Daniel López García
El armario de acero es el primer título del catálogo de una nueva editorial que nacía el pasado mes abril, la editorial Dos Bigotes. El libro consiste en una colección de textos literarios de diverso género, pertenecientes a un total de dieciséis autores nacidos en Rusia. Sus fechas de nacimiento se encuentran entre los años 1964 y 1990, encontrándose actualmente todos en activo. Realizar un comentario crítico de esta obra no resulta tarea fácil por algunos de los motivos que acabo de indicar. Por un lado, la selección de autores es amplia y sus voces diversas. Si bien son contemporáneos entre ellos, el margen entre los mayores y los más jóvenes es lo suficientemente significativo como para poder abordarlos desde una perspectiva generacional. Además, la naturaleza de estos textos responde a diferentes cauces de expresión, encontrando una mayor presencia del relato breve, junto con poemas y textos híbridos que combinan rasgos del texto teatral y el narrativo. Por último, estamos frente a una antología de autores prácticamente desconocidos en nuestro país para los que está edición supone la primera traducción de su obra al castellano. Por tanto, retomo la nota introductoria de los editores, Gonzalo Izquierdo y Alberto Rodríguez, para este libro en la búsqueda de un ángulo que me sirva de herramienta para su comentario. De ella extraigo lo siguiente:
«La curiosidad está en el origen de El armario de acero. Una curiosidad que en su inicio tuvo una doble dirección: profundizar en nuestro conocimiento acerca de la literatura rusa contemporánea y descubrir cómo ésta abordaba la temática gay y lésbica en momentos de confrontación política y social»
A partir de esta declaración de intenciones, analizo esta obra. La primera dirección que toman los editores es eminentemente literaria, tal y como expresan, y en ese sentido la obra recoge una selección de textos de autores en activo de los últimos treinta años de la historia literaria de Rusia. El conjunto de escritores seleccionados están relacionados con el mundo cultural del país, algunos desde el exilio, y se encuentran vinculados a revistas literarias, editoriales, el mundo académico, e incluso han sido galardonados o seleccionados para algunos de los premios más importantes del panorama literario del vasto país como son el Premio Debut para jóvenes autores o el Premio Andréi Bely, premio literario independiente más antiguo de Rusia. Por tanto, parece evidente que sí nos encontramos ante una selección de textos relevantes de la producción literaria de la Rusia actual.
En cambio, la segunda dirección por la que se mueven, más que con una cuestión literaria en sentido estricto, tiene que ver con el deseo de reflejar una situación política y social que afecta a un grupo de población en concreto. En este sentido, y sin abordar aquí el clásico debate literario sobre la vinculación de la literatura y los fines sociales, considero que la perspectiva que toma Dos Bigotes encierra un acierto dentro de este tipo de editoriales. Desde mi punto de vista, Dos Bigotes a la hora de manejar lo gay en literatura, en lugar de tratarlo como un elemento propio de una sensibilidad diferente y diferenciadora, los editores manifiestan su interés por reflejarlo desde su perspectiva social, la de mostrar esa particularidad como producto de un contexto afectada por unas determinadas tensiones. Y si me permito la digresión en este punto, es porque creo que arroja algunas luces para exponer mi lectura de la obra.
Por tanto, y desde su intención manifiesta, El armario de acero, más que un ejemplo de literatura donde lo gay o lo lésbico es un cauce de expresión de una angustia o un deseo particular, se convierte en un sismógrafo que recoge diferentes inquietudes o reflexiones donde el elemento gay emerge con el objetivo de reflejar una producción literaria vinculada a un contexto social concreto. Este punto es uno de los que estimo de mayor interés a la hora de fijarnos tanto en la editorial como en el libro, ya que los diferencia del resto con las que comparte temática, al menos en su intención. A partir de aquí, los textos seleccionados para esta antología se sitúan entre estos márgenes de lo particular y lo general, entre lo específicamente gay y lo gay concebido como una experiencia que sirve de motivo para tratar otros aspectos de carácter universal. De antemano, sí les aviso que más interesante se convertía mi experiencia lectora en la medida en que lo escritores contenidos en ella se han acercado al segundo margen que cito.
En primer lugar, en el libro podemos identificar una serie de textos de autores que tratan el tema de lo gay asociándolo a los valores de belleza masculina en sus aspectos más armónicos, grotescos, incluso absurdos; el deseo por el cuerpo masculino manifestado en la pulsión y el acto sexual; y la recuperación de estereotipos masculinos tradicionales asociados ahora a prácticas homosexuales, especialmente llamativa es la figura del militar. Entre estos autores –todos hombres- se encuentran Aleksander Belykh (1964), Ilya Ilyn (1975), Vadim Kalinin (1973), Nikita Mironov (1986), Slava Mogutin (1978) -autor que además refleja una actitud de contracultura en lo gay, la homosexualidad como rebeldía centrada en el placer-, Dmtry Volchek (1964) y Maksim Zhelyaskov (1972).
En un segundo grupo encontramos a autores que recrean pasajes con aires costumbristas y escenas donde predominan la soledad y la nostalgia como producto de unas relaciones no satisfechas y de amores imposibles, en las que como contrapunto aparece en ocasiones la solidaridad entre desconocidos: Dimitri Kuzmin (1968), Valery Pechykin (1984) y Vasili Chepelev (1977).
En tercer lugar, reunimos a dos autores que plantean, a partir de los textos literarios, una confrontación más evidente entre lo gay y el contexto político y social. Ejemplo de ello son los textos de Aleksander Anasevich (1971) en el que desarrolla una visión que confronta la soledad de una voz que padece de SIDA y una sociedad que continuamente alardea del sexo, o Sergei Finogin (1990) que refleja en su poesía los cambios en los estereotipos de género a través de la que sea quizá una de las voces poéticas más interesantes de la antología.
Por finalizar, en el último grupo se situarían aquellos autores cuyos textos manifiestan un impulso que aspira a conectar lo particular con un alcance general: Margarita Meklina (1972), Aleksander Murasov (1978), Stanislav Snitko (1989), Natalia Starodubtseva (1979) y Galina Zelenina (1978). Para este lector, este grupo muestra los textos de mayor interés y alcance literario de esta antología, donde curiosamente tres de los cinco autores que destaco son las únicas mujeres de los dieciséis de la antología. De entre estos cinco pongo el acento en dos de ellos, la escritora Margarita Meklina y el escritor Aleksander Murasov. Margarita Meklina a partir de relatos breves crea una red narrativa en la que las voces y sus ecos construyen la historia de unos personajes en el exilio y sus relaciones, por las que accedemos a la expresión de un deseo y una necesidad colectiva. Por su parte, Aleksander Murasov escribe una poesía que se enfrenta a la tradición en un doble sentido: cultural e histórico. De esta manera, la voz poética se siente parte de ellas al mismo tiempo que manifiesta su carácter genuino, para enfrentar el paso del tiempo, el amor y la muerte de una manera universal.
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