Victoria R. Gil
Una novela postapocalíptica y coral. Un radiografía de nuestro siglo XXI hiperconectado y violento. Una farsa inmisericorde sobre la estirpe mezquina y codiciosa que formamos los humanos. Todo eso y mucho más es La reconversión humana, la primera novela del periodista Ángel Falcón, que sorprende más por su resistencia a encajar en un género literario concreto que por su ambición narrativa. Filosofía, sociología, música, arte, periodismo, política, corrupción, monarquía, alta finanzas… Nada falta, ni siquiera la religión, entendida como una ideología ética y humanista enfrentada a intereses más terrenales, porque el germen de esta historia surgió, según admite el propio autor, de la pregunta: ¿Qué ocurriría si Jesucristo volviese a la tierra?
Y eso es lo que sucede en esta novela. Aunque antes se desate un ataque cibernético que deja sin energía la mayor parte del planeta, haga caer los aviones en pleno vuelo y provoque un caos en el que sobrevivir se vuelve una lucha cruenta. Aquí todo es posible, hasta lo más absurdo. Incluso que Jesús se pasee por ese indeterminado Norte que comparte maneras y geografía con una Asturias convertida en el último refugio posible sobre la tierra; tan olvidada siempre que ni la tercera guerra mundial se toma la molestia de considerarla un objetivo. Esta conexión no se le escapará al lector atento cuando descubra que la ciudad se llama Cimadevilla (la calle principal de Oviedo durante varios siglos) y que se planea construir un parque temático-religioso en torno a unas misteriosas reliquias aparecidas en el Monsacro (nombre éste de uno de los pozos mineros más conocidos de la región).
Desde el mismo Papa hasta una pareja de príncipes herederos que no ven el momento en que el rey (padre y suegro de ambos) abdique, pasando por Bob Dylan, el poeta Ángel González, un general franquista y el propio Jesús cruzan sus pasos en esta novela tan densa como un agujero negro que todo lo contiene.
El estilo de Falcón es ambicioso y, aun mejor, carece de prejuicios. No busca apabullar al lector con una grandilocuencia impostada ni se deja encorsetar por algún molde preestablecido para la novela de ciencia ficción, psicológica o de crítica social. La reconversión humana es todas ellas a la vez y ninguna en particular. Sorprende y deleita leer la tensión previa a una reunión entre tiburones financieros, descrita con el vigor de una batalla épica: «Allí, delante de sus ojos, en aquellas hojas bañadas de gráficos descendentes, activos circulantes, fondos de maniobra y apalancamientos, Corín contemplaba el mapa de la batalla: veía el golfo de Lepanto, a Juan de Austria y Andrea Doria, las maniobras turcas de envolvimiento, el cuerpo a cuerpo bestial, la gran matanza. Cuarenta mil muertos en cuatro horas, la cabeza de Ali Pachá clavada en una pica, miles de jenízaros eviscerados y un manco glorioso». Sus personajes se muestran con pinceladas impresionistas que los retratan con exactitud: «Formaban una pareja de punto y coma. La figura quijotesca de El Rata, su melena enmoñada burdamente en la gorra, el cuerpo decrépito de Arribas, las ropas holgadas fabricando forúnculos y cavidades».
Con 25 años de dedicación al periodismo, que Ángel Falcón desconfía del poder, ya sea político o económico, y de sus órganos de propaganda resulta evidente. Pero también lo es que aún encuentra motivos para salvar una profesión a la que demasiadas malas decisiones han empujado hacia el abismo por el que lleva años despeñándose. En medio del caos y de la rapiña, cuando ya nada parece importar, un veterano periodista se atrinchera en la solitaria redacción de la que han huido todos sus colegas y elige despedirse de la vida haciendo lo único que sabe: contarle al mundo lo que está pasando. Aunque el mundo no quiera saberlo o esté demasiado ocupado peleando por los despojos.
Pocos personajes, aparte de este periodista, menos descreído de lo que él mismo se imagina, son dignos de redención de los muchos que viven en esta novela, que oculta muchas otras bajo las capas de una narración intensa y singular. Tal vez por eso uno se pregunta, como el autor, si lejos de reconversiones industriales o financieras, lo que este mundo necesita con más urgencia no será una reconversión humana que nos devuelva la conciencia, la justicia, y la solidaridad. Si es que alguna vez fueron nuestras.
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