jueves, septiembre 01, 2011

Cronotemia y otras historias de viajeros del tiempo, VV.AA.

Imagine Ediciones, Madrid, 2011. 232 pp. 16 €

David Vicente

Existen temas recurrentes dentro de la literatura, de esos que nunca pasan de moda. Incluso de un modo o de otro acaban estando presentes dentro de cualquier trama, aunque no sean el núcleo central de la narración.
Uno de ellos sin duda son los viajes en el tiempo, bien sea al pasado, bien sea al futuro, o bien sea en ambas direcciones. Conocer qué será de nosotros, qué nos deparará el porvenir, visitar el pasado con el objetivo de poder modificar nuestros errores y mutar nuestra suerte, tener la oportunidad de lanzar los dados una vez más, han sido siempre parte de las obsesiones humanas. Casi tanto como la muerte o el elixir de la eterna juventud. En el fondo, quizá todo sea parte de una misma vana obsesión: perdurar en el tiempo, quién sabe si por encima del propio tiempo.
El escritor, que en esta ocasión hace las veces de editor, Fernando Marías, congregó, imitando aquella reunión que un grupo de escritores legendarios (entre los que se encontraban Byron o Shelley) tuvieron frente al lago Leman en 1816, a doce autores españoles con el objetivo de que nos narrasen once historias (en realidad doce si consideramos que el de Espido Freire es un falso prólogo) cuyo núcleo central (esta vez sí) fuese el viaje en el tiempo.
El resultado de aquel conclave que tuvo lugar en el 2010 es esta magnífica antología temática, Cronotemia, que reúne una nómina de escritores consagrados y emergentes, algunos de ellos auténticas referencias en lo que se refiere al género breve, caso de Félix J. Palma por ejemplo, que les anticipo construye un relato inquietante a caballo de la novela policiaca y el thriller de suspense que justifica más que sobradamente la adquisición de este libro. Sin menospreciar por ello al resto del conjunto.
Aunque con un nexo común (ya lo hemos dicho, el viaje en el tiempo), en Cronotemia encontrarán doce personalísimas visiones y, por qué no, doce personalísimas obsesiones de ese deseo de permanencia, conocimiento y modificación, representado en el paso del tiempo.
Vidas que se encuentran atrapadas dentro de casas y que se superponen en planos temporales, individuos que regresan del futuro para visitar a su propio yo del pasado e intentar variar su proceder, maquinas del tiempo en manos de perversos científicos, mujeres que se reencuentran con sus maridos muertos para iniciar una nueva relación, pastillas que nos devuelven a tiempos donde las cosas pudieron ser distintas tan solo con pronunciar una simple frase, enfermedades venéreas de nefastas consecuencias temporales, viajes chamánicos al más puro estilo hippie de los ‘70, incluso vampiros, cómo no. Doce viajes modernos a lo largo de distantes épocas de nuestras vidas que reinventan, con una calidad más que notable, una de las mayores obsesiones del ser humano y uno de los gérmenes creativos en los que se basa cualquier fábula.
Todo el que me conoce sabe que no soy amigo de recomendar antologías, ni fanático de este tipo de cenáculos que, en su mayoría, me parecen caprichosos, carentes de interés, sujetos a argumentos comerciales y, en el mejor de los casos, de calidad descompensada.
No es el caso de Cronotemia y, como tal, valga la excepción que confirma la regla. Una antología digna de los estantes de cualquier librería en la que cada historia tiene una vida temporal (si me permiten la licencia) fuera de este volumen.
La literatura (la buena, claro), a diferencia del ser humano, si tiene la facultad de sobrevivir en el tiempo. Intuyo que muchas de estas historias han conseguido su objetivo y visitarán al lector que se apodere de ellas nuevamente en algún otro lugar, en algún otro momento, y en más de una ocasión.

2 comentarios:

Rebeka October dijo...

Me gusta la descripción del libro y su temática.
Ya había oido hablar de él, y me atrae.
Es una compra que seguro que haré.

LQVL dijo...

Pues es una Antología que no tenia el honor de conocer, pero ahora gracias a ti, tengo que hacerme como sea con ella, no la voy a dejar escapar.

Besos
Lourdes