Ángeles Prieto Barba
Cuando don Francisco de Quevedo publicó en 1613 el conocido soneto Miré los muros de la patria mía, ese que siempre hemos contemplado como lamento del poeta por la decadencia del Imperio Hispánico, incluyó asimismo la imagen elocuente de “los arroyos del hielo desatados”. Pues bien, a la luz del libro que presentamos aquí, no tiene por qué buscarse metáfora alguna tras esas palabras, sino fotografía más o menos exacta del paisaje que contemplaba.
Y de eso nos enteraremos ahora mejor porque Parker nos ha proporcionado sobre el siglo XVII un libro serio, sabio y apabullante en datos, incontestable, una especie de gran legado para todos nosotros y cuántos nos sucedan, que a la luz de la historia nos advierte de lo inevitable: tendremos en el futuro serios cambios climáticos, con o sin nuestra intervención contaminante. Pues es lo que ocurrió hace cuatrocientos años durante la llamada Pequeña Edad de Hielo, cuando la temperatura del planeta descendió de manera natural unos grados, debido a la disminución de la actividad solar, el aumento indudable de la actividad volcánica, continuas repeticiones del “Niño”, lluvias torrenciales y sequías pertinaces. Situación que provocó tremendas hambrunas, guerras constantes, graves revueltas políticas y sociales, persecuciones religiosas y la desaparición de casi un tercio de la población mundial en consecuencia. La originalidad y el trabajo encomiable, pero también grandeza moral de este libro, nos pone todo esto en evidencia.
Volumen que espero pueda encontrarse en breve en todas y cada una de nuestras Facultades de Filosofía y Letras, a disposición de tantos alumnos y profesores que deben estudiarlo a la hora de profundizar en este siglo difícil, aunque para el lector sin necesidades académicas va a suponer también una lectura provechosa y bastante grata. Por ello debemos valorar asimismo el trabajo de los traductores, que han tenido no solo que lidiar con el idioma, sino también reflejar comprensiblemente características de tantas culturas lejanas como aparecen en el libro. Algo que no se consigue sin consultar previamente con el autor cuantas veces haga falta.
Las casi mil quinientas páginas que componen este libro suponen un ejercicio de síntesis considerable, si tenemos en cuenta que abarcan un siglo repleto de convulsiones cubriendo el planeta al completo, y de que ha supuesto quince años de trabajo recopilarlo todo. Lo que se ha conseguido sin abandonar en ningún momento el prisma del clima hostil, aunque los males aquí detallados y cómo logramos enfrentarnos a ellos, están expuestos bajo una sólida estructura, necesaria para que integremos bien toda la información recibida. Esta consiste en una primera parte general para proporcionarnos datos concretos sobre todos los cambios climatológicos que sobrevinieron y sus consecuencias (hambrunas generalizadas, enfermedades contagiosas, plagas de langosta, crisis de subsistencia), para pasar a un enfoque particular donde se analizan sus efectos en los principales y diferentes Imperios: el cambio de dinastía en China, Rusia y sus convulsiones, los turcos, que vieron inundada La Meca con el Bósforo congelado, Alemania y su Guerra de los Treinta Años, la Península Ibérica con Portugal y Cataluña haciendo mutis, Francia y su Fronda, la Revolución Inglesa. En una tercera parte más breve, veremos a los mogoles campeando por sus respetos, las rebeliones italianas, las tragedias de las que tanto desconocemos en África y Australia, los complicados inicios de los estados americanos, y la excepción del poderoso Japón Tokugawa. Una cuarta parte sirve para analizar cómo se comportan los actores protagonistas de este drama: campesinos, soldados, clérigos, aristócratas descontentos, intelectuales. Y en el quinto y último bloque nos enteraremos de cómo se remontó esa crisis tan tremenda en cuanto el clima cambió. Por tanto, la visión amplia que aquí obtenemos no es sólo lineal, lectura a la que estamos acostumbrados, sino circular con grandes cambios que perdurarán en los siglos sucesivos, como la supremacía tecnológica de Europa y la decadencia progresiva del Imperio Hispánico hasta su completa desaparición.
En la advertencia final, que recoge con inteligencia avispada qué poca previsión se demostró en el reciente episodio del Katrina, el desastre natural económicamente más gravoso en toda la historia de los poderosos Estados Unidos, el autor nos pondrá en alerta sobre la necesidad de invertir ya en estos asuntos, lográndolo con bastante más eficacia que cualquiera de los documentales y mensajes políticos ya vistos. Por ello, dado el esfuerzo, el rigor, el corazón y la generosidad con la que este libro ha sido escrito, sólo cabe esperar que sea acogido con el entusiasmo debido.
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