Seix Barral, Barcelona, 2010. 263 pp. 17 €
Doménico Chiappe
Cuatro aspectos de esta novela:
—El marco: toda novela es novela porque tiene un marco, un elemento que fusiona las partes, una delimitación que dota de coherencia a los elementos que encajan dentro de sus fronteras. En ocasiones, el marco se corresponde con el tema (el fondo); otras, con la trama (historia central, diégesis), y en casos como el de esta novela, con la forma. Alba Cromm asume la forma de revista. Lo que el “editor” de la revista “Upman” considera que es publicable en este “número”: publicidad (de, por ejemplo, una exposición en Caixa Forum), editorial, artículos firmados por el redactor, copia de datos registrados en el ciberespacios (como blogs, chat, vídeos de YouTube), extractos de diarios privados, reseñas de libros y cuadernos de notas.
—La trama y la estructura: La revista, o mejor dicho, el criterio del editor (esa voz invisible, metanarrativa que predomina en el libro, de Luis Ramírez) da coherencia a estos materiales tras dos rastros: 1) La trama de la policía, Alba Cromm, que persigue a un ciberpedófilo escurridizo. 2) La trama del periodista que persigue la noticia, de la que Alba Cromm –el personaje- es la fuente principal. No es, sin embargo, una novela negra o policial, como aparenta. Si hay que catalogarla dentro de algún subgénero, tendría que apuntarse dentro de la novela psicológica. No está exenta de misterio. Por el contrario, Mora sigue muy bien la instrucción que hizo famosa Hitchcock: mientras más información, más misterio y, en este sentido, el MacGuffin sería este delincuente que se esconde bajo el nick “Nemo”. Así, no se puede hablar de una novela policial lograda porque la resolución de la trama del detective rompe una de las reglas de oro de este género: con las claves suministradas por el autor, nunca lo logrará resolver el misterio. Se trata, por tanto, de una novela psicológica, que parte de la exploración del interior de sus personajes principales para componer, entre líneas, un ensayo sobre el mundo en la era cibernética. Se habla de superego («tengo ganas de crear un segundo avatar para charlar con él de cosas interesantes»), la soledad, la perversión ramificada por la impunidad... y cómo repercuten en el individuo: egosurfing, soledad, refugio en el avatar, exhibicionismo, anonimato; representando el axioma que se inscribe ya en las primeras páginas: «Toda persona tiene dos vidas: la que sufre en su cabeza, en una pelea y reconciliación continua consigo misma, y la que vive con los demás».
—Las voces, polifonía: El universo de esta novela es visto por varias consciencias. La policía Alba Cromm, la psicóloga policial Elena Cortés, el periodista Ezequiel Martínez Cava y el editor Luis Ramírez (tanto cuando escribe como cuando edita). Cuatro puntos de vista que se contraponen o complementan; que colisionan cuando los personajes coinciden. El autor, Vicente Luis Mora, se las ingenia, con diferentes registros de escritura, para entretejer un coro que nunca duplica una nota; que compone, en conjunto, una ópera. Ahora bien, como se verá en el siguiente aspecto, esta polifonía es puesta en entredicho por el propio autor.
—Los personajes: Una protagonista, Alba Cromm, que tiene un blog personal “Alba Cromm y la vida sin hombres” (desactivado cuando se hizo esta reseña), que es renuente a establecer relaciones sentimentales, debido a su historial de familia desestructurada y conflictiva, pero que cede ante los embistes corteses y calculados de Ezequiel. Alba combate la pornografía ilegal en internet y se preocupa por evitar los abusos de menores, de los que, secretamente, goza, según puede deducirse de una inquietante escena que apenas queda sugerida en el puzzle que arma Ramírez. En orden de importancia, a Alba le sigue Ezequiel, ex poeta, periodista un tanto torpe, manipulado por su editor, ingenuo en su manera de ejercer el periodismo y quizás también en su visión del mundo, que está dispuesto a engañar y traicionar a Alba Cromm. Gracias a esta conducta, sus notas y deducciones, en ocasiones grabadas por el editor, desentrañan los rasgos más importantes de Alba. En tercer lugar, Elena Cortés, la amiga de Alba Cromm y psicóloga de policías, provee, desde otro punto de vista, una versión que se contrapone a las de Ezequiel y de Alba. Elena además ayuda a efectuar efectivos perfiles que sostienen la parte ensayística de la novela. Sobre todos ellos planea Ramírez, el editor, como se dice al principio de esta reseña, pues todos estos personajes pasan por el tamiz intermedio de este editor experimentado, que juega con las piezas del entramado narrativo. Al final del libro, le dice a Ezequiel: «...tú vas detrás de los porqués. A mí me interesa la historia». Pero esa historia es su historia, la que ha creado él a partir de las materias primas suministradas por Ezequiel, con lo que se cuestiona la polifonía de la obra narrativa mediante la utilización, por parte del autor, de este narrador intermedio, como sucede en todo reportaje, lo que refuerza, así, el marco.
