Elia Barceló
Hace mucho que sigo a Rafael Reig, desde que lo descubrí en 2002 cuando ambos sacamos novela casi al mismo tiempo en la misma editorial; la suya era Sangre a borbotones, una historia negra –en todos los sentidos– con ambientación de ciencia ficción, y con humor, ternura e inteligencia, las claves con las que se puede resumir el estilo del autor.
Hacía bastante tiempo que no leía nada nuevo de Rafael –desde Manual de literatura para caníbales, una gozada para todo enamorado de la literatura– y por eso he cogido con tantas ganas Lo que no está escrito, tantas que me la he leído en dos tardes, lo que lamento de verdad porque me he robado a mí misma el placer de ir descubriendo la historia poco a poco. Pero es que la novela se lee muy deprisa, incluso cuando uno la deja para hacer otras cosas, ya que, de algún modo, la historia se sigue desenvolviendo en nuestro interior y cuando regresamos a ella estamos deseando comprobar si ha sucedido así como pensábamos y seguir leyendo.
No puedo saber si el autor, con Lo que no está escrito, pretendía escribir una novela de terror. Supongo que no. Supongo que él pensaba más bien que estaba escribiendo un híbrido de novela negra con novela sin etiqueta, un juego de ficciones en el que el énfasis está puesto en la narración y en cómo la vida y la ficción se empeñan en cruzarse y explicarse la una a la otra, como en los crucigramas que estructuran las dos historias que se cuentan en la novela:
Una –la que refleja el mundo “real”– es la historia de un matrimonio separado (Carmen y Carlos), con un hijo común de catorce años, Jorge. Es viernes y Carlos va a recoger a su hijo para llevárselo de acampada a la sierra de Madrid hasta el domingo; a Carmen no le hace mucha gracia la cosa, porque es posible que la novia de Carlos esté también en la excursión, pero como todos son personas civilizadas, tiene que permitirlo. Antes de marcharse, Carlos le deja a Carmen el manuscrito de una novela que ha conseguido por fin escribir para que ella se la lea durante el fin de semana y le dé su opinión.
La otra historia es la novela que ha escrito Carlos –Sobre la mujer muerta–, una novela negra que se va entrecruzando con la historia “real” en la que padre e hijo sufren varias aventuras en la sierra y Carmen recuerda escenas pasadas de su matrimonio mientras espera que pase el fin de semana para recuperar a Jorge.
Con estos materiales podrían haberse hecho muchas cosas, pero lo que Reig construye con mano maesta es una novela inquietante, angustiosa, a veces incluso cruel: una auténtica novela de terror; no de terrores góticos de los que se quedan cómodamente encerrados en su época y en su castillo, y de los que podemos considerarnos a salvo. Lo que no está escrito es una novela de lo terrible cotidiano, de esos horrores a los que todos estamos expuestos y que pueden entrar en nuestra vida en cualquier momento: un matrimonio que se deteriora hasta lo grotesco; la educación de un hijo que, sin saber cómo, se nos escapa de las manos a pesar de todos los buenos propósitos; una relación amorosa que nos degrada, aunque nos engañemos pensando que es justo lo que buscábamos; una vida que avanza imparable hacia la vejez y que no nos ha traído lo que habíamos soñado. Y además –dentro de la novela en la novela– la posibilidad de toparnos con unos delincuentes que pueden destrozarnos la existencia no ya por maldad sino por pura incapacidad, por falta de inteligencia y de formación, por estupidez y ruindad y cutrez y miseria.
El engarce entre las dos historias se da a través de definiciones de palabras con las que se termina un capítulo y que se resuelven en la primera línea del siguiente a modo de crucigrama. Por ejemplo, la página 23 termina diciendo: «El 1 horizontal. De cinco letras. Estado afectivo del que ve ante sí un peligro.» Y el siguiente capítulo comienza: «Miedo. Todavía lo sentía.»
Este recurso de estilo, que produce una sensación de orden, sentido y lógica, se revelará, igual que en los crucigramas, como absurdo y arbitrario en un nivel superficial, mientras que en otro nivel más profundo resultará casi un destino inescapable porque, también igual que en los crucigramas, una vez que ciertas palabras han sido fijadas, las otras tienen necesariamente que derivarse de esas primeras elecciones. Como en la vida.
Lo que no está escrito es una novela dura, dolorosa, llena de amor y ternura en las relaciones entre padres e hijos como es frecuente en las historias de Rafael Reig –el protagonista masculino es otro padre separado que también se llama Carlos, como el de Sangre a borbotones–, pero más cruel de lo que era habitual hasta ahora, sin que esos terrores cotidianos sean aliviados de tanto en tanto por el toque de humor al que nos tiene acostumbrados.
En resumen, Lo que no está escrito es una excelente novela, construída con la maestría de un escritor que es un auténtico profesional de la literatura en varias vertientes, equilibrada, con ritmo y con tensión, con una intensa reflexión sobre la narración y lo narrado, con personajes perfectamente creíbles, con todo lo que debe tener una novela para producirnos una gran satisfacción estética.
Eso sí, no es una novela para llevarse a la playa de vacaciones, a menos que estemos buscando un tipo de conocimiento que no suele ser compatible con el relax. Ya que, como leemos en la página 61:
«(...) al escribir, uno se delata. La historia que contamos también nos cuenta a nosotros nuestra propia historia, lo que no queríamos saber de nosotros mismos.»
A lo que yo añadiría que la historia que leemos, la novela que elegimos leer, también nos dice mucho de nosotros mismos y eso, a veces, con novelas como ésta, puede resultar inquietante.
2 comentarios:
me pareció una excelente novela. Hacía mucho tiempo que no me atrapaba una novela de ese tipo
Muy recomendable.
Maravillosa. Te atrapa desde el principio. Muy cinematográfica (algún productor avezado la convertirá en un pelotazo en los Goya)
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