Miguel Baquero
Largo tiempo, me consta, ha estado este libro pendiente de salir, desde que el autor firmó su publicación. Por diversas circunstancias, Personajes secundarios, el cuarto libro de relatos de Manuel “Manu” Espada (Salamanca, 1974) —tras El desaguace, Fuera de temario y Zoom—, no acababa de ser entregado a la imprenta, mientras su autor, poco a poco, iba acumulando premios, concursos e incluso aparecía mencionado entre los mejores microcuentistas en la antología de Cátedra. Mientras, en resumen, Manu Espada se convertía en un nombre de referencia actual dentro del hiperbreve.
Ahora, al fin, sale este Personajes secundarios y para sorpresa del reseñista no se aprecia en ninguna página del libro que nos encontramos ante un producto tempranero del escritor, sino que en todas las páginas se nos muestra a un autor maduro, que sabe lo que está haciendo y tiene muy claro a dónde quiere ir, que quiere transmitirnos, con su libro. Este Personajes secundarios se encuentra armado en torno a una figura, la de Daniel, el hijo del escritor, a quien en determinado momento se le diagnosticó una variedad del autismo por la que, le dijeron a su padre, era posible que no consiguiera hablar, expresarse con palabras.
A partir de ese día, Daniel comenzó a llevar un “libro viajero”, donde le iban apuntando con ilusión de futuro los momentos de su vida, como la primera vez que montó en bicicleta o que aceptó un abrazo… hasta que en un determinado momento el niño “dio agua. Se escuchó a sí mismo y le brillaron los ojos…”.
Personajes secundarios no es, por supuesto, la transcripción de ese libro íntimo y personal que a partir de ese primer “agua” es de suponer que continúa sucediéndose día a día. “Personajes secundarios” es el libro donde el padre de Daniel, Manu Espada, fue escribiendo sus esfuerzos porque esa primera palabra surgiera de un insondable fondo. No es un libro fechado, ni minutado, no se trata de observar científicamente una progresión —aunque el libro se halle dividido en tres partes, metáfora de la evolución de Daniel: ”Silencio”, primero; “Ruido”, después; “Palabra”, al final—. Por el contrario, se podría decir que “Personajes secundarios” es el mapa de la estrategia seguida por el autor para traer a ese niño al mundo de la palabra y el sonido como forma de expresar sus sentimientos.
Para ello, Manu Espada empleó, sencillamente, la imaginación. Y la inteligencia. Imaginación para que surgiera la idea; inteligencia para realizarla: es decir, para tomar cuantas historias infantiles se encontró, cuántos personajes famosos consiguió recordar, cuantos estereotipos, cuantas escenas trilladas, cuantas frases hechas pudo encontrar a su alrededor... y luego descomponerlas todas ellas, tratarlas como en un juego, encontrar las numerosas, numerosísimas versiones distintas que puede tener una historia. Tomar también la tipografía, y hasta los sonidos, y sacar de ellos el máximo juego mediante el juego: imaginar, por ejemplo, un relato construido solo con la letra E, o un personaje prisionero de las páginas, o uno que se mueve del principio al final con una velocidad increíble…
Jugar con el lenguaje, con el sonido, con el grafismo, y por último con la literatura para enseñarle a un niño este mundo que le está esperando lleno de signos y rasgos torcidos que, sin embargo, significan algo. Y de paso que Daniel entiende, nosotros, los lectores, también asistimos fascinados a ese juego y hasta en alguna ocasión nos gustaría sumarnos al pequeño grupo de padre e hijo y escuchar esa historia distinta, peculiar y tan divertida en que se pueden volver a construir las historias…
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