Pedro Pujante
Cuando ya creíamos haber leído todo lo existente de Julio Cortázar (recientemente se editó su correspondencia revisada y aumentada; y hace unos años Papeles inesperados: un último repaso a su fondo de cajón) aparecen estas Clases de literatura, lecciones que Cortázar dictó en la Universidad de Berkeley en el año 1980. Es por lo tanto este libro una transcripción de sus conferencias universitarias y no un texto literario propiamente dicho. En ese sentido cabe señalar que la calidad de este libro adolece de la excelente prosa cortazariana. No obstante, Julio Cortázar era un magnífico orador y en estas Clases se pone de manifiesto.
Encontraran los cortazarianos y demás curiosos en este volumen integrado por ocho clases magistrales un repaso a la obra del propio autor hecho por él mismo. Desde sus cuentos hasta sus novelas, pasando por los cronopios y algunas experiencias personales, Cortázar explica a su auditorio cómo se gestaron algunas de sus obras más emblemáticas. Por ejemplo, es interesante ‘oír’ al maestro hablar de cómo le sorprendió durante una obra de teatro la visión de unos seres extraños de color verde que se paseaban por el aire: nacieron los cronopios. O como, durante un largo periodo de tiempo, juntaba textos que no sabía dónde irían a parar y que acabaron por ser las partes de una de las novelas más prodigiosas del siglo XX: Rayuela.
Hace, en este sentido, un repaso por su biografía literaria y la enlaza con la historia de la literatura hispanoamericana y universal.
Escucharemos en este libro de estirpe oral hablar sobre muchos temas de gran interés: el relato fantástico, al que Cortázar asocia el concepto de fatalidad como resultado final o destino al que han de estar sometidos los personajes ficticios de un modo irremediable. También asistiremos atentos a la fascinante relación entre música y literatura (El perseguidor es uno de los cuentos más representativos de este maridaje entre relato y jazz), erotismo y literatura, y por supuesto el componente lúdico que tanto abundó en la obra del argentino y el cual siempre consideró crucial para comprender y enfrentarse al mundo y a la escritura. Como maestro de esta herencia secreta que es el humor literario destaca a Macedonio Fernández, y de él nos regala alguna anécdota.
También saldrá a colación los asuntos de su compromiso social con países como Nicaragua, la revolución cubana, y sobre todo, cómo plasmó esas inquietudes más humanas y menos metafísicas, en sus relatos. Uno de estos cuentos, Apocalipsis en Solentiname, junto a otras piezas breves fueron leídas en aquellas clases de Berkeley y por lo tanto se presentan integras en este volumen.
Leer este libro es un placer porque uno tiene la extraña sensación de estar escuchando a Cortázar de viva voz. Se viaja en el tiempo, se traslada el espíritu a un aula en la Universidad de Berkeley y se escucha, agazapado en el umbral de lo fantástico e improbable, al enorme cronopio de barba negra y verbo regio que conquistó la literatura universal dictar su póstuma clase sobre literatura.