martes, noviembre 23, 2010

La soledad dejó de ser perfecta, Alberto de Frutos Dávalos

Editores Policarbonados, Madrid, 2010. 120 pp. 12 €

Miguel Baquero


Ganador de numerosos certámenes literarios, cerca de sesenta, Alberto de Frutos Dávalos (Madrid, 1979) reúne ahora en un volumen una selección de esos relatos premiados, doce en concreto, junto con otros dos no galardonados. Pese a tratarse de catorce relatos autónomos, premiados a lo largo de casi una década, el volumen resultante, La soledad dejó de ser perfecta, no es una obra dispersa y deslavazada, sino que, por el contrario, se halla unida por un factor común a todos los relatos y por el hecho de que una atmósfera, un sentimiento unitario se extiende a lo largo de todos ellos. Los relatos que componen La soledad dejó de ser perfecta forman en conjunto un magnífico canto de suave melancolía, un ejercicio de delicadeza y finura de los sentidos que dan como resultado un libro exquisito.
Desde “Una irlandesa en la Santa Croce”, donde, al narrar un viaje a Florencia, la mirada se posa, por encima de la suntuosidad monumental de la ciudad, en una humilde tumba de una extranjera en medio del tumulto artístico de la ciudad, hasta “Sinatra”, en que un hombre va buscando durante toda su vida unas notas de una canción de La Voz que en su día, cada vez más lejano, le estremecieron de emoción, recorrer estos cuentos es sumergirse en la nostalgia por las emociones perdidas, por esa capacidad para impresionarnos con la belleza y quedar fascinados por la gracia que en un determinado momento dejamos de sentir, o sentimos cada vez más diluida. Quizás fue el día en que la sensatez y el cálculo se apoderó de nosotros. En cuentos como “La hija del general” se nos relata, por ejemplo, el caso de dos hombres enamorados de la misma mujer; mientras el uno le dedica poesías, el otro la asalta mediante palabras directas; el relato sirve así como marco para una reflexión entre el enfrentamiento, seguramente perpetuo, entre la vida activa y la vida poética y ensoñadora, con el resultado del triunfo de esta última.
Hay una melancolía en estos relatos del sentimiento inflamado que alguna vez tuvimos, de aquellos días en que contemplábamos el mundo desde un prisma único y especial, a causa del amor, a causa de nuestra naturaleza, a causa probablemente de que éramos otros. Aunque quizás existe una esperanza. En un relato, magnífico, como “Los lunes con K”, se nos presenta a un personaje rendidamente enamorado, un personaje que ha recuperado esos días de exaltación en que, a través del amor, la gracia y la magia se expande al resto de la realidad… sólo al final descubriremos que K. no existe, que es tan sólo una excusa, la última excusa, para la salvación, para recuperar esas sensaciones perdidas, esos tiempos únicos y mágicos de que hablara también Proust.
Junto con este sentimiento unitario, los relatos de La soledad dejó de ser perfecta se asientan también en un estilo cuidado, preciso, en una prosa elegante, firme y llena de sugerencias. De Frutos escribe con rotundidad, sin necesidad de hacer alardes, de adornarse inútilmente, con un estilo literario que pisa terreno firme. Esta conjunción de estilo y tema, de escribir espléndidamente y, al mismo tiempo, saber construir una atmósfera, un clima, y lanzar una propuesta, es lo que hace de este pequeño libro una pequeña perla, un fino trabajo de orfebrería exquisitamente rematado para quienes todavía tienen costumbre de valorar estas cosas.

1 comentario:

Mariano Zurdo dijo...

Por si alguien quiere ver el tráiler del libro:
http://www.youtube.com/watch?v=Rt8FeYNMRIo