Ángeles Prieto Barba
Si nos acordamos del Capitán de mar y guerra de Patrick O'Brian, con ese apuesto pero inventado Jack Aubrey, interpretado en la película de Peter Weir por el guapísimo Russell Crowe, no podemos menos que contrastarlo con este Almirante en Tierra Firme: don Blas de Lezo y Olavarrieta, el más brillante y capaz estratega de la historia de la Armada Española. Con la particularidad de que este “mediohombre”, tras cumplir con su deber de militar, ya no era hermoso. Mucho antes había dejado ojo, brazo y pierna por su patria. Por lo que también concluimos que la Rule Britannia y sus ciudadanos otorgan honores y reconocimientos a sus héroes.
Tanto, que hasta llegaron a acuñar en 1741 una medalla conmemorativa donde Blas de Lezo aparecía arrodillado (imposible, cojo como estaba) e implorante ante Edward Vernon, haciendo el ridículo por completo porque el almirante británico, con su impresionante flota de 186 naves y 28.000 hombres, recibió la del pulpo en resumidas cuentas, teniendo que volverse sin poder tomar Cartagena de Indias, defendida por 3.600 hombres y solo 6 navíos. Hay diferencia. Después de esto, a Blas de Lezo tuvieron que rehabilitarlo porque el virrey Eslava incluso llegó a pedir su ajusticiamiento por incompetencia, mientras que Vernon aún sigue enterrado en la abadía de Westminster. Así somos y esta es la historia verdadera. Vayamos a la novela de José Vicente.
En primer lugar, es preciso destacar su claro enfoque didáctico, porque relatarnos el asedio a Cartagena de Indias, episodio crucial de la llamada “Guerra del Asiento” o “Guerra de la oreja de Jenkins” (1739-1748), respectivamente, no es fácil. Debemos tener en cuenta que no se resolvió en una única batalla naval, sino en tres ataques sucesivos en tierra que fueron rechazados con notable valor. Es por ello que el autor se sirve de un personaje sencillo para relatarnos de manera clara todos estos episodios, en flashback: Miguel Santillana, un criado que surge de la propia calle, simpático, parlachín, espabilado y contrabandista, que aprovechará su servicio a Lezo para rehabilitarse y también, para comparecer como testigo en su causa veinte años después, donde relatará todas las hazañas. Una estratagema narrativa que resulta eficaz en su desarrollo, ante todo porque surge de un novelista no solo bien documentado, también muy curtido tras dos grandes premios y una veintena de novelas publicadas con éxito, históricas principalmente.
En segundo lugar, disfrutaremos también de un lenguaje muy cuidado, pero rico y ameno, sugerente y evocador. En la antítesis total de quiénes pretenden pasar de la televisión o las revistas del corazón a la literatura en raudo tránsito mágico, y a los que descubrimos por el empleo abusivo de diálogos cortos e inanes y por la constante presencia de tópicos y lugares comunes en sus redacciones. En este sentido tanto b, como su voz narradora o alter ego, Miguel Santillana, se contagian sin dudarlo del pundonor de Blas de Lezo para llevar a cabo ambos esta novela, su trabajo bien hecho. Pues al fin y al cabo en ese, y en ningún otro propósito, se encuentra la forja de los héroes. Concedámosle pues una lectura atenta y respetuosa, emocionante. Nuestro mejor Almirante, el de Tierra Firme, lo merece.
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