Julián Díez
Otra nueva serie policiaca protagonizada por un detective con personalidad. Otra de origen italiano, ambientada en ese sur que desde España vemos a la vez tan siniestro y tan próximo. Una de las buenas, eso sí.
De Giovanni, del que hasta ahora disfrutábamos al comisario Ricciardi, presenta a su nuevo protagonista: Giuseppe Lojacono, inspector siciliano que, falsamente acusado de haber cobrado de la Mafia, se ve enviado a un exilio cercano pero que resulta demoledor para él: Nápoles. El retrato de la ciudad como un monstruo fuera de control, caótico y enfermizo, resultará a la postre uno de los puntos fuertes de esta novela, así como la añoranza de Lojacono tanto de su tierra como de la esposa e hija que quedaron allí, dándole la espalda al dar por segura su corrupción.
Lojacono, con su compungida desgracia y un carisma no del todo explicitado por De Giovanni pero que intuimos en las reacciones que genera en los restantes personajes, empieza la novela jugando a las cartas con el ordenador para pasar el tiempo en la comisaría. Pero en una noche anodina de guardia deberá acudir al lugar de un asesinato, donde conocerá a una joven juez a la que impresiona. La muerte será, de hecho, la primera de una serie, cometida por alguien a quien la prensa moteja como El cocodrilo, porque deja pañuelos de papel con lágrimas, fruto de una infección ocular. A la postre, Lojacono coincidirá en lo acertado de la definición por tratarse de un asesino que, como el cocodrilo, acecha con paciencia y ataca en un rápido golpe letal. La jueza le reclamará en lo que, suponemos, es sólo su primera salida del ostracismo en medio de un entorno profesional que seguirá siendo hostil.
De Giovanni trufa el relato con buena parte de la carpintería necesaria en el género en la actualidad: una convincente galería de personajes secundarios (incluyendo dos discretas candidatas al romance), un protagonista con pasado repleto de flecos de los que tirar y un escenario con personalidad. Sin embargo, es capaz de aportar más cosas: sobre todo, una estructura de capítulos breves en los que varía el personaje conductor, lo que le permite acentuar el dramatismo de las situaciones. Por momentos, tal vez, la novela es demasiado intensa, e incluso reiterativa en el drama presentado; con todo, consigue el efecto asfixiante pretendido, acentuado por el estilo seco y preciso del autor.
Como presentación del entorno y los caracteres que suponemos desarrollará más adelante, El método del cocodrilo es bastante mejor que la mayoría de las primeras novelas de series policiacas, con lo que cabe esperar una evolución positiva. Además, De Giovanni ya ha demostrado ser un escritor profesional e inteligente; de hecho, aquí lidia con especial agudeza con las inevitables comparaciones que su personaje puede tener con Salvo Montalbano, el investigador siciliano por antonomasia, lanzándole alguna pequeña pulla. «La Sicilia de Montalbano no existe», dice tajantemente Lojacono. Además, el tono no puede ser más distinto: a la postre, Montalbano (casi) siempre gana, mientras que Lojacono empieza perdiendo desde esta primera novela. Y todo hace indicar que su naturaleza será precisamente la de no poder sobreponerse a una sociedad mucho más real y cruda que la dibujada casi siempre con magistral socarronería por Andrea Camilleri.
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