Miguel Baquero
Tengo al madrileño Esteban Gutiérrez Gómez por uno de los mejores practicantes y teóricos del cuento que existen en la actualidad en nuestro país. Novelista también, y poeta (bajo el seudónimo de Baco), sus relatos han sido publicados en numerosas revistas, antologías, especiales; el mismo ha sido el coordinador de varias antologías, impulsor del “Manifiesto por el cuento” y la jugado un papel primordial en la creación de la revista “Al otro lado del espejo”, dedicada en exclusiva al relato. Tan fructífera carrera, podríamos decir, “cuentista” aún no había sido culminada con la publicación de un libro en solitario; una circunstancia a la que ahora viene a poner remedio este Mi marido es un mueble que, tras varias vicisitudes y accidentes, ha acabado viendo la luz en la joven editorial Lupercalia, un sello donde ahora mismo se están acogiendo un buen número de escritores con una voz firma y ganas de decir.
Lo primero que sorprende, y muy gratamente, de este volumen es su coherencia, su rotundidad. No encuentro otra manera de expresar lo siguiente: hay escritores que toman un libro de relatos como una oportunidad (sobre todo si son primerizos, o es el primero que publican) donde “meter” todo lo que han escrito y les parece de merito, donde mostrar todo su trabajo aunque los cuentos sean dispares en el tema o en el tratamiento. No es este el caso, desde luego, aunque no me cabe duda de que Esteban Gutiérrez Gómez tendría decenas, o centenares de cuentos magníficos a rescatar y con los que formar un libro voluminoso. Sin embargo, ha tenido la intuición, o seguramente el oficio, de entregar a la imprenta un libro centrado en un tema…. visto desde múltiples aristas, desde luego, tantas (17) como cuentos hay, no es desde luego el mismo relato (que también ocurre así en algunos libros) escrito diecisiete veces. Cada uno tiene un tono, unos protagonistas bien diferenciados, forma un pequeño mundo, pero todos tienen como tema unificador; el del matrimonio.
El matrimonio no como la culminación clásica de ese “y comieron perdices” en que acababan antes los cuentos, sino el matrimonio en sus días finales, o mejor: críticos, cuando la pareja se tambalea, cuando el amor parece haberse extinguido… o no, no es una apariencia, se ha extinguido de verdad. Cuando la rutina, a veces, da paso a los reproches, los reproches al rencor… y del rencor incluso alguna vez se salta al odio. El matrimonio, en definitiva, como espacio de confrontación, para lo bueno y para lo malo: este es el lugar que radiografía Esteban Gutiérrez Gómez con una técnica literaria intachable… pero eso casi que se daba por descontado en alguien de su excelente trayectoria.
Aunque en numerosas ocasiones ese alarde técnico te sorprende. Lean, por favor, el relato titulado “Miedo”: tiene uno de los mejores finales de cuento que uno ha leído nunca.
Pero, como decía, técnica depurada, intachable aparte, Mi marido es un mueble es un excelente libro de relatos porque en él demuestra el autor tener lo que ya Larra señalaba como imprescindible para quien quisiera escribir, y es un conocimiento profundo del corazón humano. Los personajes que perfila Esteban Gutiérrez Gómez en este libro de cuentos son, del primero al último, personajes vivos, comprensibles (no confundir con disculpables) aun cuando estallan en ferocidad, sus mínimas tragedias parecen no haber sido inventadas, sino vividas por el mismo autor; no he hallado un solo carácter increíble, paródico, falto de definición; es toda gente viva a la que casi oímos respirar en las páginas. Unido todo ello (la verosimilitud de cada párrafo, la técnica de cada cuento, la unidad del conjunto), Mi marido es un mueble supone uno de los mejores libros de relatos publicados en los últimos tiempos.
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