Pedro M. Domene
El cuento ha gozado desde siempre de una libertad absoluta, ofrece en su experimentación fórmulas variadas, resulta tan versátil que ha sido capaz de abrir nuevos caminos narrativos, siempre y cuando se le otorgue un valor extraordinario a la intensidad, y sea capaz de asumir características que, en su capacidad subordinante, se muestren con un sentido pleno. Sin lugar a dudas, tiene la capacidad así de introducir algunos de los mayores hallazgos en la narrativa breve, con una variedad técnica y estilística dignas de lo mejor que se escribe en la ficción contemporánea. El cuento, como asegura Piglia, es un experimento con la noción de límite y, como sostiene Neuman, en un relato, un minuto puede ser eterno y la eternidad caber en un minuto. También, compartimos la opinión de Henry James que consideraba que este tipo de textos debían ser una impresión directa de la vida, y no una mera copia. En ocasiones, el relato se vale del efecto sorpresa, y de otros muchos elementos que nos alejan de una realidad concreta. La amplia variedad de fórmulas y registros en las colecciones que publican no pocas editoriales independientes en la actualidad, ejemplifica, de alguna manera, el buen momento de la nueva narrativa breve en nuestro país: los autores, aquellos que vienen escribiendo desde décadas, observan cómo sus pequeños textos se abren camino en el difícil mercado competitivo con la novela y los best sellers, con perdón. Páginas de Espuma, Lengua de Trapo, Cuadernos del Vigía, Acantilado, Menoscuarto, Ediciones del Viento, Traspiés, y ahora, también, en Córdoba, Ediciones Depapel, y sobre todo, El Páramo, son algunas de las editoriales que apuestan con colecciones creadas recientemente.
Francisco Antonio Carrasco (Belalcázar, Córdoba, 1958) es un periodista cultural y autor de cuentos, con varias colecciones publicadas hasta el momento, El silencio insoportable del viajero y otros silencios (1999), La maldición de Madame Bovary (2007) y, recientemente, Taxidermia (2011), una nueva y más ambiciosa entrega que reúne veintiún relatos en los que se ofrecen todos los posibles recursos que, en abstracto, se conciben en la escritura breve, a saber: versatilidad, ritmo e intensidad, extensión medida, perspectiva y quiebro final tan sugerido como imprevisto. Taxidermia se caracteriza, en su conjunto, y en una primera impresión lectora, por su oralidad: muchos de sus cuentos deben ser leídos en voz alta, resultan aparentemente sencillos en lo formal, medidos en su estética, de prosa ajustada, con calificativos calculados que recrean una visión surrealista de una cruda realidad, con excelentes dosis de humor y, aun más, un magnífico sentido de la ironía que puede desembocar en una carcajada. Carrasco ha graduado los temas expuestos en sus relatos, y para ello divide el libro en tres secciones o apartados, el primero con diez cuentos de una variada extensión, algunos de los más breves con un calculado final que arranca desde una perspectiva lejana, o las relaciones humanas: la nostalgia del joven Javier en busca de su madre, la música que separa a unos amigos de toda la vida, la añoranza de otros tiempos de un padre y de su primer amor, la irreverencia de Sísifo, y uno de los más logrados, que titula el volumen, «Taxidermia», ejemplo de ese lado oscuro, tenebroso, vehemente y esperanzador que nos procura la realidad de la muerte, y un desconocido futuro después; en realidad, en estos primeros relatos, Carrasco muestra esa mirada inequívoca de unos extrañamientos que sacuden, de alguna manera, las banalidades existenciales de una vida concreta. En el segundo bloque, con otros diez relatos, de mayor extensión, predomina el noble sentimiento del amor, y este en sus más variadas acepciones: adúltero, paternal, deseado y sexual, incluso destructivo, crónica vívida de unas relaciones humanas donde siempre cabe la posibilidad de la sorpresa, aunque por qué no el sarcasmo como aspecto lúdico-jocoso, o rivalidades masculinas y femeninas; se deconstruyen tópicos, como la vida misma, incluido el apunte sobre el mundo gay, un presunto matrimonio de pueblo, y el posterior qué dirán, con esa crueldad social típica como trasfondo, y otra visión no menos actualizada, iconoclasta e hiriente con un programa de tele-basura y las posteriores relaciones familiares. Pero, sin duda, el relato «Sucesos» marca un nivel muy por encima del conjunto, porque combina vocación, vida familiar, el fracaso personal, y finalmente, ese proceso para la recuperación de la autoestima. «El gran maltratador» cierra el volumen y sirve, además, como tercera parte o sección final. Deudor del mejor Stevenson, con ese doble juego del bien y del mal que tanto difunden los medios de comunicación, cuando en una escalada de terror muchos se creen ser José Aranda, el protagonista del relato. La crueldad, sin duda, parece apuntarnos Francisco A. Carrasco, se encuentra explicita en nuestras calles y plazas, y se convierte en la noticia periodística diaria de una vida cotidiana.
Las ilustraciones de Damián Flores, cuidadas, complementan un volumen que presume de estar bien editado y forma parte de una colección, «Relatacuentos» que promete, si sigue en esta línea, nuevas sorpresas al mejor lector.
1 comentario:
Pues tiene buena pinta según la reseña el trabajo de mi casi paisano.
Acabo de encontrar este blog y ya lo puse en favoritos.
Saludos desde una mancha del lugar...
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