Fernando Ángel Moreno
El terreno de lo literario ha sido siempre difuso y muy dado a interpretaciones. En este sentido, me llaman la atención algunas voces que invitan a ver Facebook como literatura. Evidentemente, habría muchas razones teóricas para
darles la razón, con poco que nos pusiéramos a ahondar en problemas de lenguaje connotativo, intención del autor y de lector, y teorías de la ficción. Aún así, me resisto a este etiquetado, pese a que soy un gran defensor de la red social desde hace años.
Y me voy a cerrar aún más en mi ceguera, puesto que disponemos de la interesante propuesta de Manuel Vilas, y porque me conviene egoísta y tramposamente para defender su libro Listen to me.
En sus páginas se publican sus estados de Facebook —incluidas fotos y enlaces a canciones—, que con mayor o menor asiduidad muchos seguíamos y disfrutábamos. Que ya había una intención literaria parecía claro en la mayoría de ellos, y no guardaba dudas en los más ficcionales, como los que dan título al libro: aquellos en los que Vilas habla directamente con Dios.
Sin embargo, ahora una editorial los recoge en papel y los publica. Cualquier lector apegado a ciertas tradiciones me dirá que tan literatura eran antes como ahora, puesto que un texto es lo que es, independientemente del formato en que aparezca y puesto que esa intencionalidad pretendía darle el propio autor. No obstante, la propia experiencia de lectura puede llevar a que no se haga una relectura de aquellos ya conocidos, pese a que tampoco pueda sentirse que se leen como si se leyeran por primera vez. Es decir, mi sensación es que esos textos han sido transformados en algo que EVIDENTEMENTE ES literatura respecto a algo que era Facebook y que PODÍA SER literatura.
Recomiendo acercarse al libro desde esta perspectiva de que, schrodingerianamente, es y no es literatura al mismo tiempo.
A lo largo de sus páginas vamos conociendo a un personaje, Vilas, que nos va introduciendo en su mundo, va creando unas cuantas características aquí y allí para darle dimensiones ‒su pobreza, su tono hiperbólico, su pasión por Johnny Cash, Lou Reed, Scott Fitzgerald...‒, va desarrollando algunos conflictos internos y, hasta cierto punto, evoluciona. Yo diría que evoluciona en cuanto que evoluciona su estilo en este formato, sintiéndose cada vez más seguro. Si la coherencia y la cohesión quedaban reforzadas por un muro de FB con un nombre, ahora lo da un formato tradicional que invita a leer... ¿Como una novela? ¿Como poemas? ¿Como microrrelatos?
No obstante, somos conscientes de que lo allí narrado era vivido en tiempo real, incluido algún trágico acontecimiento. Podríamos afirmar, como ya se ha dicho, que no existe diferencia con el clásico diario o con el género epistolar, y remitir a Montaigne, a Ana Frank o incluso al propio Lovecraft y su correspondencia con tantos escritores. No obstante, la inmediatez de la faceta pública de estos textos influyó sin duda en su redacción e influye ahora en nuestro imaginario al leerlo. Con ello, cobran una fuerza diferente sus críticas a la política y la cultura españolas y, desde luego, su hondo y metaforizado existencialismo en constante pugna con un no menos hondo y directo amor por la vida y por el ser humano.
De este modo, el autor nos acerca muchísimo a su intimidad, a sus pensamientos más directos... Y, por otro lado, al literaturizar la vida, se hace más opaco, menos accesible el Vilas real.
Todo esto supone más que una mera discusión teórica sobre etiquetas y límites. En definitiva, trata de una experiencia estética difícilmente alcanzable con otros textos, actuales o del pasado, esa experiencia que Jordi Carrión denominó hace ya algún tiempo «ficción cuántica». Un libro revolucionario, sin duda, que es y no es literatura. (Como le pasa a toda la literatura, en realidad.)
Ah, olvidaba lo único importante de todo esto: desde mi (nada humilde) opinión, muy, muy divertido.