Santiago Pajares
Paul Auster se ha convertido con el paso del tiempo en un autor de culto. Esto quiere decir que su persona ha llegado a despertar tanto interés como su obra. Sus lectores quieren saber qué ha estudiado, qué ha leído, a qué ha dedicado las noches de su vida y con quién ha compartido comidas, clases y sábanas. Pero sobre todo por qué escribe como escribe. El propio Paul Auster ha ido relatando su vida a lo largo de muchos libros (Diario de invierno, A salto de mata...), no sé si para satisfacer la curiosidad general o presionado por las editoriales para sacar un libro todas las navidades, pero el caso es que lo ha hecho. Como buen narrador sabe que cualquier vida, bien tratada, genera interés y expectación, más cuando narras la de alguien que conoces tan bien como eres tú mismo. En Informe del interior nos sumergiremos en la vida de Paul Auster a través de varios apartados bien diferenciados: Recuerdos de niñez, vivencias de adolescencia, películas que le marcaron y, sobre todo, las cartas que le escribió a la que luego resultaría su primera esposa mientras estaban separados, él en París y después en Columbia y ella en Londres. Esto, evidentemente, lo convierte en un libro sólo para lectores muy asiduos de Paul Auster que quieren profundizar más en su universo, así que abstenerse primerizos.
El autor ha reflejado en muchas ocasiones la importancia del azar en el desarrollo vital de una persona. Esto puede deberse (o quizá no, ya se lo deberíamos preguntar a él) a una vez que, en un campamento scout, mientras trataban de huir de una tormenta, un rayo cayó en el chico que precedía a Paul Auster en la fila. El chico falleció, y el autor se quedó con la sensación que podría haber sido él, que esos pocos centímetros de azar marcaron la diferencia. Aunque esto está narrado en otro libro, constituye un buen ejemplo de cómo vida y obra se entrelazan. Aquí podremos descubrir sus primeros escarceos con las chicas y la música, con el alcohol y con la que sería su gran amante, la poesía francesa. Traductor de autores franceses, malvivió en París tres años conociendo a gente estrafalaria y diferente, buenas personas unas, timadores otras. Nos relatará a lo largo de un buen montón de páginas (algo excesivo, a mi parecer), dos de las películas que le marcaron de pequeño: El hombre menguante y Soy un fugitivo. Pero para mí lo que es el verdadero tesoro de este libro son las páginas en las que transcribe la correspondencia con su novia en su estancia en París (La parte de Paul). Una auténtica cápsula del tiempo en que podemos ver cómo era Paul Auster a los veinte o veintiún años. Un ser melancólico, perdido, antisocial y comprometido políticamente. Alguien que quería hacer algo, pero todavía no sabía el qué. El propio autor se sorprende de ciertos comentarios realizados en su juventud, de la inocencia de sus pensamientos en ese entonces. Y es algo que a mí, personalmente, me enternece. Porque todos nos hemos sentido perdidos en determinadas épocas de nuestra vida, y ahora podemos ver que autores de éxito, de culto, también lo estuvieron, y que todo pasa por aguantar y continuar en la carrera, sin preocuparse demasiado de lo que nos deparará el destino, porque todos, incluido Paul Auster, somos muñecos del azar.
Un libro que hará las delicias de los seguidores de Paul Auster, pese a estar un poco inflado para mi gusto.
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