Care Santos
Un entretenimiento navideño. Una forma de divertir a sus amigos después de la cena anual universitaria de celebración de la Navidad. Esto son estos cuentos, en primera instancia. Un divertimento pensado para ser leído en voz alta año tras año ante un auditorio de personas queridas que a menudo aparecen como personajes secundarios de los relatos. Dieciocho cuentos, otros tantos años. Fantasmas, algunos más, porque hay historias en que se aparecen por parejas o incluso de tres en tres.
En el prólogo a la colección, el propio autor explica su adicción al género, que despertó la lectora, de niño, del Frankenstein de Mary Shelley. Se refiere con admirada devoción a algunos de los padres del género, a los que pretende rendir homenaje: Montague Rodes James, Henry James y su Otra vuelta de tuerca; Joseph Sheridan Le Fanu o Montague Summers. Consciente de que los relatos de fantasmas clásicos suelen tener un tono altisonante, circunspecto, Davies afirma: "Nada más lejos de mi intención que faltar al respecto aquí a los espectros serios". De modo que el sentido del humor hace ya su aparición en el mismo prólogo, cuando el autor afirma: "es evidente que el saludo apropiado para recibir a un fantasma no es un grito de terror, sino un amable '¿Puedo ayudarle en algo?".
Siguiendo esta premisa, los fantasmas de esta docena y media de historias necesitan y requieren ayuda y Davies, en su papel de protagonista de todos los relatos, se muestra muy dispuesto a prestársela. Se sigue a menudo la fórmula decimonónica de comenzar la historia remarcando el carácter práctico y descreído del narrador, así como el también clásico recurso del narrador que cuenta lo que le ocurrió en una ocasión pretérita. Están, asimismo, bien presentes los homenajes explícitos, algunos esperables, como el relato dedicado a Frankenstein y otros más sorprendentes, como aquel otro en que toma la palabra el pequeño lord Fauntleroy -protagonista de un cuento infantil célebre por diversas adaptaciones cinematográficas- acompañado al piano ni más ni menos que por Albert Einstein.
Los fantasmas de Davies no son unos cualesquiera -no en vano el libro se llama en inglés "High Spirits", "Espíritus elevados"-: abundan los espectros de sangre azul. Hacen su aparición, por ejemplo, varios miembros de la realeza -Jorge IV, Jorge V, Jorge VI, la Reina Victoria...- y alguno de ellos incluso repite. También surge del más allá el primer ministro canadiense William Lyon Mackenzie King (1874-1950), el ectoplasma más veces citado de todos, por quien el autor parece sentir una gran admiración. Son divertidas estas apariciones de prohombres de su tiempo en que se reanudan rancias discusiones políticas o en que los reyes reclaman su papel de fundadores de la institución universitaria o lloran el olvido en que la modernidad les ha hecho caer. Mis relatos favoritos, sin embargo, son aquellos en que Davies ahonda en el mundo universitario, que tan bien conoce, y para cuyos exponentes fueron creados estos textos. Así, hay espectros de estudiantes muertos durante el examen de doctorado que comparecen en la sala del tribunal para examinarse desde el más allá. Hay rebaños de críticos literarios rondando la vieja biblioteca universitaria como si de un purgatorio se tratase. Y, entendiendo la palabra "fantasma" en un sentido más amplio, hay demonios con nostalgia navideña, pequeños sátiros disfrutando de su vida eterna o miríadas de santos católicos pidiendo asilo en la universidad, con sus dragones, sus armas y sus once mil vírgenes a cuestas.
Cinco cuentos destacan, a mi modo de ver, del excelente conjunto: "Revelación de una chimenea asfixiante", un duelo de espectros de decanos con sorpresa final; "Refugio para santos denostados", en que los santos católicos acuden al claustro universitario después de que el papa Pablo VI les condene al olvido; "Los peligros del signo doble", donde conocemos las aventuras nocturnas del diablo Asmodeus con guiño a la modernísima pasión por la moderna astrología; "La fotocopiadora de la habitación perdida", en que un espectro de segunda es acomodado también entre los ya muy encantados muros universitarios mientras se espera la llegada del fantasma del dramaturgo Henrik Ibsen y "Ofrecimiento de inmortalidad", en que un profesor invitado al que todos respetan termina en el congelador.
Decir que Davies tampoco es un cualquiera no es necesario. El autor de la Triología de Deptford, por citar sólo una de las varias que publicó, demuestra a cada línea su altura como narrador. En los brillantes diálogos, en las finísimas ironías que llenan de ocurrencias estas historias, en su retrato minucioso de los personajes secundarios, en su construcción de los textos, en los nada usuales finales de las historias. Lo de menos, podría decirse, es el asunto. Davies es de ese tipo de narradores en manos del cual cualquier tema cobra otra dimensión. Por supuesto, también éste. Pero dada la naturaleza peculiar del asunto, en este caso, este libro es una verdadera celebración, a la que hay que sumar la cuidada -como de costumbre- traducción de Concha Cardeñoso y la preciosa edición. El resultado es un verdadero festín literario.
Más Robertson Davies en La Tormenta en un Vaso:
-Levadura de malicia
-A merced de la tempestad
-Lo que arraiga en el hueso
-Trilogía de Deptford
Más Robertson Davies en La Tormenta en un Vaso:
-Levadura de malicia
-A merced de la tempestad
-Lo que arraiga en el hueso
-Trilogía de Deptford
1 comentario:
Querida Care, gracias por la reseña que has escrito sobre "Espíritu festivo". Es cierto: fue una lástima no poder reproducir en el título el juego que hace Davies con la palabra "spirits". Tuve que conformarme con traducir el sentido de la expresión "high spirits" sin aludir a los espíritus.
Concha Cardeñoso Sáenz de Miera.
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