Guillermo Ruiz Villagordo
En pocas ocasiones se da una conjunción tan perfecta de un autor con una vida tan apasionante a fuerza de viajes exóticos bien aprovechados, amores numerosos y una inquietud intelectual de una voracidad deslumbrante, como es el caso de Hugo Pratt, y un personaje al menos tan carismático como él, como es Corto Maltés, el aventurero de espíritu libre y romántico cuyas andanzas se sitúan en escenarios privilegiados de la Historia con mayúsculas, con el que no sólo creó un tipo emblemático sino que contribuyó de manera especial a la consideración del cómic como una forma artística plena. Cuando uno se adentra en los universos de uno y de otro, que van aparentemente por derroteros distintos si no se tiene información previa, y acaba preso de un interés propio del fanatismo, sueña con que alguien pueda concebir libros tan profundos en su amplitud de temas y ligeros en su planteamiento como estos dos que se reseñan.
El entusiasmo se despierta cuando se conoce el origen de A la sombra de Corto, que no es otro que el encuentro accidental en una librería entre un maestro de la historieta como Pratt y un lector ejemplar y dedicado como Dominique Petitfaux. De ahí nació la idea de someter al veneciano a un diálogo exhaustivo sobre todas y cada una de sus obras, examinándolas cronológicamente, lo que serviría a su vez para desgranar influencias culturales, métodos de trabajo, inspiración vital… de manera que el resultado fuese similar al clásico El cine según Hitchcock de Truffaut (no me atribuiré un mérito ajeno: todo esto no es más que una paráfrasis de lo que el propio Petitfaux confiesa con idéntica precisión en su propio prólogo). Posteriormente y dada la amistad forjada entre los dos, Petitfaux se encargaría de otro libro, El deseo de ser inútil, que terminó adquiriendo el mismo aspecto formal pero ahora centrado en exclusiva en su trayectoria vital.
Estas conversaciones de cientos de horas son tan intensas, tan abarcadoras, que no se equivoca el editor en nombrar autor al propio Pratt, más que a su entrevistador. Pero si por una parte está claro que Pratt, ahorrándose el pesaroso esfuerzo de sentarse a redactar unas memorias, acaba componiendo indirectamente en El deseo de ser inútil (hermosísimo título impuesto por Pratt), trufado de fotos personales y testimonios impagables, la auténtica autobiografía que no escribió de su puño y letra, a la vez que construye la biografía de Corto Maltés mientras ofrece un extenso y jugoso comentario de sus distintas obras orlado de anécdotas en A la sombra de Corto, también es cierto que sería terriblemente injusto olvidar a Petitfaux, responsable de orquestar esta obra grandiosa y dirigirla con mano maestra. Por si fuera poco, esta edición es de una exquisitez extraordinaria, desde la calidad del papel hasta la maquetación, especialmente compleja debido al acompañamiento de infinidad de dibujos e historietas inéditas, así como un exhaustivo índice onomástico que lo convierte en una obra de referencia tanto para el estudioso como para el curioso. Ambos hallarán un disfrute incomparable y complementario del hombre y del personaje ante el que no podrán dejar de restregarse los ojos.
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