Fernando Sánchez Calvo
Juana Cortés Munárriz es una escritora forjada en los cada vez más escasos premios y certámenes literarios que poblaban este país, paso casi indispensable para la carrera de muchos talentos que quieren hacer de la narrativa un oficio de verdad y no simplemente un pasatiempo. Por ello, y ahora que afortunadamente Juana va haciéndose visible en los escasos huecos que dejan otros escritores más consagrados, me alegra que en este volumen no se haya olvidado de sus orígenes y haya publicado todos aquellos títulos que en otros tiempos la ayudaron a progresar en esa carrera. Me gusta porque, al fin y al cabo e independientemente de lo que cada uno piense de los premios, varios jurados de distintos puntos geográficos se reunieron y en numerosas ocasiones decidieron que aquella desconocida, Juana Cortés Munárriz, merecía ganar por encima de los demás.
Los relatos con los que va a lidiar aquí el lector son ágiles, certeros y, lo más importante, bien solucionados (que no es lo mismo que cerrados). En algunos de ellos como “Gunter” o “Los tres pies del gato”, en mi opinión los mejores del volumen, el delirio y el surrealismo sirven para denunciar el tema que une a la mayoría de ellos: la ausencia y huída del cariño; el primero, desolador, recurre al motivo de la maternidad no satisfecha llevada en este caso hasta las consecuencias marginales más extremas; el segundo nos arranca varias sonrisas, pero en el fondo son arrebatos de compasión que sentimos por un marido que, de repente, se ha visto sustituido en el hogar por un gato.
La denominada ausencia se vuelve concreta en otros relatos como “Gilda en casa” o “La misma luz, los mismos colores” (formalmente el texto más atrevido): en los dos el padre falta, el padre se ha ido, y en ocasiones dicha pérdida es irremplazable; en otras es el miembro femenino el que asume dichos roles que en principio no le correspondían. Lo que importa, no obstante, lo que preocupa tanto a Juana Cortés como al lector que lee sus cuentos es que en estas batallas siempre se pierde algo (la infancia, un hijo, un padre, el cariño, el amor que nos robó un tercer amigo, un sitio en el hogar) y siempre se pierde de manera silenciosa, sin que uno mismo sea consciente de qué es lo que en ese mismo instante está empezando a faltar. Libro triste, pesimista, de mirada gris aunque sin caer en ningún momento en el tremendismo. Libro misterioso también. Libro de incógnitas. Buen libro.
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