Ángeles Prieto Barba
Si tuviéramos que indicar un leit motiv o eje central de los diez cuentos sólidos que componen este libro, sin duda señalaríamos la extrañeza ante la vida, el temblor frente a una existencia cuyo camino nunca es recto, directo y simple, sino pleno de curvas complejas ante las que tan necesario es el recuerdo, como el olvido. Tema sin duda recurrente en el actual relato español, desde el ya clásico Velocidad en los jardines de Eloy Tizón, pero que no deja de depararnos gratas sorpresas con nuevas voces rotundas como esta, una voz incisiva, madura y penetrante que he tenido el placer de descubrir y sentido también el deber de compartir con todos vosotros.
Pues tras su lectura, una siente que el ritmo que nos impone nuestra vida actual, con tantas horas dedicadas a las múltiples obligaciones de conciliar estudios, trabajo, familia, amigos y hogar, no es sano y corre raudo. Apenas atisbamos a personas maravillosas para perderlas en seguida y vernos obligados a olvidarlas, como en la última historia de este volumen, “Se me olvidó olvidarte”. Por eso, para expresar este desasosiego, Victoria ha escogido para publicar su primer libro el género que mejor se adapta a contar nuestras vidas aceleradas, que no es otro que el relato corto o cuento. Con musas distintas a las de la novela, dado que no se trata de exhibir la elocuencia del autor, sino de buscar esa perfección de expresar con las palabras justas y exactas lo que dolorosamente sentimos. Género en el que Victoria se ha iniciado con pie seguro, firme y honesto.
Salvo el segundo relato, “Sin amor, sin gloria”, algo más largo, los otros son de tamaño similar, lo que nos indica también que la autora les tiene cogido el tamaño, la medida o la extensión, asunto técnico importante a la hora desarrollar un tema principal que otorga bastante unidad y coherencia a un libro no exento de humor socarrón, como constatamos en el cuarto cuento, “Y olvidar, aún más”, en el final del tercero, “Recordar perjudica gravemente la salud” y en “Así que morir era esto”, donde la guasa tiende al negro. Pese a su brevedad, son relatos muy densos, y esa profundidad de contenido se ha logrado mediante un lenguaje cuidado y preciso, sin ripios, cursilerías, frases hechas o lugares comunes, surcado de vez en cuando con metáforas ora rotundas, ora hermosas: «el empleo le duró menos que un pitillo de picadura», «mujeres esquivas como gatos vagabundos», «pueblo del norte, lluvioso y aneblado, de esos que a las seis de la tarde te caen encima con un tedio del que deseas escapar a cualquier lugar, aunque sea al mismo infierno».
La autora también demuestra su soltura al utilizar tanto narradores omniscientes como protagonistas, primeras o terceras personas, a la hora de abordar las relaciones sentimentales, el otro gran tema del libro evitando caer en confesiones autobiográficas, tentación recurrente en una opera prima, felizmente esquivada. Relaciones que son las culpables principales de que necesitemos ese olvido, porque cuanto más intenso es el recuerdo, más permanece en el cerebro, como demuestra el último relato. Y porque la curva de la memoria se vuelve casi plana cuando rememoramos experiencias traumáticas, como en el primero. Y todo en un estudio que no sufre altibajos de calidad, algo tan común en los libros de cuentos donde estratégicamente se alternan, truco que no percibimos en este conjunto tan recio.
Con la mesa de novedades del nuevo año repleta de banalidades, esa misma que ha cambiado mercantilmente los sedientos vampiros por romances ardorosos buscando los bolsillos de lectores incautos y simples, es un placer encontrarse con este modesto y sencillo volumen que aborda con maestría y franqueza el complejo asunto del olvido que tanto nos importa y nos atañe. Aconsejo buscarlo, o en todo caso solicitarlo, si pretendemos que la curva de nuestra cultura ascienda.
Victoria R. Gil: «Los recuerdos son fundamentales para saber quiénes somos y de dónde venimos»
Tras más de veinte años de periodismo activo a sus espaldas, trabajando en revistas, radio y en la desaparecida “La Voz de Asturias”, Victoria nos presenta su primer libro de relatos, aunque ya había figurado como coautora en el libro de cuentos breves PervertiDos (Traspiés, 2012) y en la biografía de José Antonio Coto. Una vida dedicada a la empresa y a Asturias (Club Asturiano de la Innovación, Gijón, 2006). Por eso hemos querido entrevistarla para que nos cuente que supone publicar ahora este primer libro en solitario.
Me interesa la memoria como elemento definidor de la identidad y quería preguntarme lo que ocurre con nosotros, con lo que creemos que somos, cuando esa memoria se altera por algún motivo. Es un interés muy personal, ya que tengo varios casos de Alzhéimer en la familia y muchas posibilidades de padecerlo en el futuro. Esa circunstancia, unida al descubrimiento de que, según los expertos, alteramos de modo inconsciente nuestros recuerdos con el paso del tiempo me hizo pensar que tal vez nuestra vida no sea más que un espejismo. Todo eso está en el porqué de este libro. Elegir un género como el cuento era inevitable porque buscaba plantear múltiples situaciones a partir de un único tema: la memoria y sus desvaríos. Un libro de cuentos te permite eso, que con los mismos materiales resulten conflictos diferentes, como un tangram es capaz de construir centenares de figuras con las mismas siete piezas. Esa libertad no me la daba una novela.
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