Doménico Chiappe
Un autor, Joe Sacco, quiere escribir un libro de no ficción sobre un acontecimiento sucedido en 1956: la ocupación relámpago de la Franja de Gaza por parte del ejército israelí y la matanza de palestinos en Khan Younis y en Rafah. Sacco conoce el contexto general y el lugar donde investigará, porque antes ha escrito otro libro, Palestina (2002) y ha viajado a la zona por encargo de Harper’s. Pero los acontecimientos de 1956 apenas asoman la punta del hilo. La enorme dificultad para reconstruir aquellos sucesos, sepultados por los diarios partes de guerra y por los archivos sumarios y la contrainformación de los medios de comunicación y las agencias oficiales, conforman una trama que absorbe al principal objetivo: hallar la historia de lo que pasó en los primeros días de noviembre de 1956 en dos ciudades palestinas, durante la guerra del Sinaí. Así, Notas al pie de Gaza es la crónica de un personaje, el propio Sacco, que intenta hurgar en la memoria individual. Una misión que realiza en una época sangrienta para la zona: entre 2002 y 2003, cuando Estados Unidos estrechaba el cerco a Irak y comenzaba el lobby internacional que finalmente desató la invasión norteamericana.
Sacco es un gran dibujante. Su seña de identidad es el dibujo realista (sin llegar al hiperrealismo) en blanco y negro. Un trazo elegante, con intención narrativa en cada viñeta, que hace énfasis en los gestos de la cara y las manos y en el ambiente, donde se aprecia todo aquello que no se dice en los textos que acompañan cada dibujo. Para recrear tanto los rostros como la diégesis, se apoya en las fotografías que él mismo hace durante su trabajo de campo. Y también es un buen reportero.
En Notas al pie de Gaza elige la primera persona para mostrar cómo consigue los testimonios que logra recoger en el terreno, y que le sirven para la historia. Y combina esta trama con la otra trama, menor en longitud pero principal en cuanto a objetivos, de reconstruir los hechos de 1956. Una y otra se complementan porque la trama de 1956 se encuentra nublada por los acontecimientos actuales, que Sacco registra exponiéndose incluso a las balas trazadoras de la terrible torre de Tal Zorob en Rafah: derribo de casas palestinas por parte de los bulldozer israelíes, asesinatos casi diarios a la población palestina, atentados terroristas contra civiles y objetivos militares israelíes, pobreza en la Franja de Gaza, odio hacia las fuerzas y autoridades imperantes y una relación dicotómica, entre apoyo y hartazgo, de la población hacia los militantes de organizaciones terroristas que utilizan, muchas veces sin el consentimiento de los civiles, los sectores poblados para llevar a cabo sus incursiones. Un mapa muy complejo que logra dibujar con pluralidad y honestidad el autor de esta obra.
Sacco cuenta con la complicidad de Abed, palestino, que es “culto y su clan familiar respetado”, y que le sirve de traductor y de llave para abrir las puertas de ese mundo árabe al que quiere penetrar. Cuando lo hace, pronto se encuentra en la tesitura de que su historia necesita del contexto, que no se trata de un cuento de guerra que funcione, con la complejidad que le quiere otorgar, sin el relato histórico. Así que, en diversos capítulos, fragmentados algunas veces, narra y dibuja, es decir, muestra, por ejemplo, la creación de los fedayín ante la expulsión de los palestinos de los territorios concedidos al estado judío, “el pacto de convivencia” entre judíos y palestinos, la interesada e hipócrita posición política y militar de Egipto, las confabulaciones franco-inglesas para hacerse con el Canal de Suez después de agitar la zona en una escalada bélica, las consecuencias para el pueblo palestino, la actitud periodística engullida, al igual que los habitantes de la región, en una violenta cotidianidad que no deja resquicio para aprender de las lecciones del pasado... todo desde el enfoque de quien basa su información en los recuerdos de testigos arduamente buscados. De muchos desconfía y, cuando incluye estas versiones en el libro, las contrapone a otras y muestra las dudas de Abed sobre la veracidad. Un pacto con el lector que Sacco respeta sobre todo al final del libro, cuando se centra en lo sucedido en 1956 y roza, sin alcanzar por completo, su cometido: contar esa historia.
