Pedro M. Domene
El maridaje entre relato e ilustración no es algo novedoso, significativo o un hecho que presuponga echar las campanas sal vuelo. Aunque si se trata de aunar fuerzas entre el narrador Juan José Millás (Valencia,1946) y algunos ilustradores, Pablo Auladell, Miguel Gallardo, Antonia Santolaya o Eva Vázquez por enumerar algunos de los dibujantes, un total de catorce, y subrayar que se trata de lo mejor del panorama ilustrador de hoy, el esfuerzo merece la pena, sin duda alguna. A Millás le van las distancia cortas, eso es indudable, buena prueba de ello sus innumerables columnas periodísticas o relatos cortos profusamente editados, de memorable aceptación entre el público lector. Surge así el mejor ejemplo de poligamia absoluta; aunque, claro, en este caso es literaria y plástica.
Infieles y adulterados. Cuentos de adulterio (2014) cuenta catorce breves historias, ilustradas con otros tantos dibujos, y un hilazón común: sexo e infidelidad, perversión y amor. Versiones distintas sobre las relaciones de pareja donde lo íntimo y el deseo son vistos desde una óptica de profunda ironía, aunque el alma humana asoma por los rincones de estas páginas donde los hombres sueñan, se dejan llevar por perversiones sexuales sádicas, o se sienten turbados por irrefrenables deseos prohibidos. Lo aceptable y lo más convencional luchan en estas historias porque los apetitos sexuales de sus protagonistas rozan esa zona imposible que supone el deseo y el atrevimiento, en ocasiones tan surrealistas como cotidianas y así Millás establece un catálogo de esposos y amantes, pícaros y mentirosos que desarrollan sus habilidades en distintos terrenos de la intimidad más humana. En realidad, como afirma el propio narrador, «No hay estadísticas fiables sobre el número de adulterios que se cometen en el mundo cada hora, cada minuto, cada segundo, pero son tantos que casi estamos a punto de afirmar que la base del matrimonio es el adulterio. Más aún: la base sobre la que se sostiene la realidad es el adulterio». Los adúlteros pueden actuar por la tarde y por la mañana, de noche o de madrugada, incluso desarrollan sus capacidades en días laborables y fines de semana.
Por títulos tan sugerentes como “El bígamo”, “Una hija como tú”, “Un hombre vicioso” o “Pasiones venéreas” se pasean hombres (casi todos los protagonistas, lo son) que engañan a sus esposas con las de otros hombres, en hoteles apartados de la actividad humana, “carnívoros” en sofás-cama de apartamentos con olor a cebolla, otros son infieles de pensamiento, de palabra o de obra, familiares que coinciden a la puerta de un prostíbulo o mujeres insatisfechas, la nómina de personajes es tan amplia como la perspectiva desde la que se puede observar y juzgar una infidelidad. El adulterio más humano, más real, el adulterio que puede manifestarse en un breve pensamiento o una mirada, en una acción exquisitamente planeada o en un descuido del subconsciente, queda representado, de una manera magistral, en este libro con las ilustraciones que dicen mucho con muy poco, imágenes que se entienden igual en España o en cualquier lugar del mundo. La infidelidad, por decirlo de alguna manera gráfica, rezuma una fragancia a moralina que, en ocasiones, “aturde” a sus protagonistas. Emilio Urberuaga, ilustra la historia “El paraíso era un autobús”, que cuenta en un espacio breve la magia de un enamoramiento efímero. «Todos nos hemos sentado en el autobús o en el tren y nos hemos enamorado durante cinco segundos de alguien». A lo largo de la historia literaria, el adulterio o la infidelidad no ha dejado de despertar el interés de los escritores por lo que añade de conflicto al relato y permite presentar situaciones personales de íntimo desgarramiento y, sobre todo, mostrar las convenciones sociales y morales, bastante más permisivas, con el hombre e intransigentes en el caso de la mujer.
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