Salvador Gutiérrez Solís
No me cabe duda de que existen determinados títulos que actúan a modo de anzuelos: cuentan con la capacidad de “pescar” a nuevos y diferentes lectores. Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock, de Héctor Sánchez y David Sánchez, es un magnífico ejemplo para ilustrar esta afirmación, ya que tanto melómanos empedernidos, lectores habituales o simplemente curiosos pueden disfrutar, con semejante intensidad y placer, este libro.
Un libro que, en primer lugar, a simple vista, es un hermoso objeto, en su portada, así como en las estupendas ilustraciones creadas por David Sánchez para cada uno de los capítulos, y que se complementan a la perfección con los textos de Héctor Sánchez. Pero Paul está muerto es mucho más que un bello objeto, ya que logra, de una manera amena, pedagógica, ofrecernos un retrato nítido de buena parte de los más legendarios nombres de la historia del rock.
Elvis puede que siga vivo, tal y como canturreaba Calamaro en su canción, sopla ochenta velas en una cantina de Nuevo México. ¿Fueron Jagger y Bowie amantes ocasionales o todo es producto de un ataque de celos? Esos mensajes demoniacos, como tarareados por la niña de El Exorcista, cuando giramos el vinilo en dirección contraria. Artilugios sexuales de las más diferentes condiciones, tamaños y especies, acuáticos y terrestres; esa estrella del rock que aterroriza a los animales con los que se topa. La viuda permanentemente sospechosa, los “tiros” de Richards, el suicida club de los 27, automóviles que se arrojan a la piscina o la resurrección del Rey Lagarto.
La breve, pero intensa y a ratos atropellada, historia del rock está plagada de grandes leyendas, en infinidad de ocasiones no dejan de ser la flor de un rumor, de un bulo, que germinó a toda velocidad, que han soportado con vitalidad, camufladas tras la falsa máscara de la veracidad, el paso del tiempo y de las generaciones. David y Héctor Sánchez retiran las máscaras de estas leyendas y nos arrojan luz sobre lo realmente sucedido, que en determinadas ocasiones comenzó siendo una inocente y simple anécdota. El poder del rumor, el gusto por la mentira, el expansivo gas de la exageración.
Y Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock es, por encima de todo, un libro muy divertido, algo que se agradece especialmente, y que no está reñido con esa pedagogía que le reconozco. Como tampoco lo está con una narrativa más que convincente, que no renuncia a la información sin olvidar el sentido del humor o la ironía. Textos, como indicaba, perfectamente ensamblados a las ilustraciones, algunas de ellas con una asombrosa carga psicológica, y que consiguen mostrarnos un retrato más nítido, más preciso, más total, de lo relatado.
Es de agradecer la apuesta de la editorial Errata Naturae por ofrecernos diferentes visiones sobre todas esas propuestas culturales contemporáneas que tardan en ser reconocidas o estudiadas desde el academicismo, pero que, sin embargo, no tardan en ser asumidas y asimiladas por multitud de consumidores, puede que necesitados por ventilar los discursos mil veces escuchados y contemplados. Pedagogía, diversión, humor y aire fresco, también, casi un ciclón, en Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock.
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