Miguel Sanfeliu
James Ellroy es un autor duro, escribe a golpes, sin florituras, sin rodeos. No pretende indagar en lo hechos o en los recuerdos, tan sólo rescatarlos, sacarlos a flote, enfrentarse a ellos. Más que un libro de memorias, A la caza de la mujer es un libro de imágenes, de momentos que giran en torno a su obsesión por las mujeres, una obsesión que viene marcada por el asesinato de su madre, un hecho que ya ha tratado en otros libros, un suceso que aún le atormenta. Ellroy confiesa su sentimiento de culpa. Sus padres, Armand Ellroy y Jean Hilliker, se habían separado, y un día su madre le preguntó si prefería vivir con ella o con su padre. Él dijo que con su padre y ella le pegó una bofetada y el deseó que se muriese. Y murió, la asesinaron, unos meses después de este suceso. A esto lo llama él “La Maldición”.
Ellroy se enfrenta a una visión extrema de sus obsesiones. Y el sexo es la obsesión sobre la que gravita la redacción del libro. La búsqueda de mujeres, la agitación casi enfermiza que le producen, el tambaleante recorrido, insatisfactorio y superficial, con el que parece buscar desesperadamente la figura de su madre.
Ellroy se ofrece en este libro con descarnada sinceridad, nos muestra sus debilidades, se abre en canal y esparce sus vísceras ante nuestros ojos, en una experiencia catártica que sorprende por su franqueza. Impúdico y descarnado, el autor no intenta mostrar una imagen edulcorada de sí mismo, sino indagar en sus más profundos secretos con la intención de encontrar el origen, aquello que le ha convertido en quien es. Y esta búsqueda le lleva a su relación con las mujeres que ha conocido, que le han obsesionado, que han llamado su atención fugazmente o que ha amado a lo largo de su vida, convencido de que tras esa búsqueda se encuentra, en realidad, la angustiosa necesidad de encontrar a su madre, tan dramáticamente desaparecida, tan brutalmente asesinada.
James Ellroy, el duro escritor de novela negra, el autor de libros que podemos considerar ya clásicos, como La dalia negra, L. A. Confidential, América, Seis de los grandes o Mis rincones oscuros, el hombre que ha cautivado a millones de lectores con su estilo afilado y contundente, resulta que es un ser humano con sus miedos y debilidades, con sus imperfecciones y angustias, a las que hace frente con valentía y determinación en este A la caza de la mujer, cuyo título original en inglés es The Hilliker curse: La maldición Hilliker.
Libro perturbador, que conmueve y desconcierta por la falta de pudor a la hora de identificar los demonios interiores, los traumas e inseguridades que determinan su trayectoria vital. En ningún momento estamos ante un ajuste de cuentas con los demás, sino tan sólo consigo mismo. Su recuerdo de las mujeres que ha amado, que han significado algo en su vida, es siempre respetuoso. Ellroy carga sobre sus espaldas la responsabilidad de los errores, de los sufrimientos, de las rupturas, y lo achaca a su obsesiva búsqueda, a la herida que el asesinato de su madre dejó en él. Su actual pareja, la también escritora Erika Schikel, a quien dedica el libro, se erige como la tabla de salvación en un trayecto que se adivina autodestructivo.
«Tengo miedo. Soy dominante e insociable. Atraigo a la gente y luego la aparto a empujones. Escribo obsesivamente y con gran concisión. Soy religioso y poseo una visión de la sociedad que seguramente te resultaría agobiante. Lo único que quiero es una intensa comunión con las mujeres y pasar ratos a solas en la oscuridad», escribe.
A la caza de la mujer es una autobiografía diferente, con más de indagación psicológica que de ejercicio memorialista. La cruda exposición de los traumas y obsesiones, de las pasiones y caídas, de los deseos ocultos, de las motivaciones secretas, de la montaña rusa en la que se mueve el autor, producen un hondo impacto y una malsana fascinación.
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