Ricardo Virtanen
firma invitada*
Me gusta mi poesía, me da alegría cuando la leo, me pone de buen humor, me río, me mete caña, me entran ganas de vivir, me entran ganas de fiesta. Con estas frases sorprendentes prologa Manuel Vilas (Barbastro, 1962) su poesía reunida. A una edad, tiende el poeta a reunir lo que constituye su voz poética (algunos van más allá y reúnen todo lo que se les pasó por la imprenta). Así ha querido titular su poesía Vilas: Amor. Pero que nadie se lleve a engaño. Nada de sentimentalismo y poesía amatoria. En el mundo Vilas, todo se halla hipertrofiado, todo es incómodo, provocador, divertido, ufano. La voz propia del poeta Vilas corresponde con sus tres últimas publicaciones: El cielo (2000), Resurrección (2006) y Calor (2008), que lo han colocado en lugar preponderante en la actual poesía española. A estos libros que, según palabras propias, se editan tal y como se publicaron en su día, sin ningún cambio, se les suman 19 poemas de sus 4 primeros libros: El osario de los tristes (1989), El rumor de las llamas (1990), El mal gobierno (1993) y Las arenas de Libia (1998). Una sabia elección.
El poeta se refiere a sí mismo como “marca Vilas”, que más allá de su producción poética, abarca además sus narraciones Dos años felices, Zeta y, sobre todo, Aire nuestro. Poesía que oscila entre un autobiografismo abrasivo y una parodia del mundo (nuestro, suyo) que agoniza entre sus manos, y que resucita de pronto con aires nuevos. Con El Cielo, Vilas experimentó con un modelo poético que divergía entre una narratividad expresa y un poema de interminables versículos enumerativos sine die (como buen seguidor del gran Whitman). Porque es obvio que, desde un principio, sus textos plantean una historia in medias res donde el personaje ficcional (Vilas, por qué no), vividor, viajante, despreocupado, saca de las casillas a la propia vida. Si no léanse los inicios de "Historia de una camarera": «Encima de la cama estoy, sin sueño, está amaneciendo en Cádiz, se oyen gaviotas trayendo el nuevo día, que yo no sé si viviré…»; "Gambas y navajas", que sería el epítome de lo que es un poema social postmoderno: «Me estaba comiendo unas gambas en un sitio que está cerca del teatro principal / y entró un negro vendiendo cedés, un negro con una sonrisa gigantesca, con un cedé de Julio Iglesias, metido en una bolsita nauseabunda», o aquel sorpresivo que empieza: «Sólo dios sabe por qué se me regaló el don de aprenderme de memoria las manos de todas las cajeras que me han atendido y cobrado alguna vez de mi vida» (de "Las manos de las cajeras").
En estos poemas irónicos y mordaces, y en otro muchos, relampaguea una cultura del pop, cómo no, radical y caricaturizante. Y no son pocos los poemas que presentan una base roquera para su posterior expansión: “Doug Yule” (disparatado diálogo entre Lou Reed y Yule), “Walk on the wild side”, sobre la mítica canción de Reed, “Los chicos están bien”, basada en el éxito de los Who, “1977”, retrato de una época mítica, y que coincide con las adolescencia del poeta Vilas, o el inédito “Danny Boy”, con canción de P. Grainger de fondo.
En muchos de los poemas, Vilas —o su heterónimo ciudadano— está dispuesto a amar al mundo por encima de todo o, en su defecto, a dejarse amar. En “Nueva York”, sátira punzante y dividido en 9 partes, se lee: «Amé su cubo de agua sucia, exaltación y pesadilla, / la vida grande amé, la vida sucia», refiriéndose a uno de los inmigrantes chinos de la ciudad. Una poesía, claro, en parte autobiográfica y expresionista. No pocos textos se inician con la incursión del propio Vilas en la trama poemática: «Manuel Vilas está sentado en un banco de la Catedral de Barbastro» (“Resurección”), «Manuel Vilas salió una mañana de casa. / Le esperaban en un instituto de la ciudad de Zaragoza» (“Mazda 6”), «El 24 de diciembre de 1985 Manuel Vilas estaba de guardia en el Cuartel del regimiento de Infantería de Barbastro» (“1985”) o «Manuel Vilas sacó todo su dinero de los bancos», incluido en uno de los inéditos del libro, precisamente el que da título al volumen, “Amor”. Aquí se extrema la voz cáustica de su autor: «hoy soy San Vilas, un personaje que reparte todo su dinero a quien se encuentra por la calle». No es raro que leamos: nunca vimos a nadie tan enamorado. La sátira social conlleva un amor dislocado por sí mismo y, también, por un consumismo hiperbólico. Por ejemplo, su preferencia por los utilitarios de todos los modelos: “Madza 6”, “Seat 850”, “Audi 100” o “HU-4091-L”; o su amor por sus semejantes, “Fraternidad”, donde leemos: «me enloquecen los billetes de 500 euros».
