Julián Díez
Tal vez, querido lector, haya visto la acumulación de títulos en las librerías acerca de la I Guerra Mundial, evento del que este año se alcanza el centenario. Y quizá, dado que no pueda evitar sentir cierta curiosidad sobre el tema, se ha preguntado: ¿cuál podría comprarme, que sea interesante de leer y me permita tener una información suficiente?
Bien, ese es el tipo de preguntas que los que somos un poco fanaticones de un tema deberíamos invertir algo de tiempo en responder. En resumen: ya me he leído yo varios de estos tochos y de algo me tiene que servir el esfuerzo (y el disfrute, claro). Puedo darles un dictamen razonado: quédense con este,
Stevenson presenta aquí las mejores cualidades de la escuela historiográfica británica popular actual, consiguiendo librarse de algunos de sus defectos. Es decir, escribe de una forma cristalina, subordinando siempre su estilo a la claridad de los hechos, y descomponiendo estos de forma que su evolución resulta fácil de seguir y entender.
El único punto negativo es la sensación de inevitabilidad que da el conjunto; hastas llegar al conocido arranque de Sarajevo, Stevenson nos ha ido tejiendo una telaraña en la que no parece haber otro curso razonable de los hechos que el que él explica con nitidez. Es difícil admitir que la historia se desarrolle como un engranaje tan bien encajado como el que presenta Stevenson, por mucho que dé una mínima cabida al elemento azaroso, y el lector avisado debe tener en cuenta siempre la existencia de otras interpretaciones, pero el hecho es que su planteamiento funciona y está bien razonado.
También es positivo que, en la medida de lo que le ha sido posible, Stevenson es menos localista en su presentación del conflicto que la mayoría de sus compatriotas. Es casi inevitable, por conocimiento del idioma y reconocimiento de sus autores, que casi todas las historias de las guerras mundiales disponibles en el mercado español estén escritas por anglosajones. Sin embargo, Stevenson parece haber tenido más presente la posibilidad de escribir un ensayo definitivo, con vocación internacional, que la mayoría de sus paisanos más conocidos (Hastings, Beevor...).
El frente oriental, donde cayeron por millones los súbditos de los Habsburgo, los alemanes o los rusos, sigue aquí ocupando un papel menos destacado del que posiblemente debiera, pero ya no está casi totalmente escamoteado. Y el punto de vista de las potencias derrotadas está suficientemente presente, aunque por momentos se le juzgue con una mayor dureza.
Otro acierto de Stevenson a la hora de hacer este libro divulgativo es el de eludir una descripción muy amplia del desarrollo de las batallas. La historia militar tiene sus atractivos, pero la I Guerra Mundial está llena de combates interminables con muy poco movimiento y, lo que resulta aún más relevante desde el punto de la narración bélica, con menos alternativas para el genio creativo. Sí tuvieron mucho margen para la heroicidad, y Stevenson da cuenta de algunas hazañas bien conocidas, pero no son el eje de su relato.
Creo que el objetivo principal, y el autor lo alcanza de sobra, es el de poner en contexto la importancia de este conflicto en el desarrollo de la posterior historia. En primer lugar, en cuanto a escala de destrucción: es la primera guerra moderna con fallecimiento masivo de civiles y empleo de armas de una eficacia brutal, como las ametralladoras, los tanques o los bombardeos aéreos. Baste recordar que en las guerras napoleónicas, el anterior conflicto más sangriento, murieron cerca de seis millones de personas en doce años; en la I Guerra Mundial fallecieron el doble en cuatro años. La sociedad que vivió esos cambios resultó traumatizada y la obra retrata bien ese cambio de mentalidad, ese nuevo vértigo producido por el avance científico convertido en una amenaza cierta para el hombre.
Por otro lado, aunque la II Guerra Mundial se cobrara muchísimas más vidas, aunque resultara militarmente muchísimo más interesante, la influencia en el mundo de hoy de la I Guerra Mundial es superior, y Stevenson atiende de forma especialmente detallada a esa multitud de flecos sueltos. El conflicto de los Balcanes, la actual situación de Ucrania o la de Siria tienen su punto de partida en 1918, en la conclusión de esta guerra; el mundo que vivimos hoy cien años después aún no ha encajado bien el cambio que supuso este final de los regímenes autocráticos para dar paso a repartos con criterios nacionales discutibles, y a unos estados parlamentarios demasiado condicionados, demasiado temerosos de dar el paso definitivo hacia la falta de tutelajes.
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