cuenta lo siguiente «Señores, soy un hombre casado, eso no es que sea nada interesante, pero señores, vivo con mi suegro en una habitación dividido por una cortina. Mire, que mi suegro se coma mi comida, no es nada interesante, pero señores, cuando por la noche tras la cortina hago el amor con mi propia mujer, veo en la cortina la silueta de mi suegro, masturbándose en mis narices con tanta habilidad que cuando me llega, a él también le llega, señores, ¿cuándo encontrarán así a un suegro en el mundo?» El humor y la ironía no sólo se decantan en un efecto paródico del tema que trata, sino que le sirve para profundizar incluso en el pensamiento filosófico.
Dice Milan Kundera que Hrabal es «La encarnación de la Praga mágica, una unión del humor terrenal y la imaginación», pero habría que añadir que en este caso todo eso está expresado con poderosas imágenes poéticas (los cuervos y las cornejas son «pequeños Diógenes negros»). Quien haya leído alguna obra de Bohumil Hrabal, no debe caer en el error de creer que ya lo conoce, porque como dice Monika Zgustova, su biógrafa, «Cada libro suyo es distinto a los demás», todo un alarde de imaginación y sensibilidad.
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