Pedro M. Domene
Algunas historias se convierten en todo un reto y pese a los tópicos literarios, como escribir sobre la vida y la muerte, el amor y el desamor, la paz o la guerra, auténticas ficciones que se han venido contando a lo largo de la Historia de la Literatura, ciertas novelas, como las de amor, vuelven una y otra vez, y bucean en otras aguas para no caer en los tópicos y surgen, de alguna manera, de la mano y voluntad de su autor como una propuesta diferente, con la suficiente imaginación y capacidad creativa como para interesar a un lector poco acostumbrado a dejarse llevar por un sensiblero romanticismo, o una melodramática visión de la vida en común, pero eso sí una acertada prosa acompañada de reflexiones que complementan esa atracción mutua que experimentan, en este caso, los dos protagonistas de la nueva novela de Lorenzo Silva (Madrid, 1966), Música para feos (2015), la joven periodista, Mónica y el enigmático hombre maduro, Ramón. Y para ellos, como tal vez otros muchos, nunca podían imaginar donde empezaría su propia historia de amor: se conocen en un sórdido local de la eterna noche madrileña, donde tanto ella como él parecen estar fuera de lugar, ninguno pasa por el mejor momento de su vida, ni en lo personal ni en lo laboral, y en el caso de Mónica tampoco ve visos de superación; Ramón es hombre de pocas palabras, metido en los cuarenta, solo observa y durante esa noche, y aun en los siguientes encuentros, se obstina en parecer un misterio para ella, y no le revela a que dedica su tiempo. Tras esa extraña noche y torpe de alcohol, tras una mínima comunicación, contra todo pronóstico, cuando se despiden, ella nota que algo extraño, algo que se le queda revoloteando en el estómago, dirá textualmente, algo que no había conocido antes, y cuando Ramón la despide, y ella percibe que la ha dejado plantada, y posiblemente tomado el pelo, se dice que todo está bien y, pese a todo, la vida sigue siendo bella y no puede considerarse infeliz del todo. Así que quedan en volver a verse una semana después, un encuentro pendiente del mensaje de confirmación que tendría que enviar ella, en su mano queda no volverlo a ver; sin embargo, siete días después se reencuentran y la química, a veces tan esquiva y caprichosa, parece que empieza a manifestarse plenamente.
El resto de la historia viene contada de primera mano por la voz de Mónica desgranando su relación con Ramón desde su segundo encuentro, y el escritor, con una sutil visión y conocimiento, poniéndose en la piel de la mujer, desarrolla el proceso de enamoramiento de dos personas que saben que incluso a contracorriente han tenido la suerte de encontrarse para ser felices. Y mientras avanza el testimonio de Mónica, el autor irá dejando algunas pistas para que el lector vaya aventurando el posible desarrollo de la historia y su destino final; eso sí, aderezado a lo largo del texto de buena música, bandas sonoras que cada uno intercambia en los momentos de ausencia, mientras Mónica espera y solo vive su definitivo enamoramiento a través de Skype o los whatsapp con la acertada propuesta de la música para cada momento.
Lorenzo Silva lejos de hacer del libro algo previsible, hará que su relato se convierta en algo hermoso, porque no quiere esconderse detrás de embustes literarios ni malabarismos innecesarios sino que imprime toda la luz posible a su historia, la dota de la música necesaria, sus protagonistas se alejan de esa mentira tan extendida en la sociedad actual y sostiene que la relación amorosa que nos está contando se nos antoja más cercana, sin duda más próxima, pero sobre todo auténtica. Al hilo de todo lo dicho, la imagen de dos personas solitarias y desencantadas, dos perdedores resignados, que hasta su encuentro han vivido en dos mundos dispares y muy diferentes, y según Silva solo el amor parece que los une. La música en estas páginas nos acompaña, poco importa como acaba todo, sus protagonistas sabrán que toda historia de amor hay que vivirla hasta sus últimas consecuencias.
Música para feos, se convierte en un relato honrado y noble; no hay impostura alguna, ni siquiera un excesivo sentimentalismo, resulta que la historia de Mónica y Ramón podría ser la de cualquiera, aunque eso sí en cuestiones de amor, no cabe la cursilería ni el ridículo más absoluto, nadie se muestra indiferente porque como dejó escrito y cantaba Amy Winehouse, Nuestro día vendrá/ y lo tendremos todo,/ compartiremos la alegría/ que solo puede traer el amor.
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