Pedro Pujante
Eugenio d`Ors dijo alguna vez –o quizá fue su heterónimo- que lo que no es tradición es plagio. Esta sentencia sintetiza en gran medida lo que viene a ser la Historia de la Literatura. Un conjunto de obras sucesivas, que o bien se nutren abiertamente de sus antecesoras o, por el contrario, lo hacen de forma velada. En un caso estaríamos hablando de herencia, tradición, reconocimiento de las raíces literarias. En el otro de apropiación, plagio, etc. Esa otra cara de la literatura es la que Álvarez Barrientos disecciona en este interesante, erudito y detallado estudio, en todas sus variantes, desde el mero plagio, la apropiación o la invención de heterónimos.
Comienza el ensayo aproximándose a las cuestiones semánticas que atañen al asunto de autoría. Este enfoque nos aclara la diferencia entre plagio y falsificación, apócrifo o alónimo, anónimos, seudónimos, negros, heterónimos, mixtificadores… Y por supuesto, nos ayuda a comprender el cambio de mentalidad que hemos experimentado a lo largo de nuestra historia. Porque si bien hoy día tenemos bien claro qué es un plagio o pormenores como los derechos de autor, hay que comprender que antes del Romanticismo, tales términos no estaban aún definidos, y el concepto de propiedad intelectual ni siquiera se correspondía al que hoy mantenemos.
Nos explica este libro detenidamente cómo muchos historiadores han ‘inventado’ la historia para refrendar un pasado heroico o para construir la propia identidad nacional de sus patrias. «La ficción formó parte de los recursos del historiador». El ejemplo más destacado es aquel memorable Ossian, que inventó el poeta escocés MacPherson para dar profundidad y pasado épico a sus poemas nacionales.
Interesantes son los apuntes acerca de las distintas fórmulas empleadas en la falsificación, su relación con la política y con la mima historia, como ya hemos comentado.
En la última y más extensa parte del ensayo Álvarez Barrientos expone la "Diacronía de una continuidad". Aquí se detiene en casos concretos y nos presenta una versión paralela de la literatura española canónica, la que se ha escrito desde el ángulo oscuro de lo apócrifo, la falsificación. Una especie de tratado que hubiese sido del gusto de Borges, el padre de Pierre Menard. Entre los casos aquí estudiados encontramos, por supuesto a Avellaneda y a Tomé de Burguillos, el heterónimo de Lope de Vega. Es sustancial el capítulo dedicado al Siglo de Oro, y a lo que las atribuciones en el orbe teatral se refiere.
También en el siglo XX español abundan los casos de falsarios y mixtificadores: Max Aub ha sido retratado en este fresco de las falsificaciones. Como se sabe inventó a Josep Torres Campalans, un artista al que dotó de biografía y alma. A fin de cuentas «los individuos somos relatos y cada biografía, una convención narrativa.» Y por supuesto no se pueden obviar los heterónimos de Pessoa, Unamuno o Machado, por citar solo unos pocos.
Para hacerse una idea más general de la literatura española, es necesario acercarse a este ensayo ameno, profuso y amplio, en el que se nos explica ese otro ámbito de la escritura, de la literatura fantasma y especular que transita por el lado de lo falso, lo impostado y lo apócrifo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario