Ángeles Prieto Barba
Gracias a los setenta años transcurridos desde la ocupación nazi, en el vecino país galo se pueden revisar con toda seriedad y rigor las distintas actitudes de colaboracionismo y de resistencia frente a ella. Elogiosa postura historiográfica en contraste claro con el apasionamiento visceral con el que seguimos analizando nuestra propia guerra, preludio de aquella otra. Y fruto de ese lavado a conciencia de trapos sucios, es este magnífico ensayo.
No obstante, el lector español tuvo ocasión de conocer el tema con cierta profundidad muy recientemente, en el año 2006, cuando apareció traducido el trabajo ingente del gran experto británico en la Segunda Guerra Mundial, Antony Beevor y su esposa Artemis Cooper, denominado París después de la liberación: 1944-1949, título no exacto porque engloba también los tres años de ocupación analizados aquí con todo detalle: de 1942 a 1944. Hay que señalar que ambos libros son complementarios y que además, quien haya leído el primero, disfrutará sin duda con este segundo. Recomendación que también se extiende a quien hubiera consultado previamente el polémico análisis de Tony Judt, Pasado imperfecto. Los intelectuales franceses, 1944-1956, publicado en 2007.
Ahora bien, en Y siguió la fiesta nos encontramos ante un estudio muy bien estructurado y completo, más que los anteriores que he citado, pues presta atención a todos y cada uno de los aspectos de la vida cultural parisina, sin permitir que el evidente peso y marchamo ideológico de escritores e intelectuales franceses (Sartre, Camus, Malraux, Colette, Gide, Mauriac, Aragon, Morand, Éluard, Péret, Duras, Céline, Drieu la Rochelle, etc.) o foráneos residentes, nos oculte a actores, pintores, cantantes, gestores de museos, sastres, editores, cineastas, gentes del music-hall o la danza. Pues en esa Capital Mundial de las Artes que fue París, al menos hasta ese momento, todas ellas resultan indisociables, constituyendo esta visión de conjunto muy necesaria.
El resultado es un volumen plagado de informaciones extraídas de fuentes diversas (bibliografía histórica y literaria, prensa, entrevistas...), ante las cuales es obligada la desmitificación de aquellos años, reconociendo por ejemplo que el ejército nazi permitió efectivamente que los artistas parisinos prosiguieran con sus espectáculos o que incluso se impulsara la tradicional cultura gala bajo el régimen de Vichy. Un libro donde también se analiza espinosos temas como la segura responsabilidad francesa en el drama del Holocausto, la despreocupación y falta de compromiso de Jean Paul Sartre frente a la actitud de Camus o el papel posterior de Aragon como grand inquisiteur estalinista, pero que también recoge labores verdaderamente heroicas como la del periodista norteamericano Varian Fry o dolorosos dramas como el de Irène Némirovsky. El expolio tremendo de obras de arte por parte de un Goering voraz, o cómo se cercenó de un modo brutal todo intento de resistencia tras la ejecución de un cadete nazi en el metro de París, ejemplares o bochornosas historias como las de Joséphine Baker, la escritora Colette, el editor Raymond Deiss, la funcionaria de museos Rose Valland, el actor Sacha Guitry, el músico Maurice Hewitt y tantos otros que interesa conocer, convierten este libro en un trabajo instructivo y certero pero sobre todo, ecuánime.
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