Doménico Chiappe
Cuatro aspectos de esta novela:
—El marco: toda novela es novela porque tiene un marco, un elemento que fusiona las partes, una delimitación que dota de coherencia a los elementos que encajan dentro de sus fronteras. En ocasiones, el marco se corresponde con el tema (el fondo); otras, con la trama (historia central, diégesis), y en casos como el de esta novela, con la forma. Alba Cromm asume la forma de revista. Lo que el “editor” de la revista “Upman” considera que es publicable en este “número”: publicidad (de, por ejemplo, una exposición en Caixa Forum), editorial, artículos firmados por el redactor, copia de datos registrados en el ciberespacios (como blogs, chat, vídeos de YouTube), extractos de diarios privados, reseñas de libros y cuadernos de notas.
—La trama y la estructura: La revista, o mejor dicho, el criterio del editor (esa voz invisible, metanarrativa que predomina en el libro, de Luis Ramírez) da coherencia a estos materiales tras dos rastros: 1) La trama de la policía, Alba Cromm, que persigue a un ciberpedófilo escurridizo. 2) La trama del periodista que persigue la noticia, de la que Alba Cromm –el personaje- es la fuente principal. No es, sin embargo, una novela negra o policial, como aparenta. Si hay que catalogarla dentro de algún subgénero, tendría que apuntarse dentro de la novela psicológica. No está exenta de misterio. Por el contrario, Mora sigue muy bien la instrucción que hizo famosa Hitchcock: mientras más información, más misterio y, en este sentido, el MacGuffin sería este delincuente que se esconde bajo el nick “Nemo”. Así, no se puede hablar de una novela policial lograda porque la resolución de la trama del detective rompe una de las reglas de oro de este género: con las claves suministradas por el autor, nunca lo logrará resolver el misterio. Se trata, por tanto, de una novela psicológica, que parte de la exploración del interior de sus personajes principales para componer, entre líneas, un ensayo sobre el mundo en la era cibernética. Se habla de superego («tengo ganas de crear un segundo avatar para charlar con él de cosas interesantes»), la soledad, la perversión ramificada por la impunidad... y cómo repercuten en el individuo: egosurfing, soledad, refugio en el avatar, exhibicionismo, anonimato; representando el axioma que se inscribe ya en las primeras páginas: «Toda persona tiene dos vidas: la que sufre en su cabeza, en una pelea y reconciliación continua consigo misma, y la que vive con los demás».
—Las voces, polifonía: El universo de esta novela es visto por varias consciencias. La policía Alba Cromm, la psicóloga policial Elena Cortés, el periodista Ezequiel Martínez Cava y el editor Luis Ramírez (tanto cuando escribe como cuando edita). Cuatro puntos de vista que se contraponen o complementan; que colisionan cuando los personajes coinciden. El autor, Vicente Luis Mora, se las ingenia, con diferentes registros de escritura, para entretejer un coro que nunca duplica una nota; que compone, en conjunto, una ópera. Ahora bien, como se verá en el siguiente aspecto, esta polifonía es puesta en entredicho por el propio autor.
—Los personajes: Una protagonista, Alba Cromm, que tiene un blog personal “Alba Cromm y la vida sin hombres” (desactivado cuando se hizo esta reseña), que es renuente a establecer relaciones sentimentales, debido a su historial de familia desestructurada y conflictiva, pero que cede ante los embistes corteses y calculados de Ezequiel. Alba combate la pornografía ilegal en internet y se preocupa por evitar los abusos de menores, de los que, secretamente, goza, según puede deducirse de una inquietante escena que apenas queda sugerida en el puzzle que arma Ramírez. En orden de importancia, a Alba le sigue Ezequiel, ex poeta, periodista un tanto torpe, manipulado por su editor, ingenuo en su manera de ejercer el periodismo y quizás también en su visión del mundo, que está dispuesto a engañar y traicionar a Alba Cromm. Gracias a esta conducta, sus notas y deducciones, en ocasiones grabadas por el editor, desentrañan los rasgos más importantes de Alba. En tercer lugar, Elena Cortés, la amiga de Alba Cromm y psicóloga de policías, provee, desde otro punto de vista, una versión que se contrapone a las de Ezequiel y de Alba. Elena además ayuda a efectuar efectivos perfiles que sostienen la parte ensayística de la novela. Sobre todos ellos planea Ramírez, el editor, como se dice al principio de esta reseña, pues todos estos personajes pasan por el tamiz intermedio de este editor experimentado, que juega con las piezas del entramado narrativo. Al final del libro, le dice a Ezequiel: «...tú vas detrás de los porqués. A mí me interesa la historia». Pero esa historia es su historia, la que ha creado él a partir de las materias primas suministradas por Ezequiel, con lo que se cuestiona la polifonía de la obra narrativa mediante la utilización, por parte del autor, de este narrador intermedio, como sucede en todo reportaje, lo que refuerza, así, el marco.
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