Fernando Sánchez Calvo
El narrador de esta novela no se encuentra a sí mismo. Le sucede lo que a muchos compañeros de generación, aquéllos que eran jóvenes en los 90: el estado de bienestar los preparó para un gran mundo interior repleto de ricas reflexiones y sutiles intimismos pero los anuló para la vida real, para relacionarse con una mujer, para saber qué se hace después de haber estado estudiando casi veinte años y, en definitiva, para los problemas concretos que nos depara de vez en cuando este “lachrymarum valle”.
El narrador de esta novela, universitario de veinticinco años, nórdico, prototipo de la Europa más desarrollada, decide abandonar sus estudios e irse a vivir a Oslo para ver si de una vez por todas se encuentra. Para ello cuenta con la casa de su hermano, quien, al contrario que él, viaja, gana dinero, prospera, trepa y, en definitiva, ha asumido que en este mundo si no comes, te comen.
Nuestro protagonista se instala pues en el piso de su hermano. Lo único que tiene que hacer es mantenerle en un buen estado la casa y comprarle un coche antes de que éste vuelva de su viaje de negocios, pero sus dudas, su falta de decisión y su gran desapego al ritmo de los demás lo conducen a involucionar de manera brillante y divertida (para los lectores, claro está). Sus nuevas ocupaciones serán:
- Hacer una lista de las cosas que le gustan y que no le gustan.
- Competir con un crío vecino sobre quién es el que mayor número de especies animales ha visto a lo largo de su vida.
- Poner en cualquier buscador de Internet palabras escatológicas del noruego y ver qué correspondencia con la realidad tienen.
- Estar por estar.
¿Los grandes aciertos de la novela? El ritmo, la agilidad de los diálogos, la ironía y el retrato psicológico de toda una generación, aquélla que convirtió lo superficial y lo naíf en el asunto más grave del mundo. Es fácil encontrar un sentido u objetivo en tu vida cuando la época que te ha tocado vivir no es buena: basta con salir a la calle para poder comer. Lo difícil es encontrar un sentido a la vida cuando los que te han precedido te lo han dado todo y, sin saberlo, han creado para ti otro tipo de tragedia: la de no saber qué hacer o cómo prosperar cuando ya casi todo está hecho o conseguido. Dicha reflexión quizás no sea compartida por muchos, sobre todo por el nuevo giro económico y social que han adoptado estos nuevos tiempos, pero existió una época no muy lejana, una época dorada situada al final del siglo XX, donde los problemas (los comprendamos o no) eran otros.
Bien por Erlend Loe y por Naíf. Súper. O dicho de otro modo: bien por la tragedia de lo banal.
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