Santiago Pajares
Un accidente en carretera. Un coche destrozado. Un atasco y las líneas avanzando poco a poco, coche a coche. Y pasas al lado, despacio. Y miras. No puedes evitarlo. Un libro de Chuck Palahniuk es exactamente eso. Sabes que va a ser impactante, sabes que en cierta medida va a ser incluso desagradable, pero no puedes evitar leerlo. Chuck Palahniuk se ha convertido en un autor de culto, primero en EEUU y después en todo el mundo a raíz de la adaptación cinematográfica de su novela “El club de la lucha, dirigida por David Fincher y protagonizada por Edward Norton y Brad Pitt, que ha llegado a convertirse con el paso del tiempo en todo un himno generacional. Pero podía haberse quedado ahí, como un incidente aislado, fruto de las circunstancias. No ha sido así. Libro a libro ha resultado ser todavía más impactante. Puede parecer una loa exagerada, pero reconozco que con el tiempo se ha convertido en uno de mis autores favoritos por méritos propios. Cada uno de sus libros puede resultar como un puñetazo en el estómago, pero como dicen en El club de la lucha, no es hasta que alguien te golpea cuando de verdad te sientes vivo.
Chuck Palahniuk no sólo es un escritor peculiar, sino una persona peculiar. Relata en uno de sus libros de memorias cómo empezó a tomar anabolizantes al tiempo que hacía pesas para ver cómo aumentaba el tamaño de sus bíceps al tiempo que disminuía el de sus genitales. Según él mismo cuenta: “Cuando ves que tus testículos pasan del tamaño de higos al tamaño de pasas descubres que es un buen momento para dejarlo”. Porque él habla así, como un accidente de tráfico que no puedes dejar de mirar.
Alguna vez he tenido que detener la lectura de algún fragmento de sus libros porque me estaba mareando. No he sido el único. Como él mismo narra, en alguna de las lecturas de sus cuentos ha llegado a desmayarse un buen porcentaje de la audiencia. Yo cuando leí esto también lo consideré exagerado. Pero vamos a hacer una cosa. Primero lee “Tripas” y después me lo cuentas. Si todavía estas consciente.
Este relato está incluido dentro de su novela Fantasmas, en realidad una compilación de cuentos cortos unidos por un tema común, el de escritores que buscan excusas para no tener que escribir.
Una de las cosas más impactantes de la literatura de Palahniuk son sus temas. Descubres sobre lo que está escribiendo y apenas puedes creerlo. Te dices: “Solo Chuck podía escoger este tema”. Y su nueva novela Pigmeo no es una excepción. En ella, un grupo de terroristas adolescentes liderados por Pigmeo, de 13 años y baja estatura, viajan a EEUU para acometer un atentado terrorista masivo. No se especifica de qué país son, aunque la sombra de Corea del Norte sobrevuela todo el libro. El libro está compuesto de comunicados a sus superiores por parte de Pigmeo (autodenominado agente-yo), que mostrará las incongruencias de la sociedad americana y los propios avances de su proyecto apocalíptico a través de un lenguaje forzado y artificial. Es ver el mundo que siempre has conocido a través de las gafas de un niño-soldado al que no podrás conocer jamás. Un niño entrenado para matar, que relata en todo momento qué llaves podría realizar para matar o lesionar a todos los personajes que le rodean. Y todo aderezado con pseudocitas de los grandes líderes/tiranos de la historia: “La necesidad de cagar después de comer no significa que comer sea una pérdida de tiempo” Mao Tse-Tung.
Pero como en todo adolescente, las hormonas juegan un papel fundamental en sus historia. Obsesionado con acostarse con su hermana adoptiva, tendrá que poner en una balanza sus deseos carnales y sus objetivos.
Las novelas de Chuck Palahniuk no son para todo el mundo, eso esta claro. Como tampoco lo son los puñetazos en el estómago. O el caviar. Es un autor que te va a encantar o a horrorizar, no va a haber término medio. Yo lo adoro y confío que tú también.