Miguel Baquero
Seguramente, una de las cosas más difíciles a la hora de construir un relato es encontrar esa mirada justa en que las cosas se sugieren mas que se dicen, en que mediante un pequeño detalle se vierte la luz sobre todo el conjunto. Pese a tratarse de su primer libro de cuentos, Eva G. Vellón (Madrid, 1978) se muestra en Disparos en el armario toda una experta en ese sentido. Modélico es, por ejemplo, el comienzo del relato “Ahogadas”, donde muy poco a poco, detalle a detalle, sin necesidad de largos, rimbombantes y decimonónicos discursos de presentación, sino con leves pinceladas, se nos va disponiendo una atmósfera alrededor:
«La mujer de blanco ha vuelto a entrar en mi cuarto, donde a escondidas trato de escribir. Aquí no nos dejan tener cuadernos. No al principio, dicen. Hoy es la tercera vez que entra en mi habitación: la misma bandeja, pandillas de distintos colores…»
Se trata de una forma de narrar (que utilizará la autora en diferentes relatos, como en el magnífico “Sala de espera”, el más largo del volumen y armado de la misma forma minuciosa) moderna, actual, desprendida de todo artificio retórico. Una forma de escribir, se podría decir, impresionista, si no estuviera tan manido el término, una escritura que pretende iluminar la oscuridad con pequeños fogonazos aquí y allá, y para la que es preciso tener, como se ha apuntado, un gran dominio de la técnica de escritura, en especial de la capacidad de contención para no apabullar al lector con detalles que pudieran ser intrascendentes y al mismo tiempo no dejar nada significativo sin decir. En este sentido, no resulta extraño que la autora, como se indica en la presentación, sea profesora de escritura creativa.
Pero al fin, y señalado este dominio de la narración, ¿cuál es el cuadro que se pretende iluminar con estos destellos? En Disparos en el armario, Eva G. Vellón parece haberse acercado al máximo a esa frontera entre la realidad común, la corriente, la mayoritaria, y lo que pueda haber al otro lado. Esa falla entre dos territorios en cuyo fondo borbotean miedos, complejos, fantasmas… Y la mejor pasarela, por lo que se muestra en estos cuentos, para pasar de una escena a la otra, es el sexo. Al menos es el recurso más frecuente. La mayoría de los relatos que componen Disparos en el armario están protagonizados por individuos digamos molientes que de pronto, y casi sin saber por qué, se internar en un club de intercambio de parejas, o en una cita a ciegas sin preámbulos románticos, o en un chat de encuentros, o experimentan con la dominación. Otras veces también es la locura la que nos pueda hacer saltar, una mañana de playa, de una dimensión a la otra, o la que nos amenaza continuamente con dar ese salto hasta que un día, pasado el tiempo, lo hace.
Son relatos, los de este primer y muy recomendable libro de cuentos de Eva. G. Vellón, que parecen, en fin, discurrir en el borde. Un ejercicio de equilibro que no hubiera sido posible sin el empleo de esa forma precisa, contenida, muy certera, de decir las cosas.
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