Alberto Luque Cortina
Roger Collins (1949) es un historiador inglés especializado en la Alta Edad Media peninsular. Dentro de la colección “Historia de España” que, dirigida por John Lynch, edita Crítica, ha publicado dos obras: La España visigoda, 409-711 (2005); y La conquista árabe, 710-797 (1986).
Esta tercera, Califas y reyes, estudia el espacio cronológico comprendido entre 796 —la llegada al poder del emir omeya Al Hakam— y finales de 1031, momento en el que se oficializa la desintegración del califato instaurado por Abderramán III un siglo antes. Se trata de un periodo, si se pueden constreñir más de dos siglos de historia al espacio de dos líneas, caracterizado por la primacía en la península del poder árabe de Córdoba, primero bajo la forma de emirato independiente y después bajo el gobierno califal, y por la aparición en el norte de núcleos organizados de tradición romano-visigoda que darán lugar a los primeros condados y reinos cristianos.
Se trata de un periodo fascinante pero, por diversos motivos, muy complejo. Uno de ellos es la escasez relativa de fuentes documentales, no siempre contrastadas. Este hecho y la propia singularidad de la Edad Media hispánica, con la presencia secular de diferentes culturas en la órbita del Islam, y el vasto lapso de tiempo que comprende —diez siglos—, ha dado lugar a un buen número de mitos y tópicos: al fin y al cabo el estudio de la Historia es, además de una forma de justificar el pasado, un medio barato de legitimar el presente. La convivencia de las tres culturas, que Collins restringe a un periodo de unos cuarenta años y circunscrito a las élites de la ciudad de Córdoba, sería un buen ejemplo.
Collins, en la línea crítica y revisionista de la mayoría de medievalistas actuales, desmonta algunos de estos mitos, si bien algunas de sus conclusiones no tienen por qué ser pacíficamente aceptadas. Define Collins este periodo como un estado de guerra, interna y externa, permanente: en particular incide en la debilidad del poder omeya hasta la consolidación de Abderramán III en 929. Hasta entonces el poder omeya sería muy limitado y en algunos casos circunscrito a la ciudad de Córdoba: y esto debido a la difícil coexistencia entre los árabes y las distintas tribus bereberes, y también a la frágil estructura de poder del emirato, al que califica, prácticamente hasta la llegada de Abderramán III, de “régimen de bandidaje” (pág. 288) puesto que se sustentaba en campañas de saqueo, sin que existiera una decida intención de someter a los rebeldes locales. El propio califato omeya fue, comparado con las dinastías abasidas y fatimitas, localista y efímero: cuando Almanzor llegó al poder aún no habían pasado cincuenta años de su creación, y poco después de la muerte del visir se descompondría en numerosas taifas.
En el “lado cristiano”, Collins cuestiona, por ejemplo, el proceso de creación del reino de Asturias, más largo y complicado de lo que habitúan a describir los manuales de Historia, y pone en duda que el llamado arte mozárabe sea necesariamente un estilo importado por los cristianos de Al Andalus refugiados en las regiones fronterizas.
Siguiendo un criterio cronológico Collins intenta ofrecer una vista panorámica, preponderantemente política y en este sentido limitada, de los diferentes territorios: desde Al Andalus a los condados catalanes. Sin embargo, y a diferencia de sus dos obras anteriores publicadas en esta misma colección, el pulso narrativo es desigual: más bien se asemeja a una disertación erudita en la que el autor, apoyándose en fuentes documentales y arqueológicas, desarrolla con penetrante mirada algunos aspectos y momentos históricos que conoce muy bien, soslayando otros o refiriéndose a ellos de modo superficial a fin de ofrecer el fresco general que se presupone en una obra de estas características.
No se trata, pues, de un libro de divulgación generalista al uso. La sola lectura de Califas y reyes no facilitará al neófito una visión panorámica de la época, pero sí proporcionará al iniciado algunas claves y perspectivas diferentes, diversos motivos para la reflexión, y una interesante bibliografía.
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