lunes, enero 13, 2014

El último que apague la luz: Sobre la extinción del periodismo, Lluís Bassets

Taurus, Madrid, 2013. 214 pp. 19 €

María José Montesinos

Lluís Bassets ha escrito este libro que subtitula Sobre la extinción del periodismo. El veterano reportero de El País, diario del que ha sido director adjunto, aclara luego que lo que se acaba no es el periodismo en sí, sino la prensa escrita, "el papel" como ahora llamamos a los diarios para diferenciarlos de las ediciones digitales. Bassets es un periodista reconocido y de larguísimo recorrido. Que quiera ofrecernos su visión sobre la actual crisis del periodismo es siempre motivo de interés. Bassets hace referencia al ocaso que el periodismo que habíamos conocido hasta ahora vive en muchos países, pero centrando especialmente su atención en el devenir de la prensa española desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.
Resulta un acierto la introducción histórica que hace de cómo se fue originando en España el periodismo moderno. También su papel para ampliar la visión de la pacata sociedad española de la época, a la que la dictadura franquista hurtaba toda posibilidad de desarrollar un espíritu crítico y participativo con su época. La aportación singular e imprescindible que realizó a la transición política (aunque ahora se critique a esta época), un papel que hizo que los periodistas fueran figuras admiradas y respetadas por la sociedad, que lograran un afecto tan apartado de su negativa valoración actual.
Bassets explica con mucha honradez, y el no ser el primero que lo hace no le quita valor, todas las cosas que hemos hecho mal el periodismo y los periodistas. Probablemente la peor ha sido la de dejar de hacer la que debe ser nuestra función siempre: cuestionar el poder, poner constantemente en un brete a todos los poderes y a los poderosos. La crisis económica castiga a todos los sectores, pero en el caso de la prensa se vaticina su aniquilación. Las redacciones se reducen a la mínima expresión, se ofrecen puestos de trabajo que remuneran a 50 céntimos la noticia, que en realidad no son noticias, sino agregaciones de informaciones desde otros medios. También muchas veces, el mayor volumen de trabajo son también acumulaciones de información cocinada maravillosamente por los gabinetes de prensa, que el periodista no tiene el tiempo ni las órdenes de contrastar. Lo mismo cabe decir de las notas de los gobiernos locales, regionales o nacionales. Lo que se llamó el “faxismo”, por copiar lo que venía en los fax, ha sido superado por la tecnología, ya no hay faxes en las redacciones, pero no el problema: seguir la agenda informativa que nos proponen las administraciones y poderes públicos.
Así no se conquista la admiración social que Bassets relata que consiguió el periodismo de la transición. Por otra parte, cabe preguntarse si la sociedad realmente pide esa información. Si a la sociedad le importa estar informada. Bassets habla de Wikileaks, y son muy importantes sus explicaciones siendo El País uno de los periódicos que formó el pool que ofreció esa información y lo es más viendo todo lo que le acaba echando en cara a Assange. Pero siendo un episodio de relevancia histórica la filtración de los cables de la seguridad americana, ¿hizo Wikileaks subir las ventas, sustancialmente, de alguno de los periódicos que publicó los cables? Y si subieron en algún caso, ¿se han mantenido esos lectores después? ¿Esas revelaciones suscitaron más pasión en los ciudadanos que el resultado de un mundial de futbol?
De todos modos, quiero creer que, aunque probablemente Bassets acierta muy bien en los síntomas del mal y en sus causas, puede que su diagnóstico sobre la evolución de la enfermedad no sea correcto. Está por ver que el papel muera, aunque está claro que no tendrá el poder de antes y que el sector se va a redimensionar.
La compra del Washington Post por Jeff Bezos va a ser sin duda un buen punto para fijar nuestra atención y ver por donde puede ir el futuro, aunque quizá no sea más que algo anecdótico. Más interesante me parece el ver que medios que nacieron y se hicieron un nombre y una audiencia en digital, publican números en papel. Quizás acabemos teniendo papel de viernes a domingo y leamos en la tablet, apresuradamente, solo para estar enterados de los fundamental, entre semana. Ya hay diarios que salen muy ligeros de páginas de lunes a jueves y triplican el volumen de información los fines de semana, con suplementos especiales. O quizá el papel sea para la información más local. Esta sucediendo ya en Estados Unidos y, en España muchos periodistas están saliendo adelante (aunque también hay fracasos) como autónomos o con unos pocos socios, con publicaciones centradas en una comarca rural, en una localidad o incluso en un barrio.
El modelo está cambiando y el futuro, como no podía ser de otro modo, está por hacerse. Y esperemos que resulte apasionante.
Lean en todo caso, el libro de Bassets, hay muchas lecciones en él.

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