Salvador Gutiérrez Solís
No sé si Balzac es el mayor creador que nos ha ofrecido la historia de la Literatura. Que ha sido el más ambicioso, no me cabe duda. Su Comedia Humana es el proyecto más amplio, global y complicado que un escritor se haya planteado hasta la fecha. Y no es solo eso; es algo, mucho, más. Primera rueda del automóvil en el que circula la narrativa que conocemos, chispa, llama, punto cardinal, faro, guía. Origen. Y es que con Balzac la novela se ocupa de la vida, de lo rutinario, de los mortales, con sus miserias y grandezas, baja a la tierra, se abraza a lo real. Balzac, además, extendió esta naturalización de lo literario a su propia existencia: “profesionaliza” la vocación o convierte el talento, la Literatura en su caso, en una manera de ganarse la vida, en un oficio.
A Balzac le puedes dedicar media vida lectora, y no es una exageración, y tener la sensación de que no lo has leído todo. Con toda probabilidad, no se trate de una sensación, sino de una certeza. A pesar de no concluir con la tarea que se autoimpuso, arcadia utópica, la obra de Balzac es amplísima, un interminable océano de historias y personajes, que aún seguimos descubriendo, como si se tratara de un torrente inagotable.
Torrente, una magnífica imagen para referirnos al título que nos ocupa, los Cuentos completos de la Comedia Humana. Me atrevería a afirmar que la edición que Páginas de Espuma ha llevado a cabo es uno de los grandes acontecimientos literarios de los últimos años. Por la calidad del autor, incuestionable; por la detallada información adicional que nos ofrece; por las anotaciones, por el objeto libro en sí mismo. En este punto, la felicitación es extensible, como no podía ser de otra manera, al magistral trabajo realizado por Mauro Armiño, responsable de la edición y de la traducción.
En el prólogo de estos Cuentos completos, se compara la obra de Balzac con el alzado de una catedral. Un más que acertado ejemplo, tengamos en cuenta que nos encontramos ante un autor y una obra de dimensiones colosales, inmensa, como también se indica en el mismo prólogo, que indudablemente se trata de la palabra más adecuada en este caso. Catedral, con sus correspondientes naves laterales, donde cabría situar esta colección de relatos de Balzac.
27 textos en total, si las cuentas no me fallan, en los que encontramos al Balzac que nos retrata la soterrada vida de la provincia, las –frecuentemente- turbias intenciones de los que acceden a la corte, las interioridades del estamento militar, las alcantarillas de la nobleza, los desdenes de los matrimonios, la obsesión por la posesión o la corrupción. Temas candentes en la primera mitad del siglo XIX y que siguen estando vigentes, igualmente candentes, en la sociedad actual, casi 200 años después. Otra de las características de la obra de Balzac: la permanencia. Universalizó la narrativa, al abordar los grandes temas desde una posición atemporal, situándose en el verdadero epicentro.
Como en sus obras más célebres de mayor extensión, Papa Goriot, Ilusiones Perdidas o Eugenie Grandet, estos Cuentos Completos arrancan a partir de situaciones comunes, banales en algunos casos, que Balzac consigue perfilar y transformar en un estudio pormenorizado de los hechos y sus protagonistas gracias a sus extraordinarias dotes para la descripción, tanto de los elementos materiales como de la psicología humana. En definitiva, estos Cuentos completos de Honoré de Balzac son una obra inmensa y fundamental, una verdadera catedral de la Literatura que no podemos dejar de visitar y disfrutar.
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