Guillermo Ruiz Villagordo
Democracia no es una novela, no puede ser una novela. No lo es porque al contar lo que cuenta su autor sabe que sólo puede aspirar a componer una colección de escenas, imágenes y reflexiones sobre personajes desgajados de una narración sin argumento, en la que representan desde el papel protagonista hasta el extra más inadvertido, amparados por un lenguaje ampuloso y desbordado, a veces alucinatorio, la mayoría de las veces alzado desde un sarcasmo inmisericorde, donde una metáfora puede construirse con tanta fuerza y credibilidad con una marca de juguetes como con un nenúfar. Sí, en este artefacto literario avasallante no ocurre nada y ocurre todo, nada sucede pero todo trama los hilos de su propia historia, entremezclando vidas con un objeto que se desvanece y aportando perspectivas inauditas donde el nexo de unión entre las escenas resulta tan impensable como lo es el de todos los implicados en esta crisis de la que nos ha tocado formar parte.
Por supuesto, soy consciente de que quien lea las líneas precedentes no habrá podido hacerse una idea clara de la obra de la que hablan. ¿Qué tendría que reseñar entonces? ¿Debería desvelar mejor que el despido de Marco, diseñador gráfico de complejos residenciales, coincide con la quiebra de Lehman Brothers, punto de inicio por consenso de la actual crisis económica, y que con él como improbable (en principio) correa de transmisión asistimos a la incidencia de estos hechos tanto en las trayectorias vitales de su mujer, su jefe, su ex-compañera de trabajo..., como en los altos estamentos económicos zarandeados por el profeta falsario, trepa visionario, George Soros, recuperándose en el transcurrir de la narración fragmentos de pasado a modo de flashes desconcertantes, a la vez que nos obliga a examinar las razones y sinrazones de cada uno de los participantes de la amarga comedia democrática de nuestra vida? No, seguramente ésta tampoco es la forma.
Para un novelista hay tres terrenos de arenas movedizas a la hora de escribir: la prosa poética, el tratamiento de lo social y la perspectiva sarcástica. Pablo Gutiérrez es uno de los pocos que ha conseguido mezclarlos sin que nada chirríe, potenciando cada elemento sin que ninguno destaque sobre los demás mediante el uso inteligente del resto de ellos, con un poderío verbal que es de admirar además de disfrutar. Por ello la tercera explicación de Democracia, que es la que tiene auténtico valor, es la que cada lector componga en su cabeza tras la lectura del libro.
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