Pedro Pujante
La obra de ficción de César Aira (Coronel Pringles, Argentina, 1949) es muy extensa y se encuentra diseminada por multitud de editoriales, por lo que seguir su rastro o tratar de compilar todos sus nouvelles o relatos es una tarea irrealizable.
Así que cuando aparece un intento de reunir algunos de sus mejores cuentos se agradece. En este volumen encontrará el lector diecisiete piezas breves que fueron escritas entre 1996 y 2011, diecisiete «relatos a medio camino entre el cuento y la crónica imaginada».
Cuando se lee a Aira uno no sabe adónde se dirige, quizá porque ni el mismo autor conoce el paradero último al que han de desembocar sus historias. Por eso una de las primeras cuestiones que nos surgen es: "¿qué no puede ocurrir en los textos de Aira?" Porque una historia de corte autobiográfico sobre la niñez en Pringles puede derivar en una trepidante y rocambolesca aventura con enanos asesinos y monstruos, con personajes que retornan del pasado, y con la certeza de que la memoria, la locura y la fantasía están compuestas por el mismo material en los tejidos narrativos de Aira. Quizá la materia misma de la que están hechos los sueños, como advirtió Shakespeare.
Además otra de las características de la prosa airana es que se renueva a sí misma en cada frase, avanza hacia un punto indeterminado, gira, se abre paso sin control, en un aparente caos argumentativo pero que en su conjunto se advierte cierta coherencia. De hecho, la precisión con la que se da cuenta de algunos acontecimientos permite que lo absurdo se mute en asunto lógico y hasta creíble.
Algunas historias, como ya se ha dicho, transcurren en Pringles, es decir, en el territorio de la infancia del autor, un lugar mitificado por el juego y los recuerdos fastuosos de un niño que se ha convertido en escritor sin renunciar a su fragor imaginativo; Aira consigue hacer que fantasía y recuerdos se confundan en el juego distorsionante de su literatura.
En otros relatos, como por ejemplo "El perro" nos propone una situación que pasa de la aparente normalidad –un hombre paseando en autobús urbano- por la obsesión y el miedo, hasta confluir en los meandros vertiginosos del absurdo y lo grotesco.
Y es que el absurdo, se podría afirmar sin temor, es uno de los temas que se erigen como principales en la obra de Aira. Pero no un absurdo pesimista y crítico como pudiera verse en la obra de Beckett, sino quizá más desenfadado y burlón como tiene lugar en Ionesco o en Virgilio Piñera. Absurdos son los planteamientos de cuentos como "Picasso", en el que un genio le da la oportunidad al narrador de elegir entre ser Picasso o poseer un Picasso. O "El té de Dios", en el que se relata la estrafalaria decisión del Creador de celebrar su cumpleaños con un té invitando solo a monos. Ya se puede imaginar el intrigado lector qué consecuencias puede acarrear dicha ceremonia de primates y desenfreno. Y a modo de explicación teórica del universo airano se puede leer "El hornero", un texto paradójico, un falso ensayo, de corte pseudo científico a través del cual el autor nos hace saber que el hombre, a diferencia de los animales, entre ellos el hornero (un ave), vive regido por un estricto programa instintivo, por lo que paradójicamente nuestro albedrío cultural es solamente una ilusión.
Además de lo ya anotado: absurdos argumentos; ficción hiperbólica y realidad en un mismo plano; mucha fantasía e inagotable sentido del humor, se podrían añadir un par de características más para acabar con esta reseña sobre los cuentos del autor. César Aira despliega una escritura correcta y pulida, sabe contar una historia, hacerla interesante y convencernos con una prosa sólida y sin titubeos de que el mundo es algo distinto de lo que creíamos. Y por supuesto, que el humor es la herramienta de la que se valen los narradores inteligentes y dotados para reírse del universo, es decir, para imaginar y crear el suyo propio.
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