Este es un gran cómic, una maravillosa –aunque dura- narración y una lección de periodismo.
Sacco es un gran dibujante. Su seña de identidad es el dibujo realista (sin llegar al hiperrealismo) en blanco y negro. Un trazo elegante, con intención narrativa en cada viñeta, que hace énfasis en los gestos de la cara y las manos y en el ambiente, donde se aprecia todo aquello que no se dice en los textos que acompañan cada dibujo. Para recrear tanto los rostros como la diégesis, se apoya en las fotografías que él mismo hace durante su trabajo de campo. Y también es un buen reportero.
En Notas al pie de Gaza elige la primera persona para mostrar cómo consigue los testimonios que logra recoger en el terreno, y que le sirven para la historia. Y combina esta trama con la otra trama, menor en longitud pero principal en cuanto a objetivos, de reconstruir los hechos de 1956. Una y otra se complementan porque la trama de 1956 se encuentra nublada por los acontecimientos actuales, que Sacco registra exponiéndose incluso a las balas trazadoras de la terrible torre de Tal Zorob en Rafah: derribo de casas palestinas por parte de los bulldozer israelíes, asesinatos casi diarios a la población palestina, atentados terroristas contra civiles y objetivos militares israelíes, pobreza en la Franja de Gaza, odio hacia las fuerzas y autoridades imperantes y una relación dicotómica, entre apoyo y hartazgo, de la población hacia los militantes de organizaciones terroristas que utilizan, muchas veces sin el consentimiento de los civiles, los sectores poblados para llevar a cabo sus incursiones. Un mapa muy complejo que logra dibujar con pluralidad y honestidad el autor de esta obra.
Sacco cuenta con la complicidad de Abed, palestino, que es “culto y su clan familiar respetado”, y que le sirve de traductor y de llave para abrir las puertas de ese mundo árabe al que quiere penetrar. Cuando lo hace, pronto se encuentra en la tesitura de que su historia necesita del contexto, que no se trata de un cuento de guerra que funcione, con la complejidad que le quiere otorgar, sin el relato histórico. Así que, en diversos capítulos, fragmentados algunas veces, narra y dibuja, es decir, muestra, por ejemplo, la creación de los fedayín ante la expulsión de los palestinos de los territorios concedidos al estado judío, “el pacto de convivencia” entre judíos y palestinos, la interesada e hipócrita posición política y militar de Egipto, las confabulaciones franco-inglesas para hacerse con el Canal de Suez después de agitar la zona en una escalada bélica, las consecuencias para el pueblo palestino, la actitud periodística engullida, al igual que los habitantes de la región, en una violenta cotidianidad que no deja resquicio para aprender de las lecciones del pasado... todo desde el enfoque de quien basa su información en los recuerdos de testigos arduamente buscados. De muchos desconfía y, cuando incluye estas versiones en el libro, las contrapone a otras y muestra las dudas de Abed sobre la veracidad. Un pacto con el lector que Sacco respeta sobre todo al final del libro, cuando se centra en lo sucedido en 1956 y roza, sin alcanzar por completo, su cometido: contar esa historia.
Este es un gran cómic, una maravillosa –aunque dura- narración y una lección de periodismo.
2 comentarios:
A mi me costó horrores acabarlo y mira que me gustaron Palestina y Gorazde.Mi reseña no fue tan positiva.
Creo que se pierde entre tanto testigo y que le falta algo más, algo que lo haga más digerible... pero bueno. Es cierto que como mínimo es un proyecto ambicioso y muy valioso.
A mí me ha encantado. Y todo gracias a la reseña. Me parece todo un ejecicio de perspectivas y, aunque largo, nunca me pareció monótono. Para colmo, el enunciado que cierra la obra es apoteósica y al igual que Bolaño en 2666, la repetición de casos de hombres muertos nos satura a veces, pero es que ésa es precisamente, en mi opinón, la intención del periodista.
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