Miguel Baquero
Tras ganar el premio Blas de Otero con su anterior poemario, Las sumas y los restos, una mirada emocionada sobre el interior de las personas y las presencias, pero sobre todo las ausencias, que lo componen —en la autora como en quien lee: se trata de una poesía que busca esa voz común a todos; no en vano hay un verso que parece haber adoptado A. P. C. como lema y es «escribo sobre mí / porque yo / soy cualquiera»—; tras este magnífico ejercicio de poesía íntima y desgarrada, Ana Pérez Cañamares vuelve a las librerías con Economía de guerra, un libro de tono, en apariencia, muy distinto al anterior.
En todo caso, los libros de Ana Pérez Cañamares son verdaderos acontecimientos. Una oportunidad de encontrarse con la poesía de hoy, viva, latente —ya lo creo, y con unas pulsaciones aceleradas—, poesía inserta en el mundo que nos rodea y afectada por los problemas que nos incumben. Poesía que está siendo. Y que en el caso de este nuevo libro de A. P. C. alza la voz, a veces en grito, para denunciar la injusticia y a indignidad a que nos hemos visto reducidos. O arrastrados, si se prefiere, sin oponer la resistencia debida. Ya los primeros versos, o antes incluso: las primeras palabras de esta Economía de Guerra claman contra la nueva religión del beneficio económico sobre todas las cosas, en que nos han hundido… o nos hemos hundido por nuestra pasividad. En varias ocasiones la autora se pregunta cuánto de culpa ha habido en nosotros, aunque solo haya sido por ser tan ingenuos. «Yo no habitaba ya esta comunidad de hombres como arquitecto…»
Pregunta que al fin sólo queda esbozada, porque lo que al cabo importa es que hay gente —los destinatarios de esta colección de poemas— rebelada contra este estado de cosas que parece haber sustituido a la verdadera vida, apartada para que no estorbe al crecimiento económico: «Llega la vida y se planta ante vuestra verja. / Es una mendiga que acepta toda limosna. / Pero vuestro perros la ladran / vuestros guardias no la dejan pasar».
En Economía de guerra, la autora plantea el mundo seccionado tajantemente en dos, quienes lo dominan y quienes resisten en nombre de la vida —entendida «vida» como la naturalidad, la espontaneidad, la alegría—. Un mundo al borde de la batalla que cada día se va planteando de manera sorda: no es normal esta resignación y desesperanza con que la mayoría sobrevivimos, esta derrota cotidiana, o quizá fuera mejor decir —y no es broma— semanal: «Si el sábado fue territorio/ liberado, el domingo es / arrabal de la ciudad sitiada, [víspera] del que entra al matadero.»
Este nuevo libro de poemas de Ana Pérez Cañamares quiere ser un canto contagioso a la resistencia, a recuperar la verdad de cada uno y la poesía apartada por tantos intereses. Pero al tiempo que la autora llama a la confrontación, se advierte al fondo —y esto es lo que, en opinión de quien reseña, hace a este poemario más humano, luego más poético— la presencia de una duda. Es cierta la perversidad del orden establecido, palpable la manera en que nos engaña y domina, inmoral como nos utiliza para luego dejarnos indefensos… pero quizás —siento al ir pasando las páginas de este poemario— se trate solo del tiro de gracia. El sistema, sí, nos da la más escandalosa y brutal patada en los genitales, pero quizás antes la simple existencia, según marchábamos hacia delante, nos ha ido desgastando con innumerables collejas. Creo advertir al fondo de estos versos de A. P. G. su lamento por lo que —sistema o no mediante— se va perdiendo irremisiblemente. Me estremece, hasta casi de verdad doler, un poema como: «Que hago si se me muere la curiosidad […], qué hago si se me muere en plena niñez». Me conmueve su resistencia interior a conservar la poesía, aunque alrededor todo tenga visos de derrumbarse: «Yo no entiendo cómo el cielo / abandonado por las nubes / puede aguantar su tensión azul»… y justo en la página siguiente, en prosa, esta otra joya de observación sensible: «He visto cómo dejaba caer el agua la fuente de un pueblo deshabitado. El agua pura, que tantos cuidados había costado a los hombres…»
No la declaración de guerra, con ser hermosa, ni los preparativos de la batalla, con sacudir nuestro interior, sino esta emoción lenta al fondo del poemario, que parece cumplirse en este verso infinito: «si hay salvación, estará en la ternura», es lo que hace de este nuevo libro de Ana Pérez Cañamares otra ocasión de entrar en, y conmocionarse con, y hacerse adepto a su poesía y a la de otros nuevos autores que ahora mismo en este lugar están creando obras de futuro.
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