miércoles, febrero 06, 2013

Casa de verano con piscina, Herman Koch

Trad. Maria Rosich. Salamandra, Barcelona, 2012. 352 pp. 18 €

Pedro M. Domene

Herman Koch (Arnhem, Holanda, 1953) tiene la asombrosa cualidad o, la capacidad de mostrar en sus novelas el sentido de culpa de la sociedad holandesa, presentar las extrañas relaciones sociales de su país, o celebrar la entrega con que experimentan sus vivencias padres e hijos mutuamente, sin que nada de esto presuponga paliativo alguno. Tanto es así que su primera novela publicada en España, con el sello Salamandra, y titulada La cena (2010), fue una auténtica sorpresa de crítica en su país natal en 2009, elegido como Libro del Año y, además, galardonado con el Premio del Público. Una historia polémica porque tras las primeras páginas uno se pregunta, ¿hasta dónde es capaz de llegar un padre para cubrir a un hijo que comete un delito injustificable? La sociedad, las normas cívicas, la protección paterna o la lealtad presupone que deban encubrirse ciertas actitudes de nuestros jóvenes inconformistas y, como en el caso, a los caprichosos autores de un episodio de violencia extrema. Tal es la tesis que sostiene Koch en su novela para enjuiciar el futuro incierto de los jóvenes Michel y Rick, dos adolescentes de quince años, acusados de un terrible suceso. Los padres debaten su particular postura a los postres de una suculenta cena previa, y en un carísimo restaurante, cuando en la conversación empiezan a ponerse de manifiesto algunas de las revelaciones que originará el trágico final protagonizado por sus vástagos.
Casa de verano con piscina (2012), su nueva novela, es el descarnado relato en primera persona de un médico de cabecera en Ámsterdam, con un amplio historial de buenos pacientes, que confían plenamente en su medicina y en su encantadora oratoria, aunque Marc Schlosser, contempla su alrededor, que incluye su familia y pacientes, con un cinismo que incomoda a cualquiera según se avanza en su lectura. El relato, no obstante experimenta un giro extraordinario cuando Marc y su esposa Caroline se involucran, sin apenas pensarlo, en el círculo de amistades de un famosísimo actor, Ralph Meier, personaje tan vanidoso como ególatra y que intentará socavar esa amistad seduciendo a la pareja con muy distintas artimañas. Carolina, se enamora de esa imagen excéntrica y bohemia, y caerá en su redes, incluso convence a Marc para que cuando vayan de vacaciones pasen unos días junto a Judith, pareja de Ralph, en su casa de verano en España. Aunque la familia Schlosser no sucumbe a la tentación, y se instalan en un camping cercano para no molestar. Pero cuando Lisa y Julia conocen a Alex, el hijo adolescente de Ralph y Judith, sus padres son incapaces de rechazar la invitación de acampar en su jardín y disfrutar de la piscina, además de así estar más cerca y disfrutar de comilonas, largas conversaciones de sobremesa, chapuzones y curiosas visitas de los insólitos chiringuitos del lugar. Al grupo se une un director de cine con una joven novia, veinte años menor, y que pronto despierta la atención de todos. A medida que avanza la novela, y tras soporíferas jornadas de vacaciones, Marc y Carolina observan un extraño comportamiento en su hija Julia de diecisiete años tras un pequeño incidente que interrumpirá las vacaciones de todos y servirá al narrador para mostrar el lado oscuro de su historia porque, unos y otros, tratan de descubrir que ocurrió realmente durante la noche en que los jóvenes desaparecieron durante unas horas sin el control de los adultos.
Salpicado de un humor tan ácido como amargo, Koch sacude las conciencias de una sociedad con un profundo sentimiento de culpabilidad que logra expresarse mediante las relaciones sociales tan hipócritas como inexistentes en una colectividad plagada de convencionalismos y donde la ética o la comunicación fallan en todos los sentidos; además, la libertad sexual o la relación familiar esgrimidas ponen de manifiesto que algo está ocurriendo un mundo deshumanizado que ha perdido el rumbo de cualquier reflejo en otro tiempo pasado, y el holandés constata como sufrimos la inmoralidad más civilizada.

3 comentarios:

Leonor Ruiz Martínez dijo...

Perdón, pero la casa de verano se halla en Francia, no en España. Y la hija, Julia, tiene 13 y no 17 años. Al menos en el original. Un saludo.

Anónimo dijo...

en Francia?? todos los datos dana entender que es en España. Por qué dices que es en Francia?

efectivamente, la niña tiene 13 años

Pedro Guichot dijo...

Me da la sensación de que quien ha hecho la reseña se ha leído demasiados libros seguidos, porque lo de la edad de la niña no es el único fallo. No cuenta bien el orden de los acontecimientos. Además, ¿por qué contar tanto del argumento? Haz un análisis del libro, pero contar las dos terceras partes de la historia no tiene gracia.