Cristina Davó Rubí
Es difícil elogiar la obra de Luis García Montero (Granada, 1958) con palabras que no se hayan dicho ya. Sin embargo, este escritor incansable nos sorprende con cada una de sus obras, porque si bien en todas subyace su estilo y su poética –incluso en la narrativa–, son a la vez singulares todas ellas. Como así ocurre con su última novela, Alguien dice tu nombre, un relato a un tiempo realista y casi lírico que narra con naturalidad la historia de León Egea, estudiante de Filosofía y Letras en la Universidad de Granada. Ciudad donde está ambientada la novela, omnipresente como si de un personaje más se tratara, en el verano de 1963 que pone a prueba al joven protagonista. La descripción que el autor hace de Granada es tan acertada que nos traslada sin remedio a sus espacios –el café Suizo, el cine Aliatar, la fuente de las Batallas, sus calles– en aquella época franquista de la sequía y la canícula, con cortes de agua y represión. No cabe duda de que León tiene mucho del propio García Montero, un joven que a sus diecinueve años precisamente vivía en Granada, estudiaba la misma carrera, aspiraba a ser escritor, y seguro compartía idéntico afán de rebeldía. Un joven que empieza a descubrir el amor, mientras despiertan sus ideales políticos. El contrapunto es Consuelo, una mujer que sobrepasa la treintena, soltera, experimentada, que representa el deseo de libertad y de dignidad, tan difíciles de conseguir por las mujeres en aquel momento. Ese verano como ayudante de vendedor de enciclopedias en una editorial cambiará para siempre la vida de León. Se podría hablar, pues, de una especie de viaje iniciático del protagonista, de la mano de la madura y atractiva secretaria, el avezado Ignacio, profesor de Literatura y el peculiar compañero Vicente, cuya vida no es tan insulsa como parecía. De hecho, se trata de un relato en el que no todo es lo que parece y el lector lo irá descubriendo al mismo tiempo que el propio protagonista, que cree saberlo todo, como todos los jóvenes, pero poco a poco va descubriendo la verdad y su percepción de cuanto le rodea cambia por completo. Por otra parte, la tensión narrativa hace que el interés sea creciente, que se lea con avidez, para llegar a un final sorprendente e inesperado.
Una novela, la tercera del poeta granadino, narrada en primera persona –León plasma en un diario sus experiencias a modo de ejercicio de escritura–, con una prosa alejada de todo artificio, serena, que juega mucho con la metaliteratura, pues su cuidado estilo, la importancia que se le da a la lengua –de verdadero ingenio hemos de calificar el método de vender enciclopedias a través del poder evocador de las palabras–, así como las referencias literarias son continuos. Desde el peculiar modo de Valle-Inclán de agrupar los adjetivos, hasta alusiones a grandes poetas como Lorca o Neruda, pasando por obras narrativas como Ana Karenina o Los hermanos Karamazov, Montero erige un verdadero monumento a la literatura, una de sus pasiones, sin soslayar temas difíciles como la hipocresía, la desigualdad, la pérdida de la inocencia, el compromiso, la crítica social. Alguien dice tu nombre, además de una oda al amor («Consuelo me ha enseñado a hacer el amor y a hablar en la cama. Me ha enseñado a decir la verdad…»), que ya se vislumbra en el título, es un homenaje a aquellos jóvenes que fueron capaces de dar un paso adelante y romper con la indiferencia para hacerse dueños de su propio destino («Que arda la prudencia de mi padre, la cobardía de los indiferentes…»). Porque como dice Ignacio, la política es una extensión más del compromiso con la literatura.
Autor de once poemarios, Luis García Montero se define como poeta, y es uno de los más importantes contemporáneos, tras más de treinta y cinco años dedicado a este género. No obstante, eso no menoscaba su narrativa, más bien al contrario la enriquece y la dota de una sensibilidad que emerge a flor de piel en Alguien dice tu nombre.
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