Cuadernos del Vigía, Granada, 2016. 198 pp. 23 €
María Dolores García Pastor
Fue en el año 2012 cuando Jesús Ortega puso en marcha su blog Proyecto Escritorio. El origen de esta iniciativa, cuenta en el prólogo, fue un libro que quiso escribir sobre el refugio veraniego de Federico García Lorca, la famosa Huerta de San Vicente. El libro no llegó a existir pero sí que hubo un ensayo y una exposición. Mientras investigaba y se documentaba para hacerlos posibles constató que no existía apenas bibliografía en lengua castellana sobre los espacios de escritura. En enero de 2012 iniciaba la andadura su blog con una entrada sobre el escritorio de Flannery O’Connor, la siguiente entrada ya era del espacio de escritura de un escritor patrio, Ginés S. Cutillas, que fue el primero de otros muchos.
Las premisas para poder formar parte del proyecto eran simples: los autores debían fotografiar su espacio de escritura, físico o simbólico, con total libertad (blanco y negro o color, un espacio real, una metáfora) pero sin aparecer ellos en la imagen. Además de la fotografía debían aportar un texto en el que reflexionaran sobre su relación con el espacio en cuestión y, por extensión, con la propia escritura. Fueron muchos los escritores que se prestaron a colaborar aunque en el libro que ahora publica la editorial Cuadernos del Vigía no aparecen todos, por diversos motivos a los que Ortega hace referencia en su prólogo, o se incluyen otros que no estuvieron en el blog.
Setenta y siete escritores con sus correspondientes espacios y sus reflexiones sobre escritura conforman este estupendo volumen, entre ellos Ángeles Mora y Cristina Fernández Cubas, premio Nacional de Poesía y de Narrativa respectivamente. El Proyecto Escritorio convertido en libro resulta visualmente muy atractivo, está cuidado hasta el mínimo detalle y tiene una portada que llama muchísimo la atención. Está claro que el voyeur que todos llevamos dentro va a disfrutar muchísimo entrando en estos lugares. Conocemos los espacios íntimos de escritura a través de las imágenes pero también algunos detalles del proceso creativo de estos escritores, imagen y palabra dialogan. Los autores no sólo nos muestran su intimidad, la imagen de esos espacios físicos a los que la mayoría de mortales no hemos tenido acceso, sino que, hasta cierto punto, también nos enseñan una parte de su alma en sus textos.
El hecho de dar libertad tanto a la hora de elaborar los textos o captar las imágenes favorece que haya una interesante multiplicidad de enfoques, una riqueza equiparable a la que existe en el panorama literario actual. Los textos tienen pinceladas autobiográficas, algunos son poéticos, los protagonistas reflexionan y describen cómo y dónde escriben, sus horarios, sus rutinas, algunas manías, todo cabe en los diferentes compartimentos de este escritorio.