Mario Arsenal
No estamos ante el mejor libro de Eduardo Halfon (1971), tampoco ante el más interesante; quizás ese galardón sea, siga siendo bajo mi parecer, además de El ángel literario (Anagrama, 2004) con el que llegó a ser finalista del Premio Herralde de Novela, su rutilante El boxeador polaco (Pre-Textos, 2008), un libro de relatos sorprendente que ha encumbrado a este joven escritor guatemalteco al elenco de autores latinoamericanos más atendible de la escena literaria actual.
En Elocuencias de un tartamudo (Pre-Textos, 2012) Halfon toma el relevo sociológico que puso en práctica Paul Auster en su espacio radiofónico de la NPR norteamericana, un experimento que recogía historias reales de gente anónima que puso a su disposición experiencias cotidianas, algunas fantásticas, algunas dignas de incluir en el índice clínico de parapsicología y otras mundanas, pero en todo caso siempre reales, que era precisamente lo que interesaba a Auster. El proyecto fue un éxito absoluto y Eduardo Halfon decidió continuar con dicho experimento. Es a lo largo del 2009, por tanto, cuando recorre distintos puntos de la geografía (su Guatemala natal, México, Iowa City, Ginebra o La Rioja) recopilando relatos al modo del viajero decimonónico en busca de nuevas experiencias en las que encontrar materia y sustento. Les mentiría si dijera que no me producen simpatía estos mecanismos de escritura, porque, de algún modo, regresamos y recurrimos a la figura del interlocutor como figura esencial en la construcción de un relato, de una realidad, de un testimonio que certifica la carne del morlaco.
Historias aparentemente inconexas van trazando la línea aguda de una definición que se convierte en característica de su escritura. A veces es la sorpresa y en ocasiones la confusión que se apoderan de la brevedad expresiva, pero, si hubiera que definir el estilo de Halfon, no se me ocurre mejor similitud que una cabriola literaria, una pirueta que nos habla de la diversidad del mundo y, lo más importante, la posibilidad creativa que toda experiencia humana esconde. Decíamos que no podemos hablar del mejor libro de Halfon, pero sí quizás el más especial hasta la fecha. Por su requiebro ante la tiránica idea de la creatividad, por su humanidad al fin y al cabo, por su abandono en favor de historias espontáneas, por ser sabueso rastreador de la huella humana en el mundo; por todas estas cosas Eduardo Halfon logra embellecer un poco más este suelo tan mustio sobre el que caminamos a veces. La idea es soberbia, el libro es hermoso por ello.
Y además de todo, existe esa complacencia del relato breve, de la historia concisa y puntiaguda, de la literatura directa que busca el impacto del lector, la complicidad del asombro mutuo. En definitiva, un ejercicio literario interesantísimo y, más importante si cabe, sin solución alguna de continuidad. Como se dice en el Tao Te Ching:
“Lo más recto parece torcido,
la mayor destreza parece torpeza,
la mejor elocuencia parece un tartamudeo”
Pueden leer las primeras páginas aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario