Pedro M. Domene
No todas las historias de la postguerra española se convierten en tragedia, queda siempre la esperanza de esa tenue luz que ilumine el camino, sobre todo cuando alguien esgrime la frase “añoro la vida cuando era nuestra” como un firme y vehemente deseo de sobrevivir. Era una vida llena de ilusiones, hecha de libros en su pequeña editorial y de charlas de café, de siestas lánguidas y de proyectos para construir un país, una España, que aprendía paso a paso, y en plena República, las reglas de la democracia. Pero un día de 1936 ese vivir se convertiría en una auténtica resistencia y, quince años después de todo aquello, a los protagonistas de esta historia, solo les quedan los recuerdos y una pequeña librería de viejo, escondida en uno de los barrios antiguos de Madrid, donde Lola y Matías, su marido, acuden cada mañana para vender y cambiar novelitas románticas, clásicos olvidados y gomas y lápices de colores a quien se acerque por su modesto establecimiento. Es aquí, en ese lugar modesto, donde una tarde de 1951 Lola conocerá a Alice, una mujer que ha encontrado en los libros su razón de vivir y la historia de ambas se confunden en el Madrid triste y sombrío de la postguerra española.
Marian Izaguirre (Bilbao, 1951) ha escrito en La vida cuando era nuestra (2013), una segunda novela titulada La chica de los cabellos de lino que, un día, Alice y Lola, empiezan a leer para satisfacer una reclamo publicitario de Matías, su marido, que deja un libro abierto sobre un atril, en el escaparate de su librería, sobre el que van pasando las páginas a diario para que los visitantes vayan leyendo esa curiosa historia. Y eso es que lo harán ellas, desentrañar, página a página, las vivencias de la pequeña Rose en la Francia e Inglaterra de preguerra, y como se mueve entre la campiña francesa, el lujo inglés, las mansiones, fiestas, lujos y extravagancias que le llevan a conocer una suerte de vida diferente y, por añadidura, la tragedia y la desgracia. Mientras no deja de preguntarse quiénes serán sus padres, otro de los misterios a develar en esta historia. Al mismo tiempo, Lola va confiando en su extraña amiga a quien empieza a confesar la suya personal, que a medida que se suceden las páginas se convierte en ese auténtico relato paralelo, y muestra esa otra cara que nos quiere ofrecer Marian Izaguirre, el dolor de la trágica sociedad española y la intrahistoria de muchos de los anónimos protagonistas que tanto perdieron, y se vieron obligados a sobrevivir en las medidas de sus posibilidades, afrontando un futuro incierto y aterrador.
La vida cuando era nuestra es un homenaje a la lectura, pero es sobre todo la historia de dos mujeres, una que poco sabe de la vida y otra que quizá sabe demasiado, aunque no pueda hablar. Entre estas miradas cómplices anda el talento literario y la sorpresa lectora de Marian Izaguirre.