Eduardo Fariña Poveda
La Casa Amarilla (Pre-textos, 2013) es el nuevo poemario de Julio Espinosa Guerra (Chile, 1973). Es el sexto poemario del autor, el cuál reside en Madrid desde 2001 y a partir de 2007 en Zaragoza. Director de la Escuela de escritores de Zaragoza, Espinosa lleva muchos años alternando la escritura poética y narrativa con la docencia de escritura creativa de talleres literarios. Su anterior premio poético fue el Premio Pablo Neruda 2011, otorgado en Chile, a la labor y trayectoria poética de autores chilenos menores de 40 años. Su segunda novela La Piel Fría de Agosto (Alfaguara Chile, 2013) fue semifinalista del Premio Herralde de Novela.
Dividido en trece poemas, con versos que son fagocitados por una estructura estrófica, el poemario es una reconstrucción más ficticia que real de un periodo de la infancia del autor, que coincide con los primeros años de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). En los textos hallamos una recolección de los recuerdos de este periodo, en el cuál se aprecia inmediatamente el tratamiento experimental del lenguaje. Esto permite al lector descubrir que no son recuerdos casuales contados en primera persona. El poema de menor extensión abarca las dos carillas y el más largo unas cinco. Esta estructura es radicalmente distinta a la que el autor había utilizado en sus libros más emblemáticos. En NN (Editorial Gens, 2007) los textos eran conformados por versos más cortos y el mensaje más condensado en clave política y en Sintaxis Asfalto (Editorial Olifante, 2011) el contenido era mayor protagonista con una narrativa de viaje –un road poem– donde el hablante lírico de los textos presenciaba desde una ventana una serie de acontecimientos sintácticos, de acusada temática ecológica.
En el libro que nos convoca, los trece textos son una singular forma de reflexionar sobre la forma y el contenido del pasado de un poeta, de un poema. En palabras de Niall Binns, durante la presentación del poemario en Casa América: «el pasado pervive en el presente del poema, el pasado en el poema es aquí, es ahora». A raíz de unos versos de Dylan Thomas: «el balón que lancé jugando en el parque/ aún no ha alcanzado el suelo», Binns comenta la singular propuesta de los poemas en intentar que el pasado se encarne en el presente. Observamos esto de inmediato en el primer texto: «Recolecto los frutos de la memoria bajo el manto de la nieve. Suelo encontrar piedras fosilizadas, pequeños huesos, espinas, por sobre todo espinas, aguzadas, perfectas, blancas…» (p. 11)
Imágenes de la infancia, del padre, de los paisajes precordilleranos chilenos aparecen reiteradamente en el texto. Son imágenes que el poeta toma prestado de su recuerdo para crear textos que tienen una intensión de ser poema del lenguaje, del silencio, si quisiéramos aceptar la nomenclatura para adscribir el trabajo de Espinosa hacia alguna corriente reconocible en el panorama de la poesía escrita por latinoamericanos en España. La trayectoria del autor es un desplazamiento hacia el interior del poema; dotarlo de una amplia gama de recursos retóricos que apuestan por exhibir todas las posibles caras de la poliédrica realidad. En La Casa Amarilla notamos que el poeta descubre y selecciona sus palabras en medio de un paisaje confuso, ambiguo y falso: «Las palabras precisas se esconden en medio de un bosque de falsas palabras, tal cual el afecto verdadero se oculta en un bosque de falsos recuerdos» (p. 50)
El lector se encontrará con un poemario de acusado rigor conceptual, con versos que bordean la prosa poética. Donde hay melancolía y donde se respira grandes momentos de libertad creativa. De todos los poemarios del autor, probablemente este sea su libro más personal y más autobiográfico. La Casa Amarilla ofrece múltiples lecturas y cada poema es un fragmento de una realidad fraguada por los leños de la memoria. Con este poemario, Julio Espinosa confirma una de las trayectorias poéticas más interesantes de la poesía latinoamericana.
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