En la llameante reunión que significa Amor, destacan sobre todo un puñado de odas al mundo contemporáneo y a la sociedad que nos despieza y que, al tiempo, nos da de comer de la mano. Un urbanitas fabulador en busca del lector insatisfecho, en aras de una provocación que llevarse a la boca. Si tuviera que elegir, me quedaría con poemas como “El comulgatorio”, “El crematorio”, “Las manos de las cajeras”, “MacDonald’s”, “Way out”, “Amor”, “Fraternidad” y el largo poema “Nueva York”. Todos confeccionan un mapa de realidades en los que chirría la existencia. La voz del poeta es esa puerta sin engrasar cuyo sonido —o soniquete— nos habla del interior de la casa, pero además de la fragilidad del mundo que se deshace ante nuestros ojos.
En verdad, a uno, leyendo al poeta Vilas, o al personaje Manuel Vilas, le entran ganas de perderse por los hoteles y playas del mundo. Esta poesía es —como leemos en uno de sus poemas— alegría, gloria, resurrección, dicha, exaltación, gozo, esplendor. El cielo.
* Ricardo Virtanen Madrid, 1964. Profesor, músico, poeta y crítico literario. Estudió Filología Hispánica e Inglesa en la UCM, y Musicología por la Universidad de La Rioja. Es doctor en Filología Hispánica con la tesis “La experiencia vanguardista de Guillermo de Torre”. Es profesor de secundaria y prof. contratado de Universidad.
Autor de numerosos libros de texto, ha publicado el libro de lingüística Lengua resuelta (1999), los poemarios Notas a pie de página (2005), La sed provocadora (2006), el pliego Epitafios (2005) y Sol de hogueras (2010) y, el cuaderno aforístico Pompas y circunstancias (2008). Dentro de la crítica literaria publicó Hitos y señas. Antología de la poesía española (1966-1996) (2001), la ed. de Carpe amorem, de Aurora Luque y una ed. crítica de Almanaque Literario 1935. Ha ejercido la crítica literaria en medios como Prima Littera, Cuadernos del Matemático, El ciervo, Ínsula, La Tribuna, Señales de humo, Per Abbad, Galerna, Empiurema, Zurgai, Ex libris, Paraíso, Cuadernos Hispanoamericanos, Clarín, El mirador de los vientos, Renacimiento o El Maquinista de la Generación, entre otras.
* Ricardo Virtanen Madrid, 1964. Profesor, músico, poeta y crítico literario. Estudió Filología Hispánica e Inglesa en la UCM, y Musicología por la Universidad de La Rioja. Es doctor en Filología Hispánica con la tesis “La experiencia vanguardista de Guillermo de Torre”. Es profesor de secundaria y prof. contratado de Universidad.
Autor de numerosos libros de texto, ha publicado el libro de lingüística Lengua resuelta (1999), los poemarios Notas a pie de página (2005), La sed provocadora (2006), el pliego Epitafios (2005) y Sol de hogueras (2010) y, el cuaderno aforístico Pompas y circunstancias (2008). Dentro de la crítica literaria publicó Hitos y señas. Antología de la poesía española (1966-1996) (2001), la ed. de Carpe amorem, de Aurora Luque y una ed. crítica de Almanaque Literario 1935. Ha ejercido la crítica literaria en medios como Prima Littera, Cuadernos del Matemático, El ciervo, Ínsula, La Tribuna, Señales de humo, Per Abbad, Galerna, Empiurema, Zurgai, Ex libris, Paraíso, Cuadernos Hispanoamericanos, Clarín, El mirador de los vientos, Renacimiento o El Maquinista de la Generación, entre otras.
1 comentario:
Ricardo, he leído absolutamente todos y cada uno de los libros de Vilas. Vilas es un adelantado a su tiempo, un provocador incansable. Para mí casi todos sus libros reflejan la inconsistencia del mundo en que vivimos. Y lo reflejan de manera mordaz y divertida, el mundo como divertimento. A mí me cae muy bien, un buen tipo este Vilas.
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