Inmersos en la avalancha de tomos
interminables que siguen con desigual fortuna la senda de El Señor
de los Anillos, o actualmente de Canción de Hielo y Fuego,
los grandes editores han olvidado que la esencia de la literatura fantástica
está en sus formas cortas. Es como si para las librerías españolas sólo se hubieran publicado relatos fantásticos hasta el día en que se marcharon Cortázar y Borges, para luego dejar paso únicamente a las reediciones de los distintos clásicos y las novedades en forma de tochos de fantasía heroica o, por usar la terminología todoroviana, literatura maravillosa.
Por eso es más que laudable la intención de una joven editorial de
libros electrónicos, Fata Libelli, de ponernos al día con la
producción internacional de relato de este género.
Entre los cuatro libros que han
publicado hasta ahora, he elegido empezar por esta antología de
cuentos de Tim Pratt, un autor joven (37 años) que ya ha
conseguido notables premios especializados y que en los siete relatos
aquí presentes da una notable muestra de versatilidad. Algo especialmente destacable para poner fin a esa dualidad que señalaba más arriba: sus historias son cortas, son buenas, y son actuales.
Hay fantasía urbana en cuentos como
“Sueños imposibles”, en el que un friqui del cine accede al
videoclub de un universo paralelo, repleto de maravillas; homenajes
al folklore estadounidense como en “Hart y Boot”, con una
forajida del Oeste que encuentra un insólito compañero de correrías
o en “El pez limpiafondo”, una especie de breve Moby Dick
amargo, contemporáneo y sureño; new weird combinado con notas
artúricas y conspiranoicas en “La copa y la mesa”; una caza de
dragón pasada por el tamiz de la amargura amorosa en “El sótano
del mundo”; notas de mitología clásica en ambiente contemporáneo
en “Vida con la arpía”; y una redefinición de los parámetros
de la fantasía heroica en “Vida petrificada”. Por lo que leo en
reseñas anglosajonas, varios de ellos están relacionados con
novelas de Pratt, aunque todos resultan redondos y
satisfactorios por sí mismos.
Si sumamos estos relatos al otro que ha
sido traducido hasta el momento en castellano, el francamente repleto
de mala leche “Otro
final del imperio”, podemos llegar ya a conclusiones bastante
claras sobre qué cabe esperar de Pratt: relatos originales y
frescos, escritos con la cantidad justa de artificio para no
presentarse de forma plana, y en los que sistemáticamente parece
afrontar los temas habituales de la fantasía desde un punto de vista
nuevo, como de soslayo, con una mirada moderna infrecuente en su
originalidad. Y casi siempre amarga.
Casi se podría caer en la tentación
de decir que Pratt afronta procesos de deconstrucción de los
elementos tradicionales del fantástico, aunque lo más probable es
que simplemente tenga la cabeza ordenada de la forma necesaria para
mirar a su alrededor y encontrar la rendija por la que trasladar a
ese entorno sus propios sueños y obsesiones.
Aunque “Sueños imposibles” es su
relato más conocido hasta el momento, y abre bien la antología por
ser tal vez el más efectista, lo cierto es que en el conjunto del
volumen es quizá el relato menos sorprendente para un lector algo
curtido del género, dentro de un tono medio alto. Hic Sunt Dracones es, en su conjunto, una excelente noticia para los
aficionados, que tanto echamos de menos la emoción que supone el
descubrimiento de un relato original, el vértigo de la inmersión en
todo un mundo nuevo creado y desvanecido en solo unas pocas páginas.
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