Pedro M. Domene
El mundo narrativo de Irene Gracia (Madrid, 1956) se mueve entre ángeles caídos e ídolos rotos, al tiempo que fusiona el concepto de mito y de realidad para profundizar en numerosos aspectos de la condición humana, y aunque algunas de sus obras temáticamente evoquen una literatura decimonónica, alejada de las tesis actuales, combina en sus planteamientos, de una manera magistral, la permanente vigencia de un fervor clásico y místico, caso de su anterior entrega, El beso del ángel (2011), un relato poético que se estiliza hasta llegar a una simbiosis arcaica, trasciende al clasicismo y se eleva mostrando un auténtico fervor piadoso para así explicar el concepto posesivo del mito del ángel del amor. Ahora publica, El alma de las cosas (2014), cuyo componente onírico y sobrenatural cubre la historia a contar y un aura omnipresente sobresale en sus páginas, un texto de cuidada factura y aun mejor expresión. El factor prodigioso, el mágico, el sobrehumano e inexplicable, incluso bastante quimérico conformaría el origen de esta singular novela.
Belisa, en otro tiempo una bella y mimada joven, una aristócrata arruinada con el paso de los años, está rematadamente prendada de las joyas que crea Platónides en su orfebrería “El Tiempo de la Plata”, por la belleza de las mismas, pero especialmente por los poderes que las delicadas creaciones trasmiten a su dueño una vez que este ha adquirido la joya. Pulseras que inspiran a su compradora para crear magníficas obras pictóricas, pendientes cantores que provocan que su dueña cante como los ángeles, broches que otorgan la capacidad de llevar a cabo maravillosas esculturas, toda una serie de maravillas, prodigiosas capacidades que trasmiten las joyas de Platónides que terminan por lanzar al estrellato a seis hermanas, artistas respetadas y valoradas gracias a los portentosos talentos que habían desarrollado portando las alhajas. Belisa, gran admiradora de estas seis mujeres, cae en el ansia por conseguir una de las poderosas joyas y así se lo hace saber a su padre que pronto descubre el secreto del orfebre y después de ofrecerle cuanto el anciano pueda pedirle se niega a cambiarle, lo único que este le exige: su reloj por la pieza elegida por la hija.
Belisa, verdadera protagonista, una vez descubre el misterio, casi al final de su vida, cuenta sus vivencias al poeta Adelbert, y debemos entender que ha deseado ser dueña de su destino, nunca podrá ser enjuiciada por el lector por sus ansias de poder y de belleza, al contrario, obsesionada por la magia de su diadema rechazará todos los bienes que su padre y sus pretendientes le ofrecen, y solo desea la joya por los dones y las vivencias que le transmite. Belisa admira cuanto han alcanzado las seis hermanas que poseen los talismanes transformadores de Platónides, y para ella las jóvenes se convierten en ese espejo que después de tantos años sea capaz de devolverle la imagen idealizada de su persona, e imagina a esa otra Belisa en la que se podría haberse transformado si poseyese la joya encantada, rememorar el pasado vivido, o vislumbrar ese futuro que aun desea.
La novela, la historia en sí misma, se inspira en el romanticismo germánico más preclaro, y resuenan los ecos de los cuentos de los hermanos Grimm o el destino adverso con que Goethe configuraba sus obras de amor, incluso resulta conocida la referencia al poeta Adelbert von Chamisso, personaje narrador de esta historia, conocido por el relato del hombre que perdió su sombra y recorre el mundo hasta recobrarla. Irene Gracia construye una novela que provoca una continua reflexión, aunque para ello deba recurrir al mundo de los sueños, a lo sobrenatural, o incluso a la fantasía para mostrar los numerosos miedos que continuamente socavan el espíritu del ser humano. Tan es así que lo abstracto se convierte en un sentimiento que se universaliza y alcanza todo el trasfondo de la novela.
Numerosas imágenes pueblan, El alma de las cosas, un texto con ecos mitológicos, sin olvidar el arte de la danza, la música, la pintura, la escultura, o la escritura, contado con un lenguaje actual, preciso y rítmico que aporta a la novela una plasticidad asombrosa para desarrollar la triste historia de Belisa, que emprende un extraño viaje hasta conocer esa zozobra humana tan característica: el mundo del deseo, del anhelo, de los sueños frustrados, la derrota, y finalmente la decrepitud física y la muerte. Las ilustraciones realizadas por la propia autora terminan de iluminar la novela.
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