Ignacio Sanz
Se trata de la primera novela del autor que en 2010 publicó Relatos invisibles, un libro de cuentos. La novela viene avalada por el premio de novela corta “Dulce Chacón”. Lo que nos cuenta Ontañón es una historia rabiosamente contemporánea, el protagonista y narrador es, en efecto, un periodista despedido y perplejo que, para salir de su propio desconcierto hace recuento de su vida en la que se han ido sucediendo los tumbos y descalabros, tanto profesionales como sentimentales. La literatura puede ser una salida airosa para evitar la consulta del sicoanalista. La novela comienza de manera meridiana: «Me llamo Francisco Bueno y soy un periodista despedido. Uno de tantos». A partir de ahí comienza una trama curiosa que es también un reflejo fiel de nuestra época en la que no faltan trabajos precarios, rupturas sentimentales, traiciones pequeñas, miserias de todo tipo y, cómo no, corrupciones y sobornos que arrastran al narrador a hacer recuento de una vida que se va desgranando con elegancia ante los ojos perplejos del lector.
Dicho de otro modo, uno podría responder que hemos llegado aquí, al presente de una España en bancarrota magníficamente retratada porque cada uno, en la medida de sus posibilidades, ha contribuido un poco a este estado de cosas. Y eso, pese a la sensibilidad del narrador, un periodista culto, que se maneja en bastantes registros musicales y literarios, un hombre sensible al que la necesidad empuja hacia los derrumbaderos insalubres de una Galicia que se adivina tras ciertas nieblas y ciertas curvas.
Me ha interesado mucho el estilo de Fernando Ontañón, la aparente sencillez con la que narra historias complejas. Los personajes que retrata aparecen llenos de matices, de pequeñas contradicciones que, en medio de sus dudas, de su inseguridad, reflejan muy bien no solo la inestabilidad de nuestro tiempo, sino las debilidades de nuestro carácter. Por lo demás vivimos una época tan rica en miserias que el autor no ha tenido que esforzarse demasiado para hacer un retrato crudo de lo que nos acontece sin necesidad de cargar en exceso las tintas. No es preciso caer en esperpentos cuando el esperpento y el desamparo reina entre nosotros.
«Me dejo ir sin demasiado esfuerzo, respirando el aire salobre que me llena los pulmones y me insufla nuevos ánimos, un optimismo que parece provenir del paisaje, de la mañana fresca y limpia, de la promesa de un día tibio de luz trigueña, de uno de esos días infantiles origen de todos los veranos del mundo.» Traigo a colación este párrafo, elegido al azar, para recalcar la elegancia del estilo, la capacidad sugeridora que empuja al lector, más allá de la trama, a seguir línea a línea, la historia de los personajes.
Por lo demás, mientras leía El periodista despedido recordaba tantas y tantas novelas protagonizadas por periodistas en nuestra narrativa reciente. Y es que la de periodista es una profesión que se presta como pocas a retratar los abismos de la modernidad, así como la precariedad laboral, los pequeños sobornos, las manipulaciones y pequeños engaños a los que con tanta frecuencia se ven obligados los profesionales en medio de la intemperie que acecha. Fran Bueno, el periodista despedido que protagoniza esta novela es tan sólo el retrato cabal de un profesional de nuestros días.
Espero que Fernando Ontañón siga en la brecha y, tras esta elegante y leve novela, siga haciendo nuevas entregas literarias. Arte no le falta.
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