jueves, mayo 28, 2015

Facsímil, Alejandro Zambra

Sexto Piso, Barcelona, 2015. 96 pp. 14 €

Pedro Pujante

Libro inusual y experimental este que firma el escritor chileno Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975). Su formato adopta la estructura de una Prueba de Actitud Verbal, que se aplicó en Chile desde 1967 hasta 2002 a los postulantes a las universidades, según nos explica la contraportada de Facsímil.
A partir de esta premisa formal, Zambra construye un texto irregular pero muy original, irónico y desnudo. Está dividido en cinco secciones. La primera es "Término excluido" y en ella encontraremos las típicas preguntas con respuesta múltiple tan conocidas por los que hemos realizado el examen de conducir en España. En este capítulo-prueba se busca que el lector asocie palabras en un variado campo léxico en el que hallamos alusiones a la familia, la educación o el silencio.
En "Plan de redacción", aun sin adentrarnos en un sólido texto narrativo, seguimos ateniéndonos a una serie de cuestiones en las que se presentan definiciones con varias respuestas a elegir. Estas suelen estar vinculadas al tema de la memoria personal, de nuevo la familia y a imágenes que parecen aludir a la vida interior y recordada del narrador. Por ejemplo, una de las respuestas para ‘Nadar’ es «Cuando un niño estaba enamorado del silencio. Luego quisiste que las palabras te inundaran y te hundieran. (…)»
El tercer capítulo de este texto-narración mantiene el formato de preguntas tipo test, cuyas respuestas posibles son palabras que sirven para completar el enunciado, cambiando su significado según qué respuesta se elija. Juegos de palabras, en definitiva, que pretenden no solo plantear un entretenimiento de carácter lúdico, sino también azuzar nuestras conciencias, hacernos reflexionar, meditar sobre la ambigüedad del lenguaje y de los tópicos.
Este fragmentarismo comienza a menguar en las dos y más interesante partes del volumen. En ellas nos encontramos con textos más extensos, sobre todo en "Comprensión de lectura", el final y quinto apartado.
Este capítulo final lo componen tres textos en las que se nos cuentan anécdotas, como las de los gemelos Covarrubias, tan iguales que pudieron suplantarse incluso para la realización de un examen. Hermanos que triunfaron en la vida, según le cuenta al narrador un antiguo maestro de religión que abandonó la docencia para trabajar como conductor de Metro, ganando el doble. Creo que la ironía está clara. La sátira a Pinochet, a la educación y a la moral de Chile son más que evidentes a lo largo de este facsímil.
En el siguiente texto, el narrador nos habla de su boda, y al hilo de la misma, y de sus anécdotas de borrachera y conversaciones banales entre amigos, se nos desvelan algunos detalles sobre las leyes que prohibieron el divorcio durante décadas en el pacato Chile católico.
El texto final consiste en una carta abierta al hijo, fruto de aquel matrimonio malogrado, abocado desde un comienzo al fracaso. Una carta desesperanzada y dura, en la que el narrador constata que la vida «consiste en conocer personas a las que primero amas y luego borras.»
Este libro es un testimonio inusual por su frescura pero que aborda con ironía y sinceridad grandes problemas que atañen al chileno contemporáneo y a cualquier lector actual. Un libro que nos muestra ese abismo generacional –qué generación no supone un abismo respecto a las colindantes- y que de un modo lúdico y directo nos apela a nuestra conciencia, nos hace ampliar nuestro campo de visión y reconocer que quizá no vivimos en el mundo que creemos habitar. Uno se cuestiona sobre el valor de la familia, sobre el peso que el individuo ha de soportar en la sociedad, sobre la infancia, el tiempo.
En estas aparentemente livianas páginas, en este juego de factura experimental, hay cierto desasosiego e inquietud rezumando.
El autor no ha conseguido sustraerse de todos los problemas que constituyen nuestra sociedad. La sociedad chilena en este caso, una sociedad que el lector español también reconocerá como suya: dictaduras, leyes opresivas y estúpidas y un abismo entre clases sociales que se vuelve insoslayable para el intelectual.
Quizá lo más aparatoso del volumen, sean las primeras partes, que si bien son de gran audacia experimental, pueden carecer de interés para un lector que busque una narración, un argumento, una novela al uso. Y lo más acertado de este Facsímil es esa mirada a la sociedad que se realiza desde el seno de la institución familiar, una institución que, según parecemos entender, es defectuosa porque quizá está regida por las mismas leyes que operan en el mundo hostil en el que prospera.

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