Ignacio Gómez-Cornejo Gilpérez
Se podría calificar de enorme hallazgo a este autor de magnífica prosa y admirable imaginación sin incurrir en la hipérbole. Ahora que parece que todas las parcelas de la literatura ya han sido conquistadas y colonizadas hasta la extenuación por los más rebuscados y superferolíticos estilos, por los géneros más bizarros y desustantivizados o por los más delirantes y desesperados recursos (como si el pozo de la literatura estuviera agotado y hubiera que sondar otros lugares como zahoríes dementes) hallar a un autor como Juan Carlos Márquez le hace a uno desposeerse de tales ideas y recuperar la agradable sensación de que la literatura es infinita e inagotable como la vida humana, y a veces emerge del aluvión de oferta literaria un autor fuera de los grandes canales comerciales para recordarnos que de ese océano apenas hemos hecho en mil años de historia de la literatura un cabotaje por sus concurridas costas. Con Tangram Juan Carlos Márquez se incursiona hasta las arriesgadas aguas del mar profundo y como su título indica nos construye un puzle chino o Tangram, un mosaico o más bien tapiz de historias entrelazadas a lo largo de siete relatos, cada uno de los cuales bien pudiera leerse de forma autónoma o bien leerlos seguidos —lo recomendable y casi inevitable dada su hipnótica prosa— de cabo a rabo hasta construir ese puzle o Tangram en que cada pieza irá acomodándose a su lugar dilecto, para disfrute del lector, convirtiendo la inverosimilitud y el desaguisado que en un inicio azora al lector en sorpresa creciente y emocionante, hasta alcanzar en el extático desenlace/final el somero orden de las cosas y las vidas relatadas bajo un nexo causal que se inmiscuye en diferentes y a veces antípodas caracteres, como el psicópata que busca sus nuevos pagos de crueldad en Islandia pero cada nueva víctima seleccionada se le va muriendo casualmente —el aparente azar, como regidor de unos destinos que están predestinados a obedecer un orden, como un Tangram. Pero un Tangram también es un puzle que puede tener diferentes disposiciones: como en el relato de la Liga de la Sinceridad (bien podría ser el primero), hermandad botarate de adolescentes aburridos que desencadenarán sin quererlo una hilación de sucesos y existencias marcadas por el devenir de su pueril e ingenua decisión hasta retrotraernos algunos relatos después (último relato: “Las gemelas”) a la límpida solución del secuestro de dos hombres por una obesa mórbida y terrorífica (primer relato: “El sótano”), antaño la diva del teatro Dori Galdaretxe y cuyo flamante esposo el famoso artista Gaetano Iabichino fue hallado muerto treinta años antes en una bañera de su piso de Milán (algunos relatos no están exentos de ciertas nostalgias, parece que la nostalgia o el recuerdo enquistado en las soledades también anega unas vidas incardinadas en el caos). De la casualidad a la causalidad este estupendo trabajo está salpimentado por las estrambóticas peripecias de algunos personajes antológicos; la novela toca algunos mimbres haciendo a su vez homenaje a algunos géneros: desde el relato de terror que no desdeña lo lúgubre o lo sórdido, pasando por la novela pulp o el relato de corte noir detectivesco, el recurso de novela negra americana o el relato costumbrista/mafioso en el que se basa “Crotone”, donde se relatarán las vidas de algunos calabreses bajo la sombra de la N’drangueta. Como hilo narrativo contaremos con una mano congelada (una especie de McGuffin) que como prueba casi fósil de su intrigante razón y destino irá poco a poco devanándose en su sentido, pero cuyo propósito no es otro que el de conducir estos siete relatos magníficos que dan su orden a la novela (la suma de las partes es mayor que el todo), como un cañamazo de vidas desquiciadas siempre unidas por una insondable soledad pero cuya génesis vamos poco a poco descubriendo: la obesa mórbida de trato aparentemente monstruoso y cruel, el psicópata que odia el mundo pero que guarda aún un rescoldo mínimo de humanidad en su necrosado corazón, el mafioso que extorsiona a sus paisanos los cuales parecen con todo rendirle respeto y cariño verdadero, el ladrón que será capaz de abandonar a su mujer por un tesoro enterrado o el inspector inmolado ante la vida de una diva pero cuya magia romperá como un rey midas inverso en el momento en que toque la verdadera piel humana y fría que representa el mito por el que está envenenado. Prosa magnífica que nos brinda brillantísimas metáforas e imágenes potentes, este autor parece un maestro para hacer maridaje entre humor y terror, o entre intriga y nostalgia, como si en el cupiera cualquier malabarismo narrativo.
En fin, celebro mil veces haber descubierto este autor al cual no es difícil vaticinarle éxitos futuros y del que recomiendo leer su Tangram publicado en Salto de Página. Como dijo Luis Alberto de Cuenca de otro brillante autor patrio tocado también por la gracia, “está condenado a escritura perpetua”.
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