Santiago Pajares
Uno no sabe qué historia es más interesante, si la que nos cuenta El don o la del propio escritor, Mai Jia. Nació en un pequeño pueblo de montaña cerca de la costa meridional china. A los 17 años se enroló en el ejército y estudió telecomunicaciones, donde acabó especializándose en decodificación de mensajes y criptografía. Tras sus estudios fue destinado a una unidad secreta de servicios de espionaje, donde permaneció aislado del exterior, mientras cursaba Bellas Artes en la academia del ejército Popular de Liberación. Contaba entonces 23 años y era el oficial más joven de la historia militar china. En los 17 años que pasó en el ejército, según sus propias palabras, sólo disparó seis balas. Uno podría pensar que hasta ese momento había llevado una existencia poco literaria, pero volcaría todas sus experiencias personales en la que sería su primera novela, El don.
Tuve la suerte de asistir a la presentación del libro en Madrid y me encontré a un autor muy espiritual, casi tímido, que nos deseó que ojalá este libro sirviera de puente entre la cultura china y la española, dos pueblos que sólo parecen comunicarse mediante contratos. Mai Jia tardó diez años en conseguir publicar este libro, que fue rechazado por 17 editoriales. Después, tras su publicación, vendió 5 millones de libros en papel y 10 millones en formato electrónico, convirtiendo a Mai Jia en el escritor vivo más famoso de china. Hasta aquí, la historia del autor.
En El don conoceremos la historia de Rong Jinzhen desde antes de su nacimiento, concretamente desde que su tatarabuela manda a uno de sus nietos a América a estudiar la interpretación de los sueños. Al morir ella durante el viaje de su nieto, aprovecha éste su estancia para estudiar y al volver crea la Universidad N, uno de los centros matemáticos más importantes de China. Allí estudiará la abuela del protagonista, una científica de prestigio internacional que colabora, entre otros, en el diseño del primer avión de los hermanos Wright. Lamentablemente muere prematuramente en el nacimiento de su primogénito, el padre de Rong Jinzhen, que se convierte en un delincuente que dilapida el dinero familiar llevándoles al borde de la ruina. Antes de morir apuñalado por una prostituta deja embarazada a una mujer, quien también muere en el parto de Rong Jinzhen (ambos, el suyo y el de su padre, debido al enorme tamaño de su cabeza). Por eso mismo la familia que le cuida le da el sobrenombre de guadaña, pues temen que sea un segador de vidas. Bajo la tutela de un anciano extranjero ligado a la familia comienza la vida de Rong Jinzhen, quien ya desde pequeño demuestra una asombrosa facilidad para las matemáticas. Antes de morir, el anciano se dirige al tío abuelo del niño, el creador de la universidad, y le pide que le acoja y sobre todo, que le de un nombre. Aquí comienza la verdadera historia del pequeño genio de las matemáticas, un niño de una inteligencia desproporcionada para las ciencias pero con graves problemas para desenvolverse en el mundo real. Alentado por sus profesores para estudiar una nueva ciencia, la inteligencia artificial, ve sus planes truncados cuando el ejército popular chino le recluta para descifrar códigos criptográficos en la secreta unidad 701. Allí deberá enfrentarse a códigos de alto nivel que han llevado a la locura a otros antes que él.
Esta es una novela donde confluyen la novela de espías, las sagas familiares, pero sobre todo, la historia de alguien con un don. Porque si algo sobrevuela esta historia es que los dones son divinos, pero es el ser humano el que debe decidir en qué usarlo, si para acaparar bienes o en beneficio de la humanidad. Pero la vida es una soga que tira desde varios puntos, y nos obliga a tomar el control so pena de perderlo. El joven Rong Jinzhen deberá tomar las decisiones más difíciles no sólo de su vida, sino de su saga familiar.
Pero las historias, a veces, son más que sus personajes, que sus autores, son guías para los lectores, que seguro que se emocionaran con esta novela, que trata al fin sobre la vida, ese misterioso código que nadie, ni siquiera el genio Rong Jinzhen, ha sabido descifrar